18 OCT. 2020 un bofetón cinematográfico a la sociedad «Historias del Kronen», 25 años de un frenesí salvaje y errante Veinticinco años después de su estreno, «Historias del Kronen» pervive en el imaginario colectivo como una obra que tuvo su mayor virtud en mostrar a una juventud de clase alta despreocupada y con nulas expectativas. Aitor Merino, que interpretó el papel de Pedro en la película de Montxo Armendariz, y el escritor José Ángel Mañas, autor del original y de su reciente prolongación, «La última juerga», aportan a 7K sus reflexiones en torno a lo que fue aquel fenómeno social. Koldo Landaluze Con tan solo 23 años, un escritor debutante llamado José Ángel Mañas pisó a fondo su acelerador creativo y estrelló su primera novela contra una sociedad, la de los noventa, que hasta entonces había hecho caso omiso a la carga explosiva que transportó aquella obra titulada “Historias del Kronen”. Aquel vehículo literario describía la mecánica cotidiana de un grupo de jóvenes madrileños durante un verano tórrido e intenso. Se trataba de una cuadrilla de jóvenes con criada en la cultura audiovisual y fascinada por la violencia, cuya conducta estaba regida por el capricho errante espoleado por las drogas, el sexo ocasional, los bares de copas, los conciertos rock y el frenesí de un coche acelerado al máximo. La publicación de “Historias del Kronen” tuvo un fuerte impacto social al exponer con crudeza la forma de vida y las opiniones de un sector de la juventud, que al parecer habían pasado desapercibidas hasta ese momento para sus mayores. Con este relato descarnado, Mañas había quedado finalista del prestigioso Premio Nadal en enero de 1994 –la ganadora fue Rosa Regás con “Azul”– y la por entonces referencial revista “Ajoblanco” la señaló como “La novela del NO HAY FUTURO tras la década socialista”. Con esta primera obra, que escribió en tan solo veintitrés días, Mañas generó una gran polémica y enfado en ciertos sectores de la sociedad, pero fue aplaudida por quienes se vieron descritos en sus páginas porque respetaba sus códigos de lenguaje, la geografía de sus noches y las perplejidades desoladas de sus personajes. La novela coincidía en el tiempo con fenómenos semejantes en otros países, como Estados Unidos, que abanderó el concepto de “Generación X”. Y, al contrario del país de las barras y estrellas en el que ya se habían escrito y filmado historias inspiradas en aquella generación perdida, en el ambiente literario estatal se vivió una situación encontrada debido a lo inusual de una propuesta que muchos relacionaron con el “realismo sucio” debido a que en la narrativa de “Historias del Kronen” se daban cita la viveza y la fluidez narrativa, la facilidad de los diálogos y la naturalidad en el uso de los argots urbanos. Y llegó la película. Montxo Armendariz se fijó en la novela y la trasladó al formato cinematográfico respaldado por el productor Elías Querejeta. Juan Diego Botto, Jordi Mollà, Nuria Prims, Aitor Merino, Diana Gálvez, Pilar Castro, Cayetana Guillén Cuervo y Eduardo Noriega integraban el joven reparto que participó en esta adaptación que se estrenó en 1995. Fue seleccionada para el festival de Cannes de ese año y recibió el premio Goya al Mejor Guion Adaptado. A pesar del gran éxito que cosechó, Mañas no se identificó con el enfoque de la película, aunque la película incluyera escenas tan icónicas –y que no aparecían en la novela–, como la de los jóvenes que penden del puente sobre el Paseo de la Castellana. Según reveló en su día el escritor, «Montxo Armendariz ha preferido hacer una crítica social, y yo lo respeto». Aitor Merino y su historia del Kronen. Nacido en Donostia en 1972, pero criado en las calles de Iruñea, el actor y director Aitor Merino ha participado en más de una veintena de proyectos cinematográficos. Como director, Merino fue nominado a los Premios Goya por su cortometraje “El pan nuestro” y, seis años más tarde y junto a su hermana, la también actriz Amaia Merino, estrenaron en Zinemaldia el excelente documental “Asier ETA biok” –Premio Irizar al Cine Vasco–, en el que aportó una interesante reflexión en torno a la lucha armada y la estrecha amistad que le une con el expreso político vasco Asier Aranguren. En 1995, el nombre de Aitor Merino figuraba en el reparto de “Historias del Kronen” y, veinticinco años después, el actor y director vasco aporta a 7K sus recuerdos en torno a un proyecto que marcó