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PANORAMIKA

Cerrar el círculo


La obra sigue siendo el elemento central del arte contemporáneo. La pieza es el objetivo final de cada proceso, la meta de muchas artistas y aquello que se presenta al público. Alrededor de ella se conforman las exposiciones y todas las capas que esta requiere, desde el diseño de sala hasta el texto curatorial. La crítica de arte y la reseña de prensa, analiza, valora e introduce elementos discursivos sobre cada una de ellas. La historiografía, la docencia y la investigación, circulan alrededor de los contextos, las consecuencias y los modos de creación de las mismas. El sistema del arte es una construcción coral con una protagonista clara. Aun así y a pesar de toda la carga que pueda soportar un rol tan importante, la obra de arte no vive en un armazón estanco. Su razón de ser la hace precisamente permeable a todo lo que le sucede alrededor.

El mismo trabajo puede ser leído con diferentes interpretaciones según el país, el momento histórico o el lugar donde se exhiba. Aparecerán distintos matices cuando se ponga en relación con otras piezas, haciendo mutar aquellos significados que parecían inamovibles para llegar a otros nuevos. Por último, todo dependerá de la mirada con la que se afronte. El público será el último eslabón de la cadena, dotando de sentido a todas las etapas de este viaje y construyendo así el diálogo final. El círculo se cierra para volver a abrirse. La potencia de lo poético cobra vida y sucede.

El pasado 13 de mayo, se inauguró la edición nº 64 del programa “La Obra invitada!” del Museo Bellas Artes de Bilbo. En esta ocasión y hasta el próximo 5 de septiembre, podremos disfrutar de “El Greco, Velázquez y Goya. Tres obras singulares en una colección familiar”. Como su propio nombre indica, se exponen las piezas de tres de los pintores más reconocidos de la historia de la pintura cuyos lienzos fueron reunidos por Carmen Marañón-Fernández de Araoz. A pesar de ser telas de diferentes épocas, la posibilidad de contemplarlas juntas nos permite crear nuevas resonancias entre ellas. El Greco (Grecia, 1541-Toledo, 1614) y su “San Francisco en éxtasis” nos acerca a uno de los santos más habituales en la iconografía del pintor. Su inconfundible gestualidad, levemente temblorosa y su paleta plagada de fríos tonos hace que estén presentes los rasgos más identificables de su estilo. “La venerable madre Jerónima de la Fuente” es uno de los pocos retratos femeninos realizados por Velázquez (Sevilla, 1599-Madrid, 1660). La protagonista es captada con toda la contundencia de su mueca firme y una mirada directa. Sostiene en la mano derecha un largo crucifijo que domina la composición de la figura que se delimita por un fondo plano y casi difuminado. Por último, Francisco de Goya (Fuendetodos, 1746- Burdeos, 1828) y su “Lazarillo de Tormes”. La utilización del color envuelve de una manera expresiva una de las parejas más importantes de la literatura de la época, el Lazarillo y su maestro ciego. El pintor capta una de las escenas de su convivencia a través de una atmósfera oscura casi negra, y una luz reflejada sobre ambos protagonistas mientras en el fondo vemos consumirse una pequeña hoguera.

Zuhar Iruretagoinea (Zarautz, 1981) fue una de las artistas seleccionadas en la convocatoria de proyectos artísticos propuesta por el Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz. Hasta el 20 de junio, podemos acercarnos al planteamiento de “Si cae Caballo cae imagen”. La muestra es un recorrido por grupos de piezas que ponen en relación varios elementos. Desde unos pequeños moldes de metal atornillados en la pared hasta varias composiciones realizadas en madera que dirigen nuestro caminar en la sala central. El caballo aparece como protagonista en una serie de fotografías y el vídeo de gran formato que nos espera en la última de las estancias. Nada es evidente y todo funciona como pequeñas señales. Rutas de un mapa que requiere de nuestro propio deseo para poder trazarlo.