20 SET. 2020 Entrevista Maite ALBERDI «El cine es una manera de estar cerca de lo que me interesa y de tantas historias de las que una quiere ser parte» - Maite Alberdi Miren Sáenz Maite Alberdi Soto (Santiago, 1983) es una realizadora chilena que ha ejercido distintas funciones en el ámbito cinematográfico, pero se distingue fundamentalmente por sus trabajos como documentalista. Empeñada en contar la realidad, es una directora a la que le gusta filmar lo cotidiano. A menudo, su mirada se dirige hacia esas personas de la tercera edad y, lo mismo retrata a las amigas de su abuela, como también se mete en una residencia de ancianos para seguir los pasos de un infiltrado octogenario. Le interesa la vejez y lo que pasa en ella. Pese a su juventud, Alberdi tiene una trayectoria que arrancó en 2004 y ahora llega a Zinemaldia con su último trabajo: “El agente topo”, película que le abrió las puertas en Sundance y que opta al Premio del Público desde la sección Perlas de este atípica 68ª edición de un SSIFF condicionado por el covid-19. ¿Documental?, ¿comedia?, ¿drama? Qué importa el género, ni las etiquetas, si consigues conmover y entretener transmitiendo la realidad de las residencias de ancianos con credibilidad y sin dramatismos. Una semana antes del arranque de Zinemaldia, Maite Alberdi habla para 7K de sus ideas y planes y, por supuesto, de “El agente topo”, que se programará en el certamen donostiarra en seis sesiones: dos el viernes 25 –la de las 22.15 en el Victoria Eugenia corresponde a la sesión de votación– y tres el sábado 26, además de la destinada a la prensa. Alberdi lo deja claro, está deseando ver la reacción del público. No sé si finalmente va a poder acudir al SSIFF, la pandemia del covid-19 lo está complicando todo. Finalmente sí ire a San Sebastián. Creo que la pandemia ha marcado los eventos y también esta película, que es cierto que tiene una nueva lectura después del covid. El espíritu de la película era un poco “llama a tus padres” y que fuesen conscientes del aislamiento de la tercera edad. Siento que la pandemia nos ha hecho muy conscientes de esas distancias y del lugar que están ocupando nuestros mayores en la sociedad. Para nosotros es una relectura de la película en esta primera exhibición que tenemos ante el público post pandemia. Es un hito. Yo, como directora, no la he visto en salas desde Sundance, en enero, así que entonces será muy emocionante verla. ¿Cómo se está viviendo esta situación en su país? Cinco meses y medio, primero entre cuarentenas y luego confinados. En los países latinoamericanos ha sido aún más complejo porque marca aún más las diferencias sociales. Yo creo que el estolón social en Chile ya había marcado la deslegitimación de la diferencia de clases y, en este caso, las diferencias de clases se volvieron aún más abismales. Se notaba más, había gente que necesitaba salir a trabajar y no podía y claro… Un abismo económico y una crisis a largo plazo. En lo doméstico y lo cotidiano para nadie ha sido fácil esta pausa planetaria. ¿De dónde viene Maite Alberdi? Hábleme de sus orígenes, también de sus vínculos con Euskal Herria. Mi abuelo era vasco, pero yo no le conocí, murió antes de que yo naciera. Toda la familia de mi padre viene de allí. Yo tengo la nacionalidad española también por ese lado. ¿Cómo le dio por el cine? ¿Cuándo lo descubrió? ¿En su familia o en su entorno hay algún antecedente? En mi entorno no hay ningún antecedente, solo tenía una mamá y una abuela que me llevaban a ver muchas películas. Aquello me creó un interés por el arte en general que fue derivando en el cine, que es un arte que engloba muchos intereses como la escritura, la fotografía… De hecho, yo partí del interés por la foto y, sobre todo, de la fotografía en espacios cotidianos, que me permitía a veces entrar a lugares que no tendría acceso sin la cámara. Para mí el cine es documental y el documental es una experiencia para poder vivir muchas vidas junto a la mía… No solo es el resultado de hacer una película, sino que hay una experiencia de vida muy