un punto de inflexión en su vida. Para Merino “Historias del Kronen” supuso «un antes y un después. Hacía cinco años que había dejado Iruñea para estudiar arte dramático en Madrid y acababa de terminar los estudios en la escuela de Cristina Rota. Tenía 21 años y trabajar a las órdenes de Montxo fue un regalo de la vida. Además, en aquella peli terminé de forjar una gran amistad con Armando del Río, Juan Diego Botto y Pilar Castro, que además coincidió que estudiábamos en la misma clase de la escuela de arte dramático y, a día de hoy, siguen estando entre mis mejores amigos. También con Montxo y Puy Oria hicimos una preciosa amistad que seguimos manteniendo. Eso no tiene precio». En cuanto a lo que supuso dicha película dentro de su faceta profesional, afirma que «a partir de ese momento mis ofertas de trabajo se multiplicaron. Yo, antes de que se estrenara, no imaginaba que fuera a tener semejante éxito, y menos entre la gente joven. Entendía que se trataba de una película para adultos, una invitación a que se asomaran a los rincones más oscuros de la juventud, pero fue la propia juventud la que llenó los cines. Fue todo un fenómeno social. En los medios de comunicación se puso de moda hablar de la “generación X”, la “generación K” –de Kronen– y toda una serie de nombres absurdos, tratando de descifrar qué era lo que distinguía a esa generación de las precedentes. De un día para otro pasamos del anonimato a ser los chicos y chicas del Kronen. Recuerdo que, justo en las semanas que se estrenó, Juan, Armando y yo estábamos haciendo teatro independiente y, como no teníamos un céntimo para hacer publicidad de la obra, íbamos los tres a la salida de los cines donde ponían la peli para repartir octavillas al público al terminar la proyección. El público que acababa de vernos en pantalla, sin tiempo de digerir las palomitas ni la dureza de lo que acababan de presenciar, se encontraba con nosotros en la puerta del cine repartiendo octavillas. Alguno que otro picaba y venía a vernos al teatro y eso nos hacía muy felices». “Historias del Kronen” pulsó las entrañas de la sociedad y derivó en una nueva situación que a ojos de Aitor Merino fue «un bombazo impresionante. Cada vez que entrábamos a un bar, el DJ ponía la canción ‘Chup Chup’ de Australian Blonde, que se hizo muy famosa gracias a la peli, y todos querían invitarnos a beber. Menos a mí, que me preguntaban si tenía bien los riñones, no fuera a darme un jamacuco como a mi personaje –ríe–. Hay que tener en cuenta que fuimos con la película a competir en la Sección Oficial del Festival de Cannes, algo que, a nivel de cine del Estado, después solo ha logrado Almodóvar. Fue tal bombazo que aquí seguimos, 25 añazos después, hablando de ella. Eso es algo increíble. Y creo que pasa con todas las películas de Montxo, que son tan buenas que pasan las décadas y siguen vivas en la memoria de muchísima gente. No solo en la memoria; se siguen disfrutando y debatiendo. Creo que es lo más grande a lo que puede aspirar un cineasta», asegura. Finalmente, y en relación al paso del tiempo, las reflexiones que legó la película todavía perviven en el imaginario colectivo. Merino añade que «hace poco volví a verla y creo que sigue hablándonos de nosotros mismos, como sociedad, con la misma lucidez. Es una película muy dura, un bofetón en toda regla a esos padres y madres que creían que sus hijos eran criaturas angelicales, pero en realidad se ponían hasta las cejas de farlopa o speed. Jóvenes que, en lugar de transgredir contra el poder, lo hacían contra nadie, por puro hedonismo y sin tener en cuenta el daño que podían causar a los demás. En estos 25 años han cambiado detalles del paisaje, pero el individualismo atroz del que nos alertaba “Historias del Kronen” no solo es aplicable a hoy en día, sino que me temo que, por desgracia, seguirá muy vigente en el futuro. Por otra parte, esos jóvenes madrileños de clase alta que retrataba podrían ser hoy, ya cercanos a la cincuentena, perfectamente identificables en personas de mi generación que carecen de otro ideal que el del dinero, el del sálvese quien pueda a codazos. Gente que, por cierto, tiene un grandísimo número de escaños en el parlamento español. Gente gris oscuro, gente con poder. Aquello de lo que alertaba la película hoy es una realidad». José Ángel Mañas. 