Imagen en movimiento
Desde su nacimiento, el cine y sus imágenes en movimiento suscitaron el interés del público. En poco tiempo, las primeras distribuciones comenzaron a estructurarse como una industria de entretenimiento que se asentó en la primera mitad del S.XX. Finalmente, se convirtió en el principal exponente de la cultura popular. El imaginario creado desde la pantalla ha inundado nuestras sociedades creando una serie de códigos comunes que nos son familiares. En la segunda mitad de los años sesenta, el nacimiento de los dispositivos portátiles de grabación en vídeo revolucionó todo aquello que tenía que ver con el registro de la imagen. Desde el periodismo televisivo al arte, pues no era necesaria una gran inversión económica para poder registrar y crear imagen móvil. Esta revolución traería una serie de nuevos caminos. El surgimiento del videoarte es uno de ellos, permitiendo nuevas relaciones entre lo espacial, el espacio expositivo y la proyección. Por su parte, las películas “amateur” comienzan a adquirir un lenguaje propio basado en la autogestión de su propio material. Más adelante, la explosión de la creación digital rompería todas las fronteras posibles. De existir aquellos hogares en los que había una videocámara casera, a poder tener dispositivos de grabación digital de manera mucho más accesible. El avance de la tecnología nos ha traído años más tarde tener videocámaras de calidad insertadas en smartphones que descansan en nuestros bolsillos. Con todo, cambian los lenguajes, las maneras de hacer y los espacios para ver y, por supuesto, la cantidad de contenido que se comparte y se consume. Aun así, la imagen grabada y reproducida sigue representando una de las maneras de narrar más interesantes y especiales, adaptándose y siendo reivindicada por cada nueva generación de creadoras.
Agnès Varda (Bruselas, 1928- París,2019) es una de las cineastas más relevantes de nuestro tiempo. Avalada por la crítica y el público, pasa por ser la única mujer dentro de la Nouvelle Vague, movimiento surgido a finales de los años 50 en el Estado Francés y protagonizado por una hornada de cineastas que se oponían a las estructuras impuestas a favor de la libertad creativa y técnica. Nombres como Godard, Truffaut y Rohmer han sido siempre la cara visible de esta época, mientras Varda siguió trabajando hasta el final de sus días que le llegó dos años después de recibir el Óscar honorífico. Debido a la relevancia de su figura , la sala de proyecciones Art House Zinema del Centro BilbaoArte, le dedica un extenso y completo ciclo que nos invita a repasar cronológicamente su filmografía. Si bien el programa se inició el pasado 25 de octubre, hasta el 21 de enero podremos ver un total de doce películas y documentales repartidas en once sesiones. Cada una de las piezas contará con dos pases, ampliando así las posibilidades para su disfrute. En el programa encontramos desde su primera película, “La pointe courte”, rodada en 1954, hasta el documental autobiográfico que supuso su última pieza, “Varda por Agnés”, de 2019. Sin duda una de las mejores oportunidades para acercarse al legado de esta directora irrepetible.
La Sala Film&Video del Museo Guggenheim de Bilbo es un foco puesto en aquellas prácticas artísticas cuya relación con lo videográfico es de una relevancia inapelable. Desde lo instalativo o el registro pero siempre siendo conscientes de crear un espacio propio para los nombres que conforman su programa. En esta ocasión, la cineasta Sharon Lockhart (EEUU, 1964) inauguró el pasado 4 de noviembre y hasta el próximo 27 de febrero “Rotación, Notación”. De la relación de la cineasta con la coreógrafa y bailarina Noa Eshkol, surge la instalación “Cuatro ejercicios de Notación de Movimiento Eshkol-Wachman”, una exploración del movimiento del cuerpo y de las capacidades de la creación artística como espacio de trasmisión y emoción.