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GASTROTEKA

Con B de brócoli


Familia, adivina adivinanza: ¿Qué es verde, verdura, de temporada ahora mismo, no suena apetecible, es saludable, parecen mini árboles y, sobre todo, es poco glamuroso? ¡Sí! ¡El brócoli! Se me ocurren otros muchos productos que encajan perfectamente en la descripción, pero el que, sin duda, conocemos todos y alguna vez en nuestras vidas se ha cruzado por nuestras mesas, es el brócoli o brécol. Si, también se llama brécol.

Voy a empezar por aclararos por qué es poco glamuroso. Simple y llanamente no es glamuroso porque como con el resto de alimentos que tampoco lo son, no hemos hecho publicidad o campaña a favor. Si el brócoli estuviera en los restaurantes más top del país o hubiera anuncios televisivos hablando sobre las maravillas y beneficios del brócoli, otro brécol cantaría. Por supuesto, subiría la demanda y el precio, pero también aumentaría el recetario de la propia verdura. Y es que el recetario asociado al brócoli deja mucho que desear a día de hoy. Cuesta encontrar una receta de brócoli en la que éste no sea sólo la guarnición, vaya solamente hervido, se acompañe con ajos, jamón o bechamel, que ya puestos, quitamos el brócoli del medio y nos quedamos tan a gusto con lo que queda en el plato.

El brócoli se merece más, se merece una menestra, un asado o un guiso por lo menos. A partir de aquí ya sería lujo y elitismo, pero un par de recetas que interrumpan la crisis de identidad del brócoli, no vendrían mal: un brócoli trufado, un milhojas de brócoli y foie, un brócoli en croûte, un marmitako de brócoli, un nigiri de brócoli y caviar… ¿Por qué no? ¡Pues porque es brócoli! Y el brócoli es maravilloso por si solo. Atender el siguiente párrafo.

El brócoli es una verdura perteneciente a la familia de las coles. De hecho, si os fijáis en las partes más pequeñas o miráis con lupa los “arbolitos” que tiene, veréis que se trata de la unión de miles de “mini coles” formando arbolitos. Que mono suena, ¿verdad? ¡mejor sabe! De la misma familia son: la coliflor, la berza, el romanesco, la col de Bruselas, el repollo, el colinabo etc. En todas ellas el sabor no es su fuerte si hablamos de quedar bien, pero la textura y facilidad con la que se pueden cocinar si lo son. El brócoli proviene originalmente de la zona mediterránea oriental, donde se cultivaba y consumía cómo unos dos mil años atrás. Y ya por entonces gozaban del brócoli. ¿Quiénes somos nosotros para desvirtuar las bondades nutricionales y gastronómicas de tan antigua verdura? No os imagináis lo rico que puede quedar un brócoli a la parrilla. El brócoli es brócoli y está en nuestra mano hablar de él como si de la mejor verdura de nuestras vidas se tratara. Cada verdura tiene su gracia, y el brócoli, por supuesto, también la tiene. Sólo tenemos que buscarla hasta dar con ella y no caer en añadir al brócoli alimentos glamurosos para que este glamur salpique al brócoli.

Grandes propiedades. Voy a intentar daros algunos datos para que os salga la vena brecolera cada vez que oigáis a alguien hablar mal del brócoli y así podáis defenderlo casi de manera automática. Igual que casi todas las verduras, es de bajo poder calórico y a su vez es una muy buena fuente de fibra. Posee una pequeña cantidad de proteínas vegetales y está prácticamente exento de grasa. Aporta vitaminas, de las cuales se destacan la C y la A. Las “flores” y el tallo, ambas se pueden comer, haciendo que el aprovechamiento de esta verdura sea prácticamente del 100%. Podría seguir así hasta llegar al final del artículo, pero me parece que ya os he convencido. ¡Pues no! No creo que os haya convencido. Esto mismo es lo que nos cuentan, de manera técnica sin enterarnos, nosotros, demasiado sobre que va la historia.

