Iñaki Zaratiegi
«LA MIRADA AMBULANTE», UN MAPA SONORO

Rock nómada en blanco y negro

Primero fue la rica presencia de músicos y paisajes de todo el Estado español en una serie televisiva de treinta capítulos, guiada por el veterano rockero argentino Ariel Rot. Su eco es ahora un libro de fotografías y una exposición a cargo del retratista riojano Alfredo Tobía.

Cuenta Alfredo Tobía Gómez (Logroño, 1976) que fue en el madrileño bar del Pez, «tugurio frecuentado por poetas malditos, la bohemia y tipos de versos libres», donde fabuló con Javier Reboredo (Producciones Cibeles) la idea de embarcarse en «un viaje sin documentos, una road movie musical». Y pensaron en el músico de origen argentino Ariel Rot (ex Tequila y Los Rodríguez) como conductor de la iniciativa.

Durante unos tres años movieron el proyecto por todo el Estado, con un equipo de filmación ante el que pasaron unos doscientos solistas o grupos de diverso pelaje estilístico, incluidas originales colaboraciones entre diferentes artistas y la frecuente intervención de Ariel a la guitarra. El resultado fue la original serie “Un país para escucharlo”, que emitió La 2 de TVE en 2019 y 2020.

Alfredo viajó con sus cámaras y escogió los ratos sueltos entre las sesiones en directo, las entrevistas y encuentros colectivos para retratar a los músicos en lugares emblemáticos de cada zona. De aquel extenso álbum fotográfico ha seleccionado 81 retratos en el libro “La mirada ambulante”, publicado por la editorial logroñesa Pepitas de Calabaza (que se define con humor como «con menos proyección que un cinexín») en su alter ego Los Aciertos.

Y casi los mismos retratos son los que se han expuesto durante el madrugador festival Actual en la sala Amós Salvador de la capital riojana. La muestra, que ha estado acompañada por un par de coloquios, se clausurará el día 13.

El ex Barricada Enrique Villarreal Armendariz, «El Drogas», en el puente de Gares.

 

Cuaderno de viaje. El libro es un significativo muestrario de la pluralidad musical estatal entre cuyas imágenes revolotean docenas de canciones. Incluye introducciones de los propios Tobía y Rot y del rockero catalán Gerard Quintana (Sopa de Cabra), que hizo de guía para el reportaje en la zona de Girona. En blanco y negro y en lo que su autor ha definido como cuaderno de bitácora del viaje, destaca de entrada el propio Ariel, fotografiado en un paisaje terroso de la murciana Ciudad Encantada de Bolnuevo.

La apretada colección tiene como cantautores de más edad a Víctor Manuel o Pau Riba. Otros veteranos son Kiko Veneno, Antón Reixa, Julián Siniestro, Víctor Coyote, Albert Pla, Jorge Ilegales, Jesús Celtas Cortos…

El capítulo femenino agrupa a Martirio, Amparo Sánchez, Christina Rosenvinge, Anni B Sweet, La Mala Rodríguez, Rozalén, Soleá́ Morente, Maika Makovski, Rocío Márquez… Asoman grupos como Love Of Lesbian, Amaral, Derby Motoreta’s Burrito Kachimba o Leo Jiménez-Molly Hamlet-Mero Mero. Participan también los flamencos Tomasito –El Canijo de Jerez– Makandé o Rosario La Tremendita. Y hay gentes más jóvenes de la música urbana como La Shica, Don Patricio-Bejo-Cruz-Eva Ruiz, Waor, Icy Amane-Pirámida-Trizia Nice o Antifan.

El pop-rock vasco está reflejado en el libro por Enrique Villarreal “El Drogas”, fotografiado en el puente de Gares, Fito Cabrales bajo la grúa Carola de Bilbo, Mikel Erentxun en Pasai Donibane, Tonino Carotone en la Plaza del Castillo o Evaristo La Polla, que cierra la obra retratado en el Museo Fournier de Naipes de Gasteiz.

