7K - zazpika astekaria
SORBURUA

Nieve sobre hojas y ramas


Con la tormenta Filomena, Madrid ha perdido miles de árboles. He visto pinos, laureles, plátanos, cedros con las ramas desgajadas, pero sobre todo hileras de aligustres, el ornamental Ligustrum lucidum, un arbolito perennifolio de fácil cultivo y que va muy bien en calles estrechas y con mucho tráfico.

El aligustre tiene ramas abiertas con hojas grandes y lustrosas; también flores blancas perfumadas al comienzo del verano. Su olor es realmente fuerte, por eso a algunas personas les gusta y a otras les desagrada. En otoño se adorna con bayas negro-azuladas, muy apreciadas por los pájaros, que con su peso arquean las ramas. Otra cualidad es que soporta bien los suelos pobres con buen drenaje y además tolera el calor y la sequedad. Responde bien al corte y se utiliza como árbol en paseos o como seto medio-alto y corta vientos. Es excelente por la rapidez de crecimiento y su densidad.

Sin embargo, después de la gran nevada, los aligustres no pudieron soportar el peso de la nieve en sus hojas: las ramas se rompieron, rajaron y cayeron sobre coches y calzadas. Ahora, tras una poda drástica, lucen muñones con dos o tres ramas como dedos señalando a lo alto. Todo porque la naturaleza no les preparó para la nieve y no perdieron sus hojas como sucede con los plátanos, árboles caducifolios que pierden las hojas y han salido en su mayoría con destrozos menores.

Como sabemos, las frondosas reducen su actividad al final del verano, cuando aparecen tonalidades amarillas, naranjas y marrones antes de perder las hojas. Se calcula que en los grandes árboles caducifolios, como robles y hayas, al perder sus hojas desaparece una superficie de 1.200 metros cuadrados. Así, con las nevadas copiosas, los copos caerán al suelo en su mayoría y en la menor superficie de las ramas. Este peso es escaso y las roturas, si se producen, serán bien toleradas por el árbol.

En el caso de las coníferas, 170 millones de años más viejas que las frondosas, la evolución les ha hecho adaptarse: conservan el verde de sus hojas sin preocuparse de renovar cada año; sus acículas apenas presentan superficie ante la nieve y además están envueltas en una capa de cera anticongelante. El resultado es que están bien preparadas para las nevadas.