Tributo a los escultores de la forma y a su inmortal patrimonio textil
En 2020 se celebró el 125º aniversario del nacimiento de Cristóbal Balenciaga. Este 2021, el museo dedicado al modisto de alta costura más importante del mundo cumple diez años. En ese marco han planteado una exposición especial, la primera que preparan con una colección externa, abriendo un diálogo con otro creador. Se trata del parisino Azzedine Alaïa, uno de los primeros coleccionistas que intuyó el valor patrimonial de la obra de Balenciaga.
Organizada junto con la Fundación Azzedine Alaïa, “Alaïa & Balenciaga. Escultores de la forma” se podrá visitar hasta el 1 de noviembre en el museo de Getaria. Es un proyecto interesante porque de todas las piezas que se muestran ninguna ha sido presentada antes en el museo; de hecho, ninguna está en su colección. Además, según resalta la directora del centro, Miren Vives, lo consideran «un punto de partida para empezar a modificar o ampliar» los propios discursos expositivos.
Donostiarra de nacimiento y licenciada en Económicas por la Universidad de Deusto, Vives lleva las riendas del Museo Cristóbal Balenciaga desde 2014, cuando relevó a Javier González de Durana. Charlaremos con ella sobre esta última muestra, haremos balance de esta década, nos explicará dónde conecta Balenciaga con los valores de nuestra sociedad, cómo perdura en el tiempo una prenda que por definición es efímera… y, sobre todo, nos transmitirá que «merece la pena alegrarse» con los proyectos.
Para el Museo Cristóbal Balenciaga ha sido un comienzo de año mejor que el que tuvieron el año pasado, pero aun así «está siendo duro». Por ejemplo, con la pandemia el flujo de las donaciones de piezas y de nuevos testimonios de las personas que se acercan a compartir el legado se ha visto dificultado y se ha reducido. En cuanto a las visitas, en 2020 estaban llegando a cifras del 40% de lo que solía ser su público, concentrándose casi todo entre junio y octubre.
Un porcentaje altísimo del público ha sido local. La última Semana Santa el aforo ha estado prácticamente completo a diario y las visitas han venido de Araba, Bizkaia y Gipuzkoa. «Estamos muy contentas por esa parte. Normalmente tenemos un porcentaje de público internacional más amplio (un 40%), otro 20% suele ser local y el resto proviene del Estado español».
El modisto de Getaria Cristóbal Balenciaga.
Lo que aporta en nuestra sociedad. Balenciaga (Getaria, 21 de enero de 1895 - Xàbia, Alicante, 23 de marzo de 1972) trabaja en un contexto especial, no solo de lujo, también histórico y social, desde las primeras décadas hasta mediados del siglo XX. Y el museo explica a Balenciaga en su contexto, haciendo de puente y transmitiendo lo que aporta y puede aportar en nuestra sociedad actual. «Nuestra labor, además de difundir sus aportaciones a la moda, es actualizarlas y relacionarlas con los valores de nuestra sociedad. El ejemplo más concreto puede ser la sostenibilidad. En tiempos de Balenciaga no se hablaba de la sostenibilidad de la moda porque no era una preocupación, pero extrapolamos la manera de trabajar de Balenciaga en muchos aspectos y resulta que coincide con lo que podríamos llamarle hoy slow fashion: productores locales, artesanía, trabajo personal… Este tipo de traducciones también son misión del museo, sobre todo para públicos más jóvenes», indica Vives.
También resalta la faceta empresarial del couturier, que llevó varios negocios consecutivos. Se enfrentó a dificultades en tiempos muy complicados, en guerras y postguerras, y mantuvo sus casas durante más de 50 años con muchísima gente dependiendo de él. «La capacidad de asumir riesgos, de rodearse de gente con talento; de seleccionar, formar, generar lealtad, tanto entre sus trabajadores como entre sus clientes; y de internacionalizar, son valores interesantes para lo que estamos viviendo hoy en día».
Pero, ¿cuáles son las características que le hacen intemporal? Con respecto a su trabajo, Balenciaga es «riguroso, consistente en el sentido de que cuando ataca un tema creativo lo va desarrollando poco a poco hasta llevarlo al extremo a lo largo de muchos años. Explora sus ideas, las trabaja hasta conseguir algo revolucionario. Esa consistencia y ese rigor, además del dominio, es lo que le da esa cualidad atemporal».
Las dos primeras piezas son de Balenciaga (de 1938 y 1940) y la tercera, de Alaïa (de 1986). Se muestran en la exposición dedicada a la relación entre los dos modistos.