importante. Desde esa experiencia de vida entiendo el cine, es casi un interés sociológico y de ahí derivé al documental. No sé si podría hacer ficción en ese sentido porque me interesa compartir tiempo con otros cuando estoy filmando y vivir otras vidas. Directora, realizadora, guionista, documentalista, crítica de cine, está claro que en el staff cinematográfico abarca unos cuantos campos porque también ha ejercido de montadora, directora de fotografía y productora ejecutiva en otras películas y documentales de su país. ¿Hay que hacer de todo para dominar el oficio o es la manera de estar cerca de lo que le interesa? Tú misma me diste la respuesta. Es una manera de estar cerca de lo que me interesa y de tantas historias de las que una quiere ser parte; una quiere crear desde otros lugares. Para mí la producción es un ejercicio creativo de pensar las ideas y las películas en conjunto y de buscar formas. Y, así, uno no tiene tiempo de filmar tanto. Yo hago una película cada cuatro años, pero me encanta ser parte de otras ideas, me encanta dar clases y trabajar con estudiantes por lo mismo… porque da la oportunidad de abrirse a otros mundos y de jugar con estilos que quizás una no jugaría. Es un poco parecido a lo anterior. Yo creo que los roles tienen que ver con el interés de formar parte, de colaborar creativamente con ideas que me mueven creativamente y que muchas veces no son las mías. En «El agente topo» plantea la realidad de las residencias de ancianos sin dramatismos y con especial sensibilidad. El protagonista, infiltrado en una residencia de ancianos, resulta ser un «espía» muy humano, que sabe escuchar y consolar, un psicólogo que desde dentro ve la realidad que evitan los que están fuera y que tiene que lidiar con las nuevas tecnologías. ¿De dónde ha salido este personaje? Yo partí de la idea de que quería hacer una película sobre un detective privado. Ahí conocí a Rómulo, él trabajaba con un agente infiltrado mayor. Y el agente infiltrado mayor se rompió la cadera un poco antes de que empezásemos a filmar y entonces, efectivamente, él puso este aviso en el diario y llegaron muchas personas, entre ellas, Sergio Chamy. Al ver a Sergio me llamó la atención su empatía, su encanto, su capacidad de escuchar, como que tenía algo que iba mas allá de lo racional con lo que uno se conectaba y ese encanto es el que él tiene en la película. Yo creo que sí, que es el peor espía del mundo y tuve que convencer a Rómulo de que lo contratase, dándole razones de que era independiente y libre, de que no iba a tener a nadie que lo molestase. Se intuía que no era el mejor espía, pero sí un gran personaje para la película por su capacidad de escuchar y por estar dispuesto a los 83 años a vivir una experiencia nueva. A una edad en la que uno siente que los círculos están cerrados. Creo que eso es lo que admiré de Sergio y lo que le ayuda a entrar a este lugar. Es un psicólogo ante todo, que no maneja la tecnología y, a día de hoy, no es algo que le guste. La película está llena de detalles que van a resultar muy cercanos a cualquier espectador, y seguro que son muchos los que tienen algún familiar en residencias de mayores. Camisones y ropa marcados con los nombres de sus propietarios, iconografía religiosa, las manos de una anciana moviéndose con un realismo perfecto, alusiones a los fármacos, esa quetiapina que se menciona en una escena... ¿Cómo se documentó para contar esa realidad? Como es un documental, observamos mucho ese lugar. Fue un rodaje de tres meses y observamos cómo era ese mundo, cómo eran las situaciones. Además del caso, que era el eje central de la película, había un mundo de estos personajes secundarios que queríamos contar y que pasaba en las residencias. Era muy importante. Y yo partí con un prejuicio de ese lugar, ok ahora hay un caso, hay un delito y mi percepción fue cambiando en la estructura dramática de la película. Al ir conociendo ese lugar, una va aprendiendo cómo filmarlo y entendiendo cuáles son las imágenes que lo representan. Al pasar tanto tiempo con los