Lo cierto es que ese “háblame en cristiano” cobra sentido cuando el marketing de las verduras toma lugar. Si la idea es convencernos de que el brócoli y otras verduras son la repera limonera, entiendo que una manera de hacer que nos llame la atención es dándonos la formula para disfrutar de ellas. Si no parece que lo que se vende es una planta medicinal y no un alimento. ¡Ojo!, no es lo mismo comer que alimentarse. Pero si en nuestra mano está elegir que comemos (comer), vamos a diseñar recetas para que la gente se pegue por el brócoli pensando en el placer que este nos pueda producir. Imaginaros salivando a los perros de Pavlov… ese, ese es el efecto que deberíamos de lograr cuando escuchamos la palabra BRO-CO-LI.

Hoy, teniendo en cuenta lo increíblemente saludable del tema, os dejare una serie de recetas para empezar a reconciliaros con esta verdura. Así, además, los que tengáis la intención de cuidaros para nivelar la cuesta de enero, ganaréis dos veces.

Propuestas de recetas. La primera propuesta compensa la falta de grasa con la adición de mantequilla tostada. Os propongo un brócoli a la mantequilla negra. Para esto solo tenéis que trocear el brócoli, dándole la vuelta y cortando los arbolitos con la punta de un cuchillo. Intentar cortarlo todos del mismo tamaño. Introducirlos en un bol de cristal, taparlo con film y cocerlos unos 4-5 minutos en el microondas. Una vez cocido el brócoli, fundir una nuez de mantequilla en una sartén a fuego medio. Cuando empiece a tostarse, sin que se queme, introducir el brócoli y “rehogarlo” bañándolo con la mantequilla constantemente durante unos 3-4 minutos. Servirlo en un plato añadir una pizca de sal y listo. Fácil, rico y sano, sano… a lo mejor no es la más sana de las recetas, pero apetece.

La segunda propuesta pasa por cortar los arbolitos en unidades mas pequeñas todavía. Sería algo así como sacar arbolitos de los arbolitos. En un cazo, hervir una parte de vinagre, dos de azúcar y tres de agua. Dejar que se enfríe e introducir el brócoli cortado en esta mezcla en un taper y en frío. Utilizarlo para ensaladas, de picoteo, junto con el brócoli a la mantequilla negra, para acompañar pescados etc.

La tercera propuesta es la de guisar unas buenas pochas con brócoli, aceituna negra y pimienta. Si pasáis de cocer las pochas vosotros mismos, podéis partir de un bote de pochas al que añadir prácticamente la misma cantidad de brócoli que de pochas. Intentar que sean del mismo tamaño los trocitos de brócoli y las pochas, añadir un poquito de agua para que no se seque el guiso y hervir cinco minutos para que se cocine el brócoli. Añadir unas pocas aceitunas negras picadas y un golpe de pimienta. Poner a punto de sal y ¡a volar! Pocos guisos habrá tan ricos y fáciles de preparar.

Si todavía no os he convencido, la última propuesta pasa por asar el brócoli a la parrilla una vez cocido. Pasarlo por la brasa y dorarlo ligeramente. Rallarle un poquito de piel de limón y terminar con unas gotas de aceite de oliva. Si tenéis a mano unas hojas frescas de menta o hierbabuena, añadirlas un pelín troceadas y ya estaríais para fardar de gozo y salud en el plato.

Ya os lo he dicho, el brócoli esconde mucho más de lo que nos pensamos. Si fue alimento de griegos y romanos, ¿por qué no lo va a ser nuestro? ¿Fue el brócoli el causante de la caída del Imperio? Quién sabe. Lo que está claro es que, si entre todos aportamos un granito de creatividad culinaria con el brócoli cómo eje principal, se pondrá de moda y otra verdura pasará a segundo plano. Esto funciona así. Ahora nos toca y gusta A y mañana será B. B de ¡BRO-CO-LI!

On egin!