«Me lo pondría ya mismo». Cristóbal Balenciaga «se distingue por tener sus propias ideas, filosofías, fuentes de inspiración, incluso obsesiones, que van dibujando un ideal femenino que responde a sí mismo y no tanto a lo que está en el exterior. De esa manera se adelanta a las tendencias y las crea». Por esa manera de hacer y esa capacidad técnica y creativa ha sido y es fuente de inspiración para muchos otros creadores y creadoras que han venido después. Por eso creemos reconocer su impronta en la moda actual.
Sus vestidos siempre están de moda. En las visitas al museo es un comentario recurrente: «esto me lo pondría ya mismo». Su legado está presente en la moda, porque nos resulta familiar. Desde el punto de vista del museo, como estamos hablando de creaciones que están al otro lado de la vitrina, han dejado de ser moda y ya son otra cosa: patrimonio textil. «Su valor de uso ha desaparecido pero tienen una serie de valores asociados: culturales, patrimoniales, técnicos, creativos, de obra derivada, porque a partir de ahí se han generado otras obras como fotografía de moda muy interesante que le conceden un valor patrimonial», explica Miren Vives.
«Al ser la moda un elemento totalmente integrado en nuestro día a día y, además, absolutamente necesario, intentamos que cuando las personas están en el museo den un paso en un espacio un poco desconocido y que intenten interpretar que lo que están viendo no es el armario de nadie. Ya no. Ahora son obras que se tienen que contemplar desde otras perspectivas. Se trata de que pensemos cuándo se hizo, por qué, cómo, qué era lo que se llevaba y qué aporta, cómo era la mujer que llevaba esa obra… Todo un recital de otros valores culturales que nos está transmitiendo esa indumentaria», mantiene Vives.
¿Cómo perdura en el tiempo una prenda que por definición es efímera? Cada una tiene una historia. Cuando el modisto de Getaria está activo genera casi doscientos modelos por temporada. Después las clientas compran algunos, otros no. Hay clientas a las que hace modelos a medida. Esos modelos a medida entran en su guardarropa para esa temporada y en algunos casos para más de una temporada.
Del armario a los museos. ¿Qué ocurre después con esos trajes? «Puede ocurrir cualquier cosa. En el momento de adquirirlo la clienta lo valora por lo que cuesta y porque vestir un Balenciaga ya en su tiempo significaba algo: una calidad, un estatus… Pero no lo valora como algo que perdura en el tiempo. Lo que hace es darle un uso y cuando el uso se acaba hay mil posibilidades: algunos lo guardan, otros lo regalan o lo transforman… Como ocurriría con cualquier tipo de prenda en la actualidad», apunta la directora.
A la vez que se está dando ese fenómeno en algunas de las casas de las clientas, cuando Balenciaga cierra su taller se ve claro que ya no se va a seguir generando ese tipo de modelos y empiezan a darse ciertos movimientos para preservar eso. «Esas colecciones a veces son de particulares y otras veces son de colegas de profesión que quieren unas prendas de Balenciaga en su archivo, como puede ser el caso de Alaïa. Otros, como el museo de Suiza que organizó la primera exposición de Balenciaga, la primera de todas, en los años 70, quieren una cierta colección para generar esa exposición o para tener un material formativo para una escuela de moda. Son muchos los motivos por los que se empiezan a generar las primeras exposiciones».
Cuando se comienzan a hacer las primeras exposiciones, los museos se interesan en tener colección. Y «poco a poco, entre museos, colecciones privadas, escuelas de moda, creadores contemporáneos, la propia prensa de moda, todo el mundo se empieza a poner de acuerdo en que es algo que merece la pena conservar. En el momento en que hay un consenso de conservación es cuando empezamos a hablar de patrimonio», apunta Vives.
«Ese patrimonio se va haciendo con el paso del tiempo con cada una de las exposiciones y con cada comisario que se dedica a buscar dónde puede encontrar esas piezas y qué historia puede contar a cerca de Balenciaga. Y se va consolidando hasta que, en mi opinión, llega el momento máximo en el que se consagra todo un museo y una colección a un creador».
Alrededor de 3.500 piezas. En el caso del Museo Cristóbal Balenciaga, la colección les llega por una parte del Gobierno de Lakua y, por otra, de donaciones de clientas, familiares de ellas o trabajadores de la casa.
