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SALUD

Interacción fármaco–nutriente


Dado que nuestra tendencia demográfica como sociedad es que sigamos envejeciendo pero, a la vez, conservemos una larga expectativa de vida, no es extraño que requiramos cada vez más fármacos durante prolongados períodos de tiempo. Esto puede ser muy útil, pero nunca está exento de riesgos, así como no lo está en relación a nuestra alimentación y estado nutricional. En este sentido, existe un fenómeno no demasiado conocido y al que, la mayoría de las veces, no se le da la importancia necesaria y es la interacción fármaco-nutriente o viceversa. La frecuencia de este fenómeno es mucho mayor que la interacción entre distintos fármacos, ya que los alimentos son, con gran diferencia, la sustancia que más se asocia con la administración de medicamentos.

Una interacción fármaco-nutriente se define como una alteración en las propiedades de velocidad o fuerza de un fármaco o de un nutriente, o bien una alteración en el estado nutricional como consecuencia de la acción de un fármaco. El problema es que aunque las interacciones con consecuencias fatales documentadas son muy pocas, otras sí constituyen un problema significativo en la práctica clínica, ya que son una frecuente causa de efectos adversos imprevisibles o de alteraciones en la respuesta farmacológica esperada, pero dado que estos efectos son sutiles en su manifestación, resultan muy difíciles de detectar e identificar.

Estas interacciones de los medicamentos sobre los alimentos pueden clasificarse en dos: La absorción y utilización de un nutriente se ve afectada por la administración anterior o simultánea de un medicamento o los efectos de un medicamento se ven modificados al interactuar con alimentos o nutrientes. En este caso, se dan cambios en la cantidad del fármaco absorbido y puede tener como consecuencia una potenciación excesiva o un antagonismo (efecto contrario al esperado) del efecto del fármaco.

Algunos de los ejemplos más conocidos de este fenómeno son: cuando se deben tomar sales de hierro como tratamiento de una anemia por ejemplo, es muy importante tomarlas preferentemente en ayunas o asociadas a vitamina C y a la fructosa ya que la vitamina C aumenta la absorción del hierro. Por el lado contrario, si se toman con café, té, espinacas, pasas, granadas, caquis, membrillo o manzana verde (ricos en taninos) o leche (rica en calcio) o junto con alimentos ricos en ácido fítico, como cereales integrales y derivados, legumbres, semillas y frutos secos el hierro se absorbería peor puesto que éstos nutrientes, disminuyen su absorción.

Otro de los más comunes puede ser el zumo de pomelo que inhibe la acción del CYTP450 intestinal, una proteína metabolizante presente en la mucosa del intestino delgado lo que produce un aumento de la presencia y absorción de algunos fármacos como la carbamacepina, un fármaco anticonvulsivo y estabilizador del estado de ánimo utilizado, principalmente, para controlar las crisis epilépticas o de la ciclosporina, un fármaco inmunosupresor. Tomar el antibiótico Tetraciclina junto con alimentos ricos en calcio, puede facilitar la formación de precipitados y que afecte a la absorción de ambos, medicamento y nutriente. Respecto a las interacciones medicamento-alimento, son interacciones especialmente problemáticas con el empleo de fármacos de uso crónico y en poblaciones sensibles, como los ancianos. Sobretodo afectan la absorción del nutriente, afectando por último, a su estado nutricional.

Entre los ejemplos más comunes están: el Bicarbonato sódico utilizado comúnmente como antiácido, reduce la absorción del ácido fólico. Igualmente interfiere en la formación del ácido fólico el Metotrexato, un agente inmunosupresor utilizado para el tratamiento de diversas patologías de tipo oncológico y también de tipo inflamatorio. Las Biguanidas, antidiabéticos orales para el tratamiento de la diabetes mellitus, interfieren en la absorción de la vitamina B y la Fenitoína, medicamento antiepiléptico, altera el metabolismo de vitamina D y la absorción de folatos.

A la luz de estos datos, resulta muy recomendable leer los prospectos de los medicamentos, preguntar al médico, farmacéutico y dietista-nutricionista, si vamos a necesitar tomar de forma prolongada un fármaco determinado, puesto que, puede afectar significativamente nuestro estado nutricional, salud y calidad de vida.