Javi Rivero
Cocinero
GASTROTEKA

¿Son los talos un lujo asequible?

Feliz domingo familia. Ya de miras a la primavera, y con la vitamina D a tope, solo pienso en lo a gusto que me iría un sábado o domingo a un mercado de producto con buen tiempo y ambiente de feria. Echamos de menos ciertas costumbres, celebraciones, festejos y tradiciones. Esto no es nada nuevo, llevamos dos años con esto. Arrastramos la sensación de que nos falta algo, de que nos han robado una parte de nuestra identidad que tiene que ver con la alegría y el sonreírnos mutuamente. Como cuando nos piden un mordisco del talo que nos hemos comprado en la feria, que tenemos entre manos y del que solo nos quedan dos pedacitos para terminar, pero nos han quitado uno, que por pequeño que sea, fastidia. Aunque sea para complacer al de enfrente porque nos queremos, lo cedemos. Somos seres sociales y de esto, los dos últimos años, hemos tenido bien poquito. A pesar de esto que os planteo y que parece que este artículo viene a ser un funeral cultural, la intención es totalmente contraria. Pensar en lo felices que somos cuando acudimos a un mercado, un domingo por la mañana, suena trikitixa, se oye escanciar sidra, huele a pantxineta y además culminamos la jornada comiéndonos, solos o compartiendo, un talo como dios manda. Estas son las misas que yo echo de menos. Las de domingo, mercado y talo en familia.

La nostalgia es un regalo, una manera de volver a revivir momentos felices, y en muchos de los míos, sí, soy un zampón, me visualizo con un talo en la mano. Chorrear aceite y llegar pringado a casa es la bendición que recibe uno en primero de talo-logía. Los que ya sois un poquito más expertos en la materia sabéis estirar el cuello y dejar la parte abierta del talo de manera que no os salpique. Si eso, que se manche el de enfrente, pero que a mí no me toque. A esto se le llama “dayola” (la salpicadura). En definitiva, la magia del talo.

El talo se disfruta después de haber hecho cola mirando cómo las y los “talogiles” espalman la masa del talo con la mano, con un arte digno de clasificar. “La elaboración del talo, el octavo arte”. Son artesanos y artistas los que dominan esta masa que no es nada fácil de elaborar. Luego os cuento de qué va, pero decidme, ¿quién no ha intentado hacer un talo en casa y se ha deprimido con el resultado? Repito, es un arte que no se adquiere de un día para otro, por lo que el respeto hacia los que han trabajado los talos y el maíz por tantos años es y será siempre eterno.

Habiendo mencionado la cola en los puestos para comprar un talo, ¿os imagináis estar viendo vuestras propias caras esperando vuestro talo, desde dentro de la caseta, espalmando con cariño y mimo la masa de maíz? “Mira, ese será el mío”, “Para mí el más grande”, “Hala, se han acabado. ¡Ah, no! que tienen más”, “No sé si pedir doble de txistorra o de panceta”, “¿Quién pide el de chocolate?”. Son testimonios que se repiten en la cola y que todos hemos rezado o escuchado alguna vez. El espectáculo servido en las caras y el hambre de la gente. Yo imaginándome a mí mismo ya me hago gracia; tardaba más en decidir qué talo quería que lo que tardé en decidir mis estudios profesionales. Y eso que no sabía qué quería estudiar. Lo que no habrán visto las y los talogiles desde dentro de sus cocinas.

Un ritual. Lo cierto es que tampoco han sido de mirar a la cola ni a la gente que espera su talo. En este sentido, la concentración por clavar el talo, no perder un segundo y aprovechar la plancha del centro (donde se cocinan escasos segundos) hacen que no levanten la cabeza, generen un aura de profesionalidad y misticismo que hace que uno se coma su talo el doble de a gusto. El talo en manos de uno, es el resultado de un ritual tan perfecto como tradicional y antiguo. Ahora, sabiendo que estando todas las personas que están dentro de una caseta, elaborando el talo a mano, al momento y del tamaño que lo hacen, respetando el método tradicional, que me diga alguien que son caros. En su día el maíz no era caro, pero ahora, que no hay, y con la falta de cocina de verdad que tenemos por delante, me parece que lo de las y los talogiles en las ferias es un LUJO con mayúsculas.

El esfuerzo y el compromiso por mantener una parte de nuestra cultura, viva, no tiene precio. Y si a alguien le parece que un talo a 5 euros es caro, que monte un puesto en una feria y se ponga a hacerlos a mano y a venderlos más baratos. Repito, estamos acostumbrados a consumir muy bueno a precios realmente bajos. Dentro de poco veremos cómo esto va desapareciendo y lo de verdad sube de precio. Entonces, echaremos de menos todo lo que ahora todavía tenemos a mano, se hace a mano y podemos disfrutar después de ver que se ha hecho así (a mano), a un precio asequible y “razonable”.

Para elaborar el talo, pues os he prometido el deciros cómo, solo necesitáis una buena harina de maíz, sal y agua. Es tan sencillo como complicado elaborar bien el talo. La receta no es más que añadir a la harina de maíz sal y agua templada a poquitos para ir amasando hasta que se integre bien todo el conjunto. Para unos 500 gramos de harina de maíz se añaden unos 350 ml de agua y una pizca de sal. Lo dicho, tan solo añadir el agua templada y la pizca de sal a la harina a poquitos e ir integrando. Así de simple. Yo, tras varios intentos frustrados y harinas varias, he llegado a la conclusión de que es mejor esperar a las fiestas del pueblo. Si alguno de vosotros tiene la clave y los talos los borda, que me invite que le llevo un par de botellas de sidra y un pandero que todavía no sé tocar, pero que acompaña la estampa.

Ideas para rellenar talos. Os voy a dejar varias ideas para que rellenéis los talos si alguna vez os animáis a enfrentaros a estos tres ingredientes. Si no, podéis optar por comprar talos ya preparados. Si los compráis, aseguraos de que son talos y no tortitas. De esto ya hablaremos otro día. Os dejo una referencia brutal para estos casos. Ekotalo. Julen, un fenómeno que ha decidido dedicarse a los talos, los prepara y envasa para que uno solo tenga que calentárselos en casa, vuelta y vuelta o templándolos en el microondas. Saben a maíz, que es a lo que deberían de saber y los elabora con harina de maíz ecológica. ¡Un crak! Solo os digo que, si tenéis la oportunidad de probarlos, pasarán a ser un recurso habitual en vuestra nevera. Con cuatro sobras y un talo se monta uno la fiesta. Así que lo dicho, aquí van algunas ideas para que vayáis desempolvando el traje de baserritarra y os vistáis de talogiles el próximo domingo.

Queso azul y anchoa.

Sardina vieja, nueces y mermelada de tomate o ciruelas.

Picadillo de txistorra a la sidra.

Sobras de pollo con mayonesa y limón rallado.

Revuelto de hongos.

Albóndigas con tomate.

Salmón ahumado.

Kokotxas rebozadas.

Sobras de una menestra con queso.

Muse de yogur e higos

y un infinito etcétera, porque el talo lo soporta todo.

On egin!