Berta Garcia
CONSUMO

Índice de reparabilidad

El Ministerio de Consumo español está desarrollando un índice de reparabilidad que clasificará a los productos eléctricos o electrónicos. La iniciativa consiste en la creación de un sello que acompañará al producto en su embalaje y que ayudará a los consumidores a tomar mejores decisiones en el momento de la compra.

El índice de reparabilidad consiste en una clasificación de los aparatos eléctricos y electrónicos en una escala de cero a diez puntos que se otorgan en base a cinco criterios objetivos. Para calcular el índice, se tendrá en cuenta la documentación proporcionada por el fabricante para la reparación y la facilidad para desmontar el producto.

También sumará en el cálculo la disponibilidad de piezas de repuesto, la relación entre el precio de las piezas de repuesto y del producto original, así como otros criterios específicos en función de la categoría AEE (asistencia y facilidad en el reinicio de software). Serán los propios fabricantes o importadores quienes calculen el índice de los aparatos eléctricos o electrónicos que comercialicen, de acuerdo con los parámetros establecidos. Las autoridades de Consumo y de Vigilancia de Mercado serán quienes supervisen que el etiquetado es correcto.

La obsolescencia programada. La iniciativa es buena y en el Estado francés se adelantó para el 2020, ya que servirá para contribuir a promover la circularidad de la economía, haciendo que se le saque el máximo partido a lo que se compre. Además, ayuda a que se generen menos residuos, menos emisiones y que exista menos demanda de recursos naturales. Asimismo, la medida busca otorgar a los consumidores información sobre su derecho a reparar y a no tener que desechar un producto que haya dejado de funcionar pero que podría seguir siendo útil.

Si bien desde el Ministerio de Consumo la medida supone una ventaja también para las empresas, para diferenciarse por criterios de sostenibilidad ante un consumidor cada vez más concienciado al respecto, al sector no le hace ninguna gracia renunciar a los jugosos beneficios que obtienen de la obsolescencia programada.