personajes viviendo ahí, una sabe cómo documentar. En la residencia del filme hay muchas más mujeres que hombres, seguramente también en la realidad. La galería de personajes es conmovedora y, sobre todo, muy reconocible. Son actores amateurs. ¿Hubo casting? ¿Cómo fue trabajar con ellos? Es un documental, no hay actores, son todos personajes reales. Sergio es un personaje real, es un caso real y, efectivamente, este señor llegó por un anuncio en el diario y nosotros lo que hicimos fue decirle a la residencia que queríamos hacer una película de la tercera edad. Cuando llegó Sergio hicimos como que no nos conocíamos, aunque dijimos que nos queríamos focalizar en él. Son cien por cien todos reales. No hubo un casting, el de Sergio, con su llegada y sus entrevistas para hacer de espía era un trabajo real. ¿El elenco ha visto «El agente topo»? Y, si es así, ¿cómo han reaccionado? Sí, la han visto. Estaban nerviosos porque no sabían lo que habíamos grabado pero, les gustó al película. Sintieron que los reflejaba “a cabalidad”. El principal problema con el que ellos tenían que lidiar era el de la soledad de las personas mayores, pero en las residencias hay cosas buenas y cosas malas, aunque finalmente hay un rol que tienen las familias que no pueden suplir las residencias. Aborda un tema universal, el inexorable paso del tiempo y sus consecuencias: la vejez, para algunos la soledad y para muchos el ingreso en residencias porque en nuestra acelerada forma de vida no hay sitio para los mayores, ni siquiera para las personas que más queremos. La película sobre la vejez no tiene un discurso unívoco, parte de un señor que a los 83 años quiere trabajar. Hay personas de la misma edad que tienen demencia, personas que están activas, personas que están aisladas. No hay una lectura única pero sí hay una lectura sobre la soledad y el abandono y sobre una sociedad en la que las personas con dependencia no están integradas y pasa en muchos ámbitos, la dependencia también. Aumentó la expectativa de vida, pero no el deseo de vivir y, sobre todo, que hoy no lo tienen muchos mayores, especialmente los que terminan viviendo en los lugares en los que no quieren vivir y que otros toman las decisiones por ellos. Y ahí se encuentra una pregunta importante de la película, ¿cómo integramos a las personas que no son autosuficientes? «El agente topo» se llevó a cabo poco antes de la pandemia mundial del covid-19, donde en algunos lugares, como por ejemplo en el Estado español, han salido a la luz situaciones tremendas relacionadas con las residencias de ancianos, uno de los sectores más vulnerables físicamente ante el virus. Pero también se ha destapado que muchos de estos lugares están en manos de fondos buitre para sacar el máximo rendimiento económico y con grandes carencias organizativas. ¿Lo ha seguido? No lo he seguido en España, sé lo que ha sucedido en Latinoamérica con las residencias, aunque tienen capital privado, no como ahí –Estado español– que tienen fondos públicos y aquí (Chile) las del Estado han funcionado. Lo que sí puedo decir es que históricamente se ha construido un prejuicio sobre las residencias de ancianos y mi experiencia es que los casos que he visto tratan de hacerlo lo mejor posible, pero hay cosas que no se pueden suplir, nadie es perfecto. Pasa porque las instituciones se construyen también por las personas que deciden poner a sus familiares ahí, ¿entonces, cómo se continúa ese vínculo? Es la principal pregunta e incluso la misma fiscalización, quien hace la fiscalización de cómo están. Cómo los familiares pueden ir mirando qué pasa en esos lugares. Usted ya tenía un corto en el que una anciana de Errenteria recordaba su vida en una residencia de Chile, ¿no? Sí, yo tengo un corto que se llama “Yo no soy de aquí”. La Yusebe, que es de Errenteria, tiene Alzheimer y ella se vino a vivir como a los 20 años a Chile y cree que está viviendo en su localidad natal, pero está en una residencia en Chile. Me interesó que no tuviera el foco en las residencias, sino en la memoria y en que uno