Les’t rock, road & Roll! Alfredo lleva relacionado con la fotografía desde que empezó como aprendiz en el estudio logroñés Cámara Oscura a los dieciséis años. Pero le cuesta autodefinirse como fotógrafo porque ha trabajado en paralelo con el teatro, cine, documentales, transformaciones urbanas y hasta el circo y se puede tirar un año sin coger la cámara. En 1998 dirigió el documental “Payasos”, en el que participaron Joan Font (Comediants), Tonetti, Tortell Poltrona o Leo Bassi, en cuya compañía trabajó durante un tiempo. Su último espectáculo fue en 2019, «la propuesta bufo flamenco ‘Chufla’».

Fue director artístico en la intervención urbana “La ciudad inventada”, en colaboración con Alberto García-Alix, La Fura dels Baus o Santiago Tabernero. Su obra ha aparecido en catálogos, revistas o periódicos y publicó el libro “Iberia” con el fallecido director de cine Bigas Luna. Esta colección que ahora presenta es su primer libro más autónomo.

Lo define como «un proyecto surgido de la inconsciencia, lo espontáneo y la relación y amistad con Lobo Reboredo y Ariel Rot, con quien he sido familia y colega durante muchos años y llevábamos tiempo fabulando enrolarnos en una road movie. Reboredo buscaba un presentador para esa idea de programa musical ambulante y acabamos pensando que Ariel era perfecto porque da bien por su soltura, es amable y puede meter su guitarra con cualquiera de los invitados. Me gustaba mucho la idea de que lo hiciera un argentino, al estilo del lehendakari africano de Juanma Bajo Ulloa en ‘Airbag’. Una mirada externa siempre es interesante. Aunque es porteño, vino aquí de adolescente en 1977, con Tequila, y lleva unos 45 años. Está bien integrado y la realidad es que no hay verbena de Galicia a Catalunya o al sur en la que no suene alguna canción de Tequila o Los Rodríguez».

Quintana hace en la presentación de la obra un símil entre Don Quijote y Sancho Panza que Tobía acepta para definir su experiencia viajera con el músico sudamericano: «Acabé haciendo los guiones y estuvimos viajando en pareja durante tres años con treinta programas como resultado».

 

Evaristo Páramos (La Polla Récords) en el Museo Fournier de Naipes de Gasteiz.

 

Ensamblajes estilísticos. El índice del proyecto da como resultado un muestrario que escora mayormente hacia creaciones en una onda pop-rock y fusiones varias, con mucha gente de tendencia más folk y presencia de las nuevas tendencias urbanas. Más minoritario es el espacio de sonidos metaleros, quizás a tono con los nuevos tiempos que han ido desplazando el heavy, hard y derivados a un plano menos protagonista del que tuvo hace unos años.

«Intentamos que hubiera una representación de los diferentes géneros musicales», cuenta Tobía, «y quizás mande más el pop-rock. Aunque, por suerte, aflora mucho el folk con combinaciones nuevas. Ahora se mezcla la txalaparta hasta con la electrónica y se ensamblan bulerías de Jerez, tonada asturiana o muñeiras gallegas con otras músicas. Hay multitud de grupos y propuestas interesantes, con ese vaso comunicante y esas fusiones de por medio, y quizás en el libro impere el pop-rock, pero este otro campo más nuevo está bien representado en ese mapa sonoro».

A tono con el planteamiento televisivo de reportajes a pleno aire y de base estética paisajística, las imágenes que Alfredo ha seleccionado tienen en general una mirada estática y pulcra. Unos disparos fotográficos alejados de la sudorosa energía nocturna de otras colecciones de retratos rock en blanco y negro como, por ejemplo, las vascas “Istorio bat kameraren atzean” (Aitor Arregi “Txisto”), “Rock & Klik!” (Ikor Kotx) o el material que han expuesto Iñigo Malvido o Juxe Areta.

