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2020: AHAZTU NAHITIK GOGORATZEKO URTEA

Un año para reivindicar la ciencia y la industria de la vida


La imagen de los primeros días de confinamiento en el Estado español era la de un científico dirigiéndose a la población apocado entre policías y generales enmedallados. La decisión de sacar al Ejército para contener un virus decayó de puro machismo trasnochado e infantil. Si acaso la crisis del coronavirus se pareció en algún momento a una guerra, el frente estuvo en los cuidados a la gente más vulnerable y en los hospitales. En los sectores sanitario y sociosanitario, cuyos empleos mayoritariamente son desempeñados por mujeres. Hay más médicas que médicos.

Mientras todo esto sucedía, los mejores científicos dejaron aquello en lo que trabajaban para ponerse a estudiar al SARS-CoV-2. En cuestión de semanas, empezaron a publicarse decenas y luego miles de artículos. Pronto todos los periódicos comenzaron a abrir sus portadas con estudios sobre microbiología a nivel celular, con promesas de antivirales, con gotículas y aerosoles, con virus recombinantes y ARN mensajero. Cierto es que el gremio periodístico, acostumbrado a pasar por alto estas materias, no acertó a veces en cómo había que comunicarlas, generando confusión que se añadió al fenómeno de las noticias falsas y a las propias contradicciones de la investigación científica, que siempre avanza refutando hipótesis previas.

Para finales de año, los militares desaparecieron de la lucha contra la epidemia, en favor de sanitarios, virólogos y de las vacunas que comenzaban a cerrar su fase 3. En consonancia con esto, las distintas potencias mundiales jugaban una geopolítica diferente, centrada en el suministro de vacunas, con EEUU, China y Rusia como principales actores. Y, en la trastienda, India encabezaba el movimiento clamando por la liberación de las patentes de estos nuevos fármacos, al que se resistían Europa, Rusia, EEUU y Japón, pero no China. A cierre de año, no parecía que la sensata postura de India fuera a imponerse. A pesar de ello, resulta todo un alivio pensar que el tablero de las hegemonías mundiales se juegue, por una vez, con las reglas de la industria de la vida y no con las de la industria de la muerte.