recuerda cuando olvida. Es el punto de vista del corto. Ella solo se acuerda de Errenteria y quiere ir a vivir allí. Ese corto está disponible on line en la web del “New York Times” y se llama “I am not from here”. Tiene 37 años, ¿cómo una persona tan joven es capaz de reflejar tan bien el mundo de los ancianos? Y, sobre todo, ¿por qué le interesa tanto? Me importa porque yo filmo el presente y es una edad en la que se sienten muchas cosas. El envejecimiento se siente, hay dilemas familiares, es el fin de una etapa… muchas acciones palpables y no hay un discurso único sobre la tercera edad. Y como hay tantas situaciones como personas ancianas existan, entonces creo que es un tema de nunca acabar. Me interesa cómo funciona la memoria, las relaciones humanas, darle voz a personas que muchas veces no tienen voz y que hemos ido aislando. Y también uno se pregunta cómo envejecer, cómo será mi yo de anciano. Como cuando piensas cómo serás de joven o adulto… pero no pensamos en nuestra vejez. En el anciano que nos gustaría ser. Y es una pregunta social clave para el futuro de todos. Su película participa en la sección Perlak con los filmes de Kiyoshi Kurosawa, Eliza Hittman, Michel Franco, Phyllida Lloyd, Yoon Dan-bi, Florian Zeller, Maïwenn y Susanna Nicchiarelli y opta al Premio del Público, uno de los más valorados por los asistentes a Zinemaldia. ¿Conoce sus trabajos? Es un honor estar en esta selección con cineastas que admiro. El Premio del Público es el más valorado, no solo por los asistentes, sino también por los directores, porque uno cuenta historias para el público, porque uno quiere hacer películas universales empáticas que entretengan y es una sección en la que se valora eso. Y para mí volver a compartir mi trabajo con el público es genial después de estos meses. Creo que ustedes tienen una idiosincrasia parecida a la chilena y estoy muy expectante por ver cómo reacciona la gente en la sala y cuál es el viaje emocional que la película los invita a vivir. ¿Cómo lleva lo de competir? Hay mucho cineasta que no entiende eso de puntuar filmes, mezclar géneros. En fin, se supone que es parte del espectáculo y del negocio. El Premio del Público en Donostia es uno de los más populares, entre otras cosas porque es la gente que ha pagado, e incluso peleado por una entrada la que vota, y le advierto que el personal tiene buen gusto. Se juega sobre seguro y terminan siendo las películas del año. Como directora no meto en mi cabeza la competencia, sino que post pandemia pienso en la idea de compartir y de ver esa experiencia en la sala que la perdí. Es una película que he tenido que presentar mucho on line, así que más que sobre la competencia me pregunto cómo va a ser el vivir y compartir la película con otros. Porque yo como directora aprendo mucho de las reacciones y estoy expectante y ansiosa por sentir eso. Bueno, algo ya sabe de esto. En el Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz hace cinco años ganó el Premio del Público por «La Once». ¿Estaba por aquí? ¿Cómo lo recuerda? Sí, estuve ahí para recibir el Premio del Público que, como he dicho antes, para un director es el más emocionante. La semana anterior también lo habíamos ganado en el Festival de Lima. «La Once» es una coproducción entre cinco países en la que todos los productores apostaron por hacerla universal y tenemos un grupo de productoras españolas que nos ayudaron también a que se entienda en otros territorios. En este caso, la coproducción, además de levantar la financiación, ayuda a que la película se entienda también en otros lugares. El Premio del Público implica qué universal es ese relato y esta experiencia de vida. Hablando de experiencias, una más reciente. ¿Qué tal le fue en Sundance con «El agente topo»? Fue la primera vez que la mostrábamos, tuvo muy buena prensa y un público en EEUU que gozó la película, se divirtió, se rió y nos permitió ver eso: el viaje emocional que la película invitaba a ver en un mercado difícil. Un público que está acostumbrado a ver eso, cierto tipo de documentales y esta