25 OCT. 2020 ARQUITECTURA Entre los árboles IÑIGO GARCÍA ODIAGA En el histórico campus de Franklin & Marshall College, el nuevo edificio de Artes Visuales toma forma como un pabellón elevado que va esquivando las copas de los árboles centenarios que hacen famoso este campus. Este nuevo equipamiento del Franklin & Marshall College en Lancaster (Pensilvania, Estados Unidos) comenzó su andadura con el proyecto de Steven Holl Architects en el año 2016, y acaba de terminarse. El proyecto pretende ser un nuevo destino para todos los estudiantes, y por este motivo los espacios del edificio tienen como objetivo evocar una cierta energía creativa que aglutina la enseñanza y la creación artística. El Franklin College se fundó en 1787, en el solar de una antigua fábrica de cerveza. La escuela se estableció como una nueva sede de una universidad alemana, cuyo objetivo era promover las mejoras en las artes y las ciencias desde una visión política, en la idea de que son las únicas vías que pueden hacer que las naciones sean respetables, grandes y felices. El nuevo edificio pretende activar el extremo sur del campus como un nuevo punto de interés. El edificio proyectado por Holl presenta con una geometría especial, que curva sus fachadas y deja un espacio de cortesía con respecto a los árboles centenarios del campus. Además, sus tres pisos que se dibujan gracias al despiece de un revestimiento ondulado y traslucido en la parte superior, crean una fachada luminosa que permite la entrada de luz en los espacios de estudio y logra un excelente rendimiento térmico. Una suave rampa exterior conecta el eje urbano principal, la calle Old Main, con la entrada del segundo piso del nuevo edificio, justo encima de la entrada de la planta baja que da al jardín de la escuela de arte. Haciendo honor al lema del campus “Lux et Lex”, el nuevo anexo se concibe como algo ligero o liviano, como un complemento, y en contraste con la arquitectura de ladrillo más pesada del campus original de 1856. Los árboles de gran diámetro, los elementos más antiguos del campus que forman un bosque de 21 hectáreas, son el generador conceptual de la geometría del edificio. Como construcción liviana, su piso principal se eleva hacia los árboles, dejando el nivel del suelo más poroso y abierto tanto hacia el resto del campus, como hacia el cercano Parque Buchanan. Los reflejos del edificio suspendido en la noche, que además brillan en el agua de una gran piscina reflectante, se suman a la articulación especial y efectista de este lugar. Los 3.000 metros cuadrados del inmueble quieren ser el centro de la vida creativa en el campus y en sus espacios reunir a estudiantes de diversas culturas para colaborar en proyectos de arte. En la planta baja, un auditorio y un conjunto de galerías atraen a la comunidad circundante de Lancaster para interactuar con el centro en torno a eventos y exposiciones de arte. Los estudios de escultura, que involucran objetos pesados, están adyacentes a la carga y descarga de la planta baja y a un patio de esculturas al aire libre. Los laboratorios digitales están ubicados debajo del nivel del suelo, enterrados, debido a su necesidad de oscuridad y reciben un mínimo de luz diurna gracias a lucernarios puntuales. Los estudios del segundo piso, para dibujo, diseño, grabado, pintura, carpintería y cine, se organizan de manera eficiente en torno a un lugar de reunión comunitario para los estudiantes que también funciona como un espacio para presentaciones informales. Todos los estudios reciben luz natural a través de la fachada translúcida y tienen unas ventanas de operables que permiten una visión directa de las copas de los árboles. Arquitectura post covid. Desde un punto de vista constructivo, los dos pisos superiores se asientan sobre una base de hormigón que resuelve la planta baja, y que construye los espectaculares voladizos y la geometría arqueada con cierta precisión y economía de medios. Sobre esta estructura a modo de puente, una estructura más ligera resuelve la envolvente de las plantas superiores ligadas a la luz y a los árboles. A pesar de las restricciones generadas por la pandemia, el edificio continúa en uso, y es que su planteamiento se adapta naturalmente a las necesidades del covid, tales como el distanciamiento social y la gran ventilación. Al ofrecer un generoso espacio social y de circulación, con dos entradas principales en diferentes niveles, permiten el flujo de personas en un solo sentido cuando es necesario; y gracias a sus grandes aberturas todos los espacios se llenan de luz natural y ventilan naturalmente, además de contar con terrazas al aire libre. La conexión de esta arquitectura con el entorno verde del campus, similar a un parque, permite trabajar en él como si se estuviese dentro de la naturaleza, un camino que la arquitectura post covid deberá investigar con mayor fuerza.