Berta Garcia
CONSUMO

Contratación telefónica

Este tipo de contrataciones forman parte de los llamados “contratos a distancia” que gozan de una normativa específica, además de la referente a la contratación general. Cada vez más, como consecuencia del acceso a las nuevas tecnologías, las empresas optan por esta fórmula en la que no es necesaria la presencia física simultánea de las partes contratantes, e intervienen algunas de las técnicas de comunicación como el teléfono, internet, fax...

Como todo en consumo, tiene sus pros y contras, dependiendo en gran medida de qué grupo social se trate, porque la vulnerabilidad no la marca solo la capacidad económica de la persona consumidora, sino otros factores como la edad, la capacidad cognitiva, etc. En estos tiempos de poca comunicación social está pasando con frecuencia, por ejemplo, la proliferación de llamadas comerciales de una operadora de telefonía, gas, luz o compañía de seguros que, además de hacer suya la frase de que «lo malo de la publicidad es que solo habla de las cosas buenas», no facilitan los documentos por escrito, ni advierten algo importante como es el derecho al desistimiento en los catorce días posteriores a la contratación.

Por escrito. Una cosa es segura y es la existencia de normativa suficiente; lo peor es el incumplimiento de la misma y eso es el pan nuestro de cada día. Por eso es importante que se conozca el abecé básico de las compras a distancia. Así, en los casos en que sea la empresa la que se ponga en contacto telefónico con la persona consumidora para llevar a cabo la realización de un contrato a distancia, deberá confirmar la oferta por escrito, o en cualquier soporte de naturaleza duradera. La persona consumidora solamente quedará vinculada una vez que haya aceptado la oferta mediante su firma o mediante el envío de su acuerdo por escrito que, entre otros medios, podrá llevarse a cabo mediante papel, correo electrónico, fax o sms.

Sobre todo, y a modo de cierre, asegurarse bien de quién es nuestro interlocutor para no dar datos bancarios al enemigo, porque al final lo barato sale muy caro.