Hoy en día atesoran alrededor de 3.500 piezas, creadas para prominentes figuras sociales de mediados del siglo XX como Mona Von Bismarck, Rachel L. Mellon, Patricia López Wilshaw, Bárbara Hutton, Lilian Baels, Grace Kelly o Madame Bricard. «Al principio todas las piezas eran textiles, pero hemos ido completando ese universo con colecciones documentales que nos ayudan a contextualizar, colecciones de objetos como la que hemos mostrado en la anterior exposición, ‘Moda y patrimonio. Cristóbal’, colecciones digitales con obras que replicamos especialmente para la investigación y la formación…».
Restauración de unos piezas de la exposición «Alaïa & Balenciaga». Se trata de un vestido de noche con un cuerpo bordado y falda de tul de 1950 y un bolero de 1938.
La misión de «ser museo». Su misión es «ser museo», es decir: por una parte, conservar la colección, preservarla, ir incrementándola y haciéndola lo más representativa posible, rellenando los huecos, bien sea por años o por tipologías que les puedan faltar y, además, recibir y salvar del olvido o incluso de la destrucción las piezas que puedan. También tienen la misión de difusión y ahí les parece importante ir realizando exposiciones con diferentes aspectos de Balenciaga y completar con muestras que hablen de su contexto histórico, de la moda y de otros ámbitos relacionados.
Por otra parte, les parece muy interesante la transmisión del legado a las nuevas generaciones de creadores, pudiendo explicar técnicas utilizadas por Balenciaga, usos de materiales, formas de construcción y corte… Luego tienen la misión de sensibilizar hacia una moda que significa más que ese valor de uso y está ligada a muchos valores culturales, entre ellos la identidad y la sostenibilidad. Buscan hacer entender a la gente que la moda es también cultura, poniendo en valor el diseño y todo el trabajo que conlleva.
«Todas esas misiones son la misma misión, la de ser museo: educar, transmitir, difundir, investigar y conservar. Luego, por estar donde estamos entendemos que también es nuestra misión conectar con nuestro entorno, dar servicio a nuestra comunidad local. Estamos en Getaria y debe ser un museo abierto a las necesidades culturales del entorno. Además, debe servir para el sector de la moda a nivel local como un espacio para visibilizar nuevos creadores».
¿Qué les falta? «Tenemos trabajo para hacer en todas esas líneas de trabajo. Y nuestra intención es seguir haciéndolo. Ahondar y hacer más y mejor. ¿Que luego pueden haber nuevos aspectos que van saliendo y que tenemos que incorporar? Efectivamente. Por ejemplo, la pandemia nos ha puesto de manifiesto la necesidad de acelerar el proceso de digitalización. Pero en principio es trabajar en estas líneas y evolucionar. Si estamos haciendo esa transmisión a profesionales de técnicas, la evolución de eso será lograr generar un programa completo que pueda tener un reconocimiento académico. No es tanto qué nos falta, sino los pasos que tienen que llegar en una evolución desde donde estamos hasta conseguir llevar esto más lejos», explica la directora.
Sobre estas líneas, el responsable de colecciones del Museo Balenciaga, Igor Uria, y la directora del museo, Miren Vives. Fotografía: Juan Carlos Ruiz | Foku
«Alaïa & Balenciaga. Escultores de la forma». Coincidiendo con su décimo aniversario, el Museo Cristóbal Balenciaga ha programado, en colaboración con la Fundación Azzedine Alaïa, la exposición “Alaïa & Balenciaga. Escultores de la forma”. El creador parisino Alaïa es uno de los coleccionistas pioneros que a lo largo de casi cuatro décadas fue formando un impresionante archivo con las obras de Balenciaga, que se perciben como bien público.
«Es un proyecto interesante porque nos abre todavía más en el panorama internacional, ya que el comisario es Olivier Saillard, una persona con un largo bagaje y muy reconocida en el mundo de la moda. También es importante para nosotros porque entendemos que lo que nos aporta esta exposición es un punto de partida para empezar a modificar o a ampliar nuestros propios discursos expositivos», señala Vives.
La exposición aborda una de las más interesantes colecciones de Balenciaga con piezas que no se conservan en ninguna otra institución y con importante incidencia de creaciones de los años 1930-40. Balenciaga era para el couturier una fuente de conocimiento e inspiración.
Ambos modistos comparten un equilibrio perfecto de medidas y volúmenes, además de un dominio magistral de la técnica. Sus rigurosos abrigos y chaquetas confirman su maestría en el corte. Su amor por los tejidos se insinúa en los vestidos en gasa y encaje negro. El negro es el lugar de encuentro en un diálogo entre el fucsia radiante de Balenciaga y el rojo intenso de Alaïa. Tienen en común la tradición y el folclore. Son ejemplos de arquitectura. Singulares y atemporales.
