7K - zazpika astekaria
EDITORIAL

Despertarse cada segundo en un sueño arrollador pero apasionante


Existe una frase que a lo largo de esta pandemia no ha dejado de repetirse en diferentes lugares y momentos, sobre todo cuando el peso de la responsabilidad se ha colocado sobre las espaldas de la ciudadanía. «Esto nos ha hecho mejores personas», se ha oído pronunciar en numerosas ocasiones. Y su interpretación es diversa, tanto como las personas que cruzan ahora mismo las calles de nuestro país máscara en boca.

Y es que el 2020 ha sido un año de sorpresas, de imprevistos, de un sueño que nos ha arrollado a todos de un día para otro, un sueño que llegaba como una neblina desde el este del planeta, como algo lejano –y ajeno–, pero que para cuando nos hemos dado cuenta nos ha arrebatado el confort en el que nos habíamos acostumbrado a vivir. Un confort ficticio, sí, pero que nos ayudaba a creer mantener cierta armonía como sociedad, aunque las miserias siempre han sido miseria, aquí y en China.

Acaba el año y es hora de hacer balance, aunque no haya ganas, aunque el hastío se haya apoderado de nuestra vitalidad, de nuestra fuerza y de nuestra paciencia, también hay que decirlo. Pese a que el balance ya lo llevemos haciendo desde que el pasado mes de marzo nos encerraran en casa, desde que nos obligaran aún más a respetar reglas que en ocasiones nos parecieron abusivas y arbitrarias, pero que en nuestras conciencias se marcaron como necesarias, necesarias para dar salida a aquel torbellino en el que nos habíamos visto envueltas. El balance puede presuponerse general, más si recordamos el dicho que anhela que «acabe el 2020 de una vez», cual año fatídico en nuestras vidas. Y lo ha sido, sí. Hemos perdido a seres queridos, hemos vivido el aislamiento, el miedo y la confusión. Hemos sufrido. Pero también hemos crecido y caminado sobre un terreno al que se le califica como histórico. Ha sido un paso más en nuestras vidas, a nivel colectivo e individual, y todo indica que lo seguirá siendo el próximo año en el que entraremos en pocos días.

El mundo se ha paralizado con un virus infernal que se ha llevado la vida de miles de personas en todo el planeta, y que ha conseguido captar la atención de todos los medios de comunicación, todas las personas, todas las reflexiones. Pero el mundo es mundo y renunciaría a su existencia si dejara de rotar sobre su eje. El tiempo no ha podido pararse, las agujas han continuado con su tic-tac, más lento de lo que hubiéramos deseado, pero no han dejado de marcar las horas. Es por ello que ese sueño que nos ha arrollado también ha dejado momentos apasionantes, que en esta situación han podido traducirse en humanidad y solidaridad. Gestos que hemos apreciado sobre todo a nivel local, pero que han llegado a copar las esferas más universales. Y ahí es donde reside la pasión, en sentir que continuamos siendo seres vivos que se mueven por sus sentimientos y que, a pesar de tener que acostumbrarnos a convivir con un virus tan virulento, continuamos ejerciendo de personas, de seres humanos, ante adversidades, injusticias y golpes bajos que trae la vida, sea cual sea el año en el que vivamos.

El 2020 se va y seguimos más despiertos que nunca. Porque seguimos soñando con una sociedad crítica, capaz de profundizar cada vez más en un pensamiento colectivo, un conjunto de gentes diversas que cree en la justicia social, que desaprueba la marginación y el racismo, que pone altavoz a los más necesitados y que lucha por los derechos de las mujeres. Una sociedad que hace latir, que retumba en las entrañas del propio planeta, que hace que la tierra que pisamos sea algo vibrante, que se mantiene despierta cada segundo dentro de un sueño arrollador pero a la vez apasionante. Y que permanece a la espera de la llegada de un nuevo año, un nuevo ciclo, que no será el último ni el primero que traiga desgracias, pero también muchas alegrías. Y muchas ganas de seguir inyectando vitalidad por las venas de cada una de nosotras. Porque de eso depende el avance, de seguir, seguir caminando sobre esos lugares insólitos que nos presenta la propia vida.