Antropologías. Defiende Tobía su intención fotera como un punto de vista de carácter «antropológico» que descubra a espectadores y lectores la relación que guarda el paisaje con la creació́n y el cará́cter de los pueblos. Sorprende que destaque como imagen principal de la exposición y el libro la presencia de un urbano tan elegante como Ariel Rot junto a las paredes de barro de la erosionada Ciudad Encantada en Murcia. «Tenía un montón de imágenes suyas, pero me pareció buena esa como idea de road movie en plan Billy el Niño en esos accidentes geográficos tipo hongos de barro que, por cierto, ya no existen, se han caído de modo natural».

Más lógica parece la relación de Fito con el Bilbo post industrial al retratarlo junto a la grúa Carola del antiguo astillero Euskalduna. Pero, ¿qué pinta El Drogas en el puente de Gares? Como riojano, Tobías quería reflejar el tránsito de Nafarroa con el sur, «que, además, por su forma contrapicada parece que no conduce a ningún lado, con un aire fronterizo al que el estuche de la guitarra que porta el ‘pirata’ Drogas le daría un cierto aire western. Y me hacía gracia fotografiar a alguien tan poco monárquico en un lugar con ese nombre». Recuerda la anécdota de que, al tener que andar un trecho, sugirió al ex Barricada que vaciara el estuche de la guitarra para llevar menos peso y Enrique le dijo: «Eso no se hace nunca porque se nota en la pose».

A Tonino Carotone lo retrató en una esquina de la Plaza del Castillo con una copa de vino blanco. «Tenía que grabar ‘Me cagüen el amor’, pero era muy de mañana y no se le veía muy entonado. Así que hubo que echar un par de blancos y con el sol mañanero salió ese gesto un poco ‘hemingwayano’. Hay una particularidad y es que tras sus zapatitos como de claqué se colaron tres pies de dos personas que pasaban».

Además de ese predominante interés por las raíces históricas y paisajistas de muchos rincones del Estado, los programas televisivos trataron de ser respetuosos con la naturalidad lingüística de cada nación y retrataron ampliamente la música popular en catalán (Sidonie, Manel, Silvia Pérez Cruz, La Pegatina cantando a Jaume Sisa…), en gallego (Mercedes Peón, Ortiga y Dani, Baiuca, Mounqup) o asturiano (Rodrigo Cuevas, Nacho Vegas).

En Euskal Herria filmaron los entrañables encuentros de Gatibu con Fito Cabrales (“Urepel”), o El Drogas con el Berri Txarrak Gorka Urbizu (“Maravillas”). El de Lekunberri se unió además a El Columpio Asesino para recrear la abrasiva “Toro” en el espacio iruindarra Zentral.

Ana Curra (ex Parálisis Permanente) en el monasterio de El Escorial de Madrid.

 

Soñar, vivir, recordar. Ha tenido Tobía como referente mayor al citado García-Alix, fotógrafo “oficial” de la llamada movida madrileña y amante del blanco y negro. Admira su «mirada frontal, descarnada, muy auténtica, pero muy trabajada, con una actitud poética de púgil de la cámara a lo Keith Richards de la fotografía».

Si algo tiene la serie es una grandilocuente estética televisiva de alto colorismo naturalista, historicista o urbano, pero él prefirió el blanco y negro para sus retratos. «Quería distanciarme de esa lógica colorista, crear mi cuaderno de viaje. Mi mirada es en blanco y negro porque quiere ser atemporal y aportar un carácter documental».

Subraya Alfredo la vieja idea de que un viaje se vive tres veces: cuando lo soñamos, cuando lo vivimos y cuando lo recordamos, «porque es muy acorde con la fotografía y en especial para gente como yo, con cabeza de chorlito, que se olvida rápido de las cosas. Cuando repasas fotos es como un álbum de la memoria porque huelen, como la magdalena de Proust. No es lo que ves en la fotografía sino que vas recordando todo lo que pasó alrededor de esa imagen. Uno de los mayores poderes de una foto es esa capacidad de evocar los recuerdos y de ahí su parte nostálgica porque son siempre pasado. Con un acto tan efímero como darle al click ya estás en el pasado».