Vives añade que el proyecto también es importante porque era un deseo de Hubert de Givenchy. Fue él el que se puso en contacto con la Fundación Alaïa y el que sugirió esta exposición. «Lamentablemente ya no está y para nosotros es importante cumplir ese deseo».
Celebración en junio. El 11, 12 y 13 de junio el museo celebrará su décimo aniversario. Pero como estamos en esta situación de pandemia no se atreven a explicar cómo. «Preferimos no adelantarnos porque quién sabe lo que va a pasar la semana que viene. Lo que sí es cierto es que de estar abiertos se van a organizar unos eventos especiales y conmemorativos, siempre a la altura de lo que la situación sanitaria nos pida», declara Miren Vives.
«Diez años puede parecer un recorrido corto si hablamos de tiempos de museos, pero para nosotros ha sido un recorrido intenso y sobre todo lo que queremos celebrar son unos hitos importantes. En el aniversario hablaremos de los proyectos que tenemos para el futuro. Merece la pena alegrarse, estamos aquí a pesar de la pandemia, a pesar de todo, y tenemos todavía mucho camino por hacer».
Cosiendo uno de los vestidos que han llegado de la Fundación de Azzedine Alaïa al museo de Getaria.
«En el proceso de restauración de las piezas, el resultado ha sido alucinante»
Igor Uria Zubizarreta, trabajador junto con Ruth Valentín del departamento de colecciones del Museo Cristóbal Balenciaga, comparte con 7K el proceso de restauración que han realizado de cinco piezas de la exposición “Alaïa & Balenciaga”, procedentes de la Fundación Azzedine Alaïa. «Para nosotros ha resultado un trabajo interesante porque las piezas abarcan diferentes momentos de la producción de Cristóbal Balenciaga, desde el año 1938 hasta finales de los 60. Nos parecía un reto trabajar para otra institución y, además, piezas de la colección de Alaïa de los primeros años desde el cierre de la casa de Balenciaga».
Las piezas más interesantes son dos. Por una parte, un vestido de noche con un bolero de 1938, que muestra una etiqueta de las que hay muy pocas. «Primeramente hicimos una analítica y vimos que lo que parecía una suciedad generalizada no era más que oxidación de las láminas del tejido. Realizamos un lavado por inmersión acuosa. Ha sido una de las labores más bonitas que hemos hecho, por el resultado de la limpieza y las consolidaciones que hemos hecho en las mangas».
La segunda pieza es un vestido de noche con un cuerpo bordado y falda de tul de 1950 que se puede considerar un icono de Balenciaga. Es muy conocida porque fue fotografiada por Richard Avedon y apareció en la revista “Vogue”. «Para nosotros que esta pieza llegara a Getaria era una maravilla. El problema que tenía era el estado de conservación a nivel de suciedad y no poder realizar una limpieza mecánica. Ahora el tul es blanco, antes era marrón. Ha sido un reto hacer una limpieza de manera puntual, sin tener que desmontar nada y con muchos metros de tul. Ha sido un reto cómo intervenir en todo momento teniendo la pieza en un maniquí, porque considerábamos que el peso que tenía en todo el cuerpo no podíamos trabajarlo en mesa. El resultado ha sido bastante alucinante y estamos contentos».
Las demás piezas son un icono de otoño del 67, como un poncho circular que también apareció fotografiada en “Vogue”, que tenía unos desgarros importantes y que requería una intervención mucho más habitual, consolidar el tono con un material; un vestido de noche de 1959 que necesitaba una limpieza puntual; y un vestido de cóctel en gasa, toda fruncida, como los nidos de abeja de los vestidos de niña, al que le hicieron una consolidación puntual del encaje.
«En el departamento de colecciones estamos a mil cosas pero una de las labores es la restauración de piezas que van llegando, aparte del tratamiento de conservación preventiva que puede ser una limpieza puntual de manera mecánica mediante microaspirador, porque nos cuesta mucho lavar con agua. Las piezas expuestas las revisamos semanalmente, porque siempre hay alguna costura que se ha soltado. Desde el momento de la llegada de las prendas valoramos su estado de conservación y las que se consideran de mayor urgencia se van interviniendo», explica Uria.
Se puede restaurar todo; otra cosa es el resultado. Para ellos lo importante es conservar el patrimonio y, si es posible, lograr que sea exponible.