25 años después, «La última juerga». El pasado año, José Ángel Mañas resultó ganador en la quincuagésimo primera edición del Premio de Novela Ateneo de Sevilla con “La última juerga” (Editorial Algaida), una novela con la que prolongó el imaginario que describió en su frenética y referencial “Historias del Kronen”. Nacido en Madrid en 1971, Mañas subvirtió por completo el paisaje literario con aquel crudo retrato generacional que escribió con tan solo 23 años y que, tras ser finalista del Premio Nadal de 1994, se convirtió en novela de culto, sobre todo después de la adaptación cinematográfica dirigida por Montxo Armendariz. Tras “Historias del Kronen”, asomaron a las librerías tres novelas de similar ambiente y contenido: “Mensaka” (1995), “Ciudad rayada” (1998) y “La pella” (2008), que, con “Historias del Kronen”, otorgaron sentido a una tetralogía que el propio Mañas define como «cuatro novelas punk o ‘nobela’ con ‘b’. Cuando empleaba este concepto siempre sonaba en mi mente una banda sonora en la que atronaban los Ramones y la Velvet Underground. Creo que en esos sonidos se definía a la perfección lo que supuestamente quería mostrar en mi literatura. Pensaba que era un buen símil que ayudaba a resaltar las cualidades estéticas –velocidad, autenticidad y crudeza– que persigo en la novela. Con el tiempo he seguido explorando las posibilidades de este símil iluminador y dándole más profundidad al concepto, que está resultando más serio y útil de lo que esperaba. Para mí una ‘nobela’ aglutina todos esos elementos heteroglósicos que la literatura novelesca de hoy excluye o entrecomilla. Todo ese ‘ruido’ –y por ‘ruido’ entiendo desde interferencias ortográficas hasta incorrecciones coloquiales y cualquier tipo de jerga o lenguaje obviado normalmente por la literatura– al que el auténtico novelista tiene que recurrir si quiere revitalizar e inyectarle sangre nueva a un género capacitado como ningún otro para darle forma artística al lenguaje vivo». En relación a lo que supuso el reencuentro con el imaginario Kronen, Mañas revela a 7K que «siempre me pedían una continuación de ‘Historias del Kronen’. Parece que la gente se quedó con ganas de saber más pero fue tal el éxito que logró la novela que me sentí apabullado por todo. Quería abandonar ese universo y buscar nuevas vías. Incluso llegué a renegar de todo aquello o, al menos, marcar una gran distancia. Por ese motivo, he encontrado un pequeño refugio creativo abordando otros géneros como el ensayo o la novela histórica. Pasado el tiempo y con la perspectiva que otorga la distancia, creí que merecía la pena retomar esa ruta que me he planteado como un juego pero respetando al máximo las constantes que impulsaron la creación de ‘Historias del Kronen’». Para el autor esas constantes se resumen en «un estilo que quiere ser subversivo y que encuentra su ruta entre tonalidades gamberras, desenfrenadas, humor negro y, por supuesto, subrayando un poco la mala leche». A estas tonalidades se ha sumado un oportuno toque de tragicomedia ya que, en opinión de Mañas, «el tiempo y la conducta han dejado su huella en el personaje de Carlos, que siempre fue fiel a su viaje salvaje por la vida. Ahora es él la voz narradora de ‘La última juerga’. Está sentenciado por un cáncer terminal y se reencuentra con Pedro, el menos enloquecido de aquel grupo de amigos. Juntos, cual ‘Hermandad de la Costa’, optan por dejar en casa su brújula para embarcarse en una última juerga que los aleja de Madrid. Este elemento también quería incluirlo en el libro, desprotegerlos de la escenografía de Madrid y ubicarlos en otro entorno que me permitiese destacar lo errático que suponía este viaje y colocarlos ante la demoledora realidad de que ya no tienen 25 años». Finalmente, y en relación a la propia ruta que sigue “La última juerga”, su autor revela que «lo ignoro. Recuerdo que hubo mucha gente que me dijo que ‘Historias del Kronen’ no era literatura, que era cine. Montxo Armendariz aportó su mirada personal a lo que yo escribí y me resultó muy interesante y enriquecedor, porque otro creador aportaba y enriquecía lo que yo había escrito mediante un lenguaje diferente. Después fueron adaptadas ‘Mensaka’ y ‘Soy un escritor frustrado’. Hoy en día ha irrumpido con una fuerza abrumadora la opción de las series que, cuando yo era más joven, siempre habían sido consideradas como algo muy inferior en calidad al medio cinematográfico. La distancia que otorga una serie a una novela puede resultar una opción muy interesante».