Partir de un lugar
El arte contemporáneo es un camino para el desarrollo de nuevas formas de relación. Por un lado, pareciera llevarnos a un terreno en donde la empatía emerge como ingrediente principal. La pieza artística sitúa nuestra mirada cediéndonos un lugar en la posición íntima de quien la realiza. El público asume un papel en el que es invitado a ser parte de una experiencia y por tanto, es requerido de manera activa para la vivencia.Por otro, la creación artística reivindica un protagonismo propio en torno a lo que sucede a su alrededor. Pasa siempre por ser un espacio desde el que observar, interpretar y proponer maneras de vivir la vida y entender el mundo.
Una obra de arte es una voz que si bien no pretende siempre ser escuchada nunca renuncia a su propia existencia. De ahí a que su vínculo con el público sea esencial para el sentido de la misma, al igual que un libro se escribe para ser leído o una canción para ser escuchada. Este equilibrio entre un proceso personal y una presentación pública es el lugar indefinido del arte, aquello de lo que somos parte en tanto en cuanto participamos de ello.
La remesa de artistas becados el pasado año 2019 en el centro BilbaoArte sigue, a pesar de las circunstancias, cumpliendo con el calendario estipulado para la exposición de los proyectos seleccionados para realizar una fase pública tras su periodo de beca. El pasado 30 de julio Miguel Marina (Madrid, 1989) inauguró la muestra “Lanzarla al aire” que podrá visitarse en el espacio del casco viejo bilbaíno hasta el próximo 4 de septiembre.
La idea de paisaje aparece como punto de partida para una propuesta dominada por la potencia de la formalización de las obras y la resolución plástica. Dominan la estancia composiciones que se relacionan desde lo cromático, creando dípticos o trípticos que organizan nuestra mirada. Encontramos una serie de elementos escultóricos que inciden en la relación entre lo vertical y lo horizontal, como si remarcaran aquella disposición que ya encontramos en las pinturas.
En un segundo recorrido de esta aparente organización dominada por el control de las dos dimensiones resurgen pequeños gestos orgánicos como aquellos que provocan las pieles de mandarinas secas utilizadas como material o rayones, texturas y arañazos sobre las superficies. Acabamos por descubrir diferentes capas de lectura sin salir de la eminente intención abstracta que domina toda la instalación. El título nos remite a su vez a una condición azarosa, a todo aquello que no podemos dominar y que acaba sucediendo más allá de nuestro propio control. Si el paisaje es la conjunción entre el entorno natural y el ser humano, lo son también todos aquellos lugares en los que el control no puede ser ejercido.
Sin salir de la capital vizcaína, el Espacio Marzana alberga hasta el 18 de septiembre la instalación que abriera sus puertas el pasado 17 de julio a cargo del artista salmantino Enrique Marty (Salamanca, 1969). Haciendo gala de un sugerente horror vacui, la galería es habitada por la obra “Kingdom of the Doll Regime”. En ella se combinan una serie de elementos sobre los que destacan los mosaicos formados por dibujos en los que la cantidad de pigmento ayuda a construir personajes, imágenes y situaciones de corte grotesco.
Poseen un encanto decadente, cercano a veces a escenas de corte apocalíptico o con muecas desfiguradas y sonrisas extremadamente forzadas. El lenguaje del cómic subyace como una capacidad muy bien aprovechada por el propio autor que, además, presenta una serie de figuritas de porcelana cuyo color blanco y esmaltado brillante no les aleja de los dibujos con los que se relacionan.