Jone Buruzko
IRUDITAN

Patos

El conocido como “patito de goma”, aunque en muchos casos fuera de plástico de vinilo, nació como juguete infantil y compañero de bañera, pasó por objeto de merchandising en camisetas o carpetas y alcanzó el status de obra de arte. Pero este artilugio, de origen desconocido, sigue dando que hablar. En esta vista aérea se aprecia al pato diseñado por el artista holandés Florentijn Hofman de 20 metros de altura mientras se pasea por las aguas del parque de la Familia en Santiago de Chile, donde recientemente se ha celebrado el festival Made at Home. Allí se han exhibido una serie de grandes obras urbanas, entre ellas un robot hecho con desechos, un troll de madera o dos huevos fritos gigantes. El certamen Hecho en Casa y sus intervenciones son cada vez más habituales en distintas ciudades del planeta. El famoso pato con esa iconografía en amarillo chillón, ojos negros bien abiertos y pico rojo es un clásico, aunque su aspecto tierno ha atravesado peores momentos. Hace tres años un equipo de científicos del Instituto Eawag de Investigación sobre el Agua, de la Escuela Politécnica Federal de Zúrich y de la Universidad estadounidense de Illinois llevaron a cabo un experimento que demostró que el 80% de los patos estudiados había desarrollado gérmenes muy resistentes. En resumen, pasaron a ser patitos feos. Un año después, en 2019, hasta la “Estropatada”, que se celebra en la ría de Bilbo, se suspendió porque los patos eran de un material no biodegradable. La Estropatada volvió este año con patos fabricados con material de origen vegetal. Larga vida al pato, que ya no es de goma.