experiencia es como estilísticamente nueva. Me gusta que me digas que el público de San Sebastián es un público que sabe, me intriga ver como se toman esta mezcla de géneros. ¿Un festival así significa un gran empujón? Sí, un gran empujón para entrar en el mercado americano. Para una documentalista latinoamericana es complicado entrar en ese mercado y Sundance nos abrió muchas puertas. Más allá de que también era una coproducción americana, pero fue un buen camino para ese territorio. «El agente topo» es una coproducción en la que intervienen hasta cinco países: Chile, Estados Unidos, Alemania, Holanda y el Estado español. Las coproducciones son cada vez multiproducciones, ¿es la única manera? ¿Es un mal momento para impulsar la industria? En este caso nos pasó algo insólito y muy único que fue que los cinco quisieron participar. Es como una reunión de la ONU para las decisiones importantes pero, sin duda, le da a la película universalidad. Admiro el trabajo de los productores y en mis películas previas han sido pura inspiración. Cada uno de los países aportó mucho creativamente. Usted se graduó en la Pontificia Universidad Católica de Chile. ¿Existe una nueva generación de cineastas chilenos? Admiro mucho a los chilenos porque entre todos hemos construido una industria versátil, donde cada uno tiene su voz y nos respetamos en ese sentido. Hay mucho cineasta que se luce y me gusta, aunque no nos imitamos. Siento que no podemos hablar de una cinematografía chilena en términos de forma, ni en términos temáticos, porque hay gran diversidad y es una industria que ha sabido convivir en esa diversidad. ¿Cómo ve el futuro del cine? ¿Continuaremos asistiendo a las salas o tienen los días contados ante el crecimiento de las plataformas de streaming? Siento que lo que va a pasar y lo que ha provocado la pandemia es una aceleración de la simultaneidad. Las salas de cine no van a dejar de existir porque hay gente que siempre va a preferir ir a ver una película a la sala, pero probablemente estará a la vez en streaming y tú eliges dónde la quieres ver. Esa simultaneidad de ventas que antes no existía es la que, sin duda, va a existir ahora. Es un gran cambio porque hay películas para ver en el cine y otras que puedes ver en casa y son públicos distintos. Le tenía mucho miedo a los streamings y lo que he vivido es que he tenido acceso a un público joven, a lugares donde no hay tanta sala y que no hubiesen ido a verla al cine de otra manera. Tanto para el público como para los directores, va a haber un cambio en las dinámicas, pero no el fin del cine, en ningún término. ¿Cuáles son sus referentes cinematográficos? Si los tiene. En realidad tengo varios, pero siempre nombro a Nicolas Fiber, que es un documentalista francés. Aprendí mucho de su observación y de la paciencia de observar, darle tiempo a los personajes para que puedan desarrollarse delante de la cámara. Es uno de mis grandes referentes. ¿Qué proyectos tiene entre manos y qué planes para el futuro? Tengo varios, pero con la pandemia se han ido modificando. Mis planes para el futuro son poder hacer películas que funcionen, la posibilidad de seguir filmando historias que me interesen. No lo digo yo, lo dice usted en boca de uno de sus personajes en «El agente topo»: ¿Es cruel esta vida después de todo? Sí, es cruel, pero también nos podemos reír. Eso pasa en “El agente topo”, vivimos una tragedia pero también vivimos momentos luminosos y ese contraste está en la cotidianidad, está en esa película y eso es lo precioso de la vida finalmente. «Para mí el cine es documental y el documental es una experiencia para poder vivir muchas vidas junto a la mía» «El principal problema es el de la soledad de las personas mayores. En las residencias hay cosas buenas y malas, aunque hay un rol que tienen las familias que no pueden suplir las residencias» «Me interesa cómo funciona la memoria, las relaciones humanas, darle voz a personas que muchas veces no tienen voz, que hemos ido aislando. Una se pregunta cómo envejecer, cómo será mi yo de anciano»