Desde el presente
El arte ha cumplido diferentes funciones a lo largo de la historia. Desde la trasmisión de creencias hasta la representación de sucesos mitológicos. La utilización de la imagen permitía llegar a públicos de diversos perfiles posibilitando una comunicación mucho más accesible y sin necesidad de ninguna formación específica. También servía como difusión de estructuras de poder así como de las normas imperantes en cada momento. Cada nueva fase de la historia supone también un cambio en la propia forma de entender la cultura. Lo que nos marca como sociedad nunca se aleja de aquellos relatos de los que se nutre nuestra creación. Es por eso que distinguimos entre los diferentes periodos del arte, para entender los contextos a los que nos referimos cuando nos acercamos a ellos. Sin embargo, al igual que a día de hoy accedemos a contenido creado hace mucho tiempo atrás, libros, obras de teatro e incluso películas, no debemos omitir la manera en que desde nuestro presente leemos aquel legado que conservamos.
Las instituciones museísticas y las pinacotecas realizan una labor de almacenamiento y cuidado de una herencia cultural que nos pertenece. Nuestro modo de ver una creación contemporánea, no parece la misma cuando se trata de una pieza de arte clásico. Sin embargo y por más que sepamos que su relación con la época en la que han sido creadas es diferente, nuestra mirada se encuentra con un estímulo que nos produce diversas emociones. Una obra que causa una interferencia en nuestra percepción a pesar de formar parte de unos códigos diferentes a nuestro momento vital. Esta capacidad de un objeto, pintura o dibujo de alterar por un instante nuestra realidad es, sin duda, una de las grandezas de la creación artística. Ser capaces de mirar al pasado cultural sin renunciar a la capacidad analítica que nos da el presente, es la mejor manera de conformar una mirada crítica para el futuro.
El pasado julio, el Museo de Bellas Artes de Bilbo presentó una serie de donaciones recientemente incorporadas a su colección. Entre ellas se encontraba el mural “Lemoiz Gelditu”, que se expuso el pasado noviembre en la sala 32 del museo y que podrá visitarse hasta el próximo 1 de febrero del año 2021. La pieza está compuesta de doce paneles cuyo montaje final alcanza un imponente tamaño de más de 7 metros de largo por 4 de alto. La obra data de 1980 y fue creada por Vicente Ameztoy (Donostia, 1946-2001), José Luis Zumeta (Usurbil, 1939-Donostia, 2020) y Carlos Zabala “Arrastalu” (Irun, Gipuzkoa, 1952). Los artistas fueron invitados por el movimiento antinuclear vasco a unos encuentros populares en contra de la construcción de la central nuclear. Durante aquellas jornadas y sobre unos andamios, la pintura fue creada en directo a la vista del público y llega hasta nuestros días como una constancia de la trayectoria de los movimientos sociales en Euskal Herria así como del compromiso político de algunos creadores. La obra utiliza un lenguaje muy cercano a la gráfica popular para representar a personajes identificables con los organismos de poder tales como el ejército o los poderes económicos que se sientan alrededor de una gran mesa. En ella, varias serpientes con banderas dibujadas en su piel conquistan la naturaleza mientras diminutos activistas intentan pelear contra ellas.
El Museo de Reproducciones de Bilbo acoge hasta el próximo 29 de enero la exposición “20 cuerpos 20 artistas”. Esta institución alberga réplicas exactas de las esculturas clásicas más reconocibles. En esta ocasión el proyecto comisarial de la muestra propone enfrentar algunas de estas creaciones con trabajos realizados por artistas contemporáneos afincados en nuestro territorio. La intención es crear una reflexión sobre la representación del cuerpo y proponer una lectura disruptiva con la definición de lo canónico. Entre el elenco destacamos nombres como Zigor Barayazarra, Zuhar Iruretagoiena o Ixone Sádaba.