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El enigmático complejo arquitectónico de Stonehenge

Stonehenge: ¿Un «mundo interconectado» hace 4.500 años?

«El mundo de Stonehenge». Con ese título, el British Museum propone una exposición «única» con la que pretenden desvelar alguno de los misterios sobre el enigmático templo solar construido hace 4.500 años y desmontar el mito de los primitivos hombres de las cavernas.

Fotografía: Daniel Leal | AFP

I Imaginen a cientos de trabajadores llegados para construir un templo solar hace 4.500 años en una Europa «interconectada», propone la arqueóloga Susan Greaney entre las piedras de Stonehenge, conjunto neolítico inglés dispuesto a desvelar misterios en una exposición «única» del British Museum.

«Es un templo alineado con los movimientos del sol», explica esta responsable de English Heritage, organismo que gestiona el monumento, a 140 kilómetros al oeste de Londres, formado por los restos de dos círculos concéntricos de enormes piedras talladas para formar columnas y dinteles en una época en la que, curiosamente, no existían utensilios de metal.

Con lo que un día pudo ser un altar en el centro, las dos puertas principales están alineadas para que por una salga el sol en el día más largo del año, 21 de junio, y por la opuesta se ponga en el más corto, 21 de diciembre. «Esta gente era agricultora, tenían cultivos, tenían animales y el ciclo del año sería una parte esencial de su modo de vida», agrega Greaney mientras el sol se eleva sobre el horizonte de la inmensa pradera en un amanecer glacial.

Agregando más misterio a un lugar que ha generado incontables leyendas, los expertos determinaron recientemente que muchas de estas piedras proceden de un emplazamiento situado a más de 250 kilómetros de distancia.

Las podrían haber traído con ellos los constructores, que migraron buscando tierras más fértiles, por su valor simbólico, tal vez relacionado con sus ancestros, ya que se hallaron también restos de cremaciones, explica Neil Wilkin, comisario de la exposición “El mundo de Stonehenge”, que permanecerá abierta desde esta semana hasta el al 17 de julio en el Bristish Museum de Londres.

Con esta muestra, afirma, espera «aportar nueva luz» –gracias a descubrimientos recientes mediante ADN y análisis de materiales– y desmontar el mito de los primitivos hombres de las cavernas y presentarlos como hábiles constructores que, en torno al año 2.500 a.C., ya mostraban conocimientos y prácticas sofisticadas.

En el centro de visitantes se expone una recreación que, según los historiadores, puede ayudar a imaginar la forma de vida de las gentes de entonces e incluye herramientas y objetos parecidos a los que podrían usar.

 

«Voluntarios» llegados de lejos. Declarado Patrimonio Mundial por la Unesco en 1986, Stonehenge no fue, defiende Greaney, construido por esclavos, sino por “voluntarios” movilizados en una especie de peregrinación espiritual. «Tal vez una vez en tu vida ibas a pasar un año ayudando en el gran proyecto religioso comunal, que debía resolver (...) la relación con los dioses», explica.

A tres kilómetros, en Durrington Walls, se hallaron en 2004 restos de pequeñas casas, hechas con ramas entrelazadas y recubiertas de yeso, donde podían alojarse cientos de trabajadores procedentes de lugares lejanos, que vestían tejidos de fibras naturales y calzaban zapatillas de piel rellenas de hierba contra el frío.

En la exposición, Wilkin busca también establecer los vínculos de estos pueblos con el continente europeo en un «mundo interconectado» por grandes migraciones. Entre esos objetos se halla un cabezal de hacha fabricado con jadeita verde extraída a 1.300 kilómetros, en los Alpes italianos, y transportada a la región hace 6.000 años. Se conserva en el Museo de Wiltshire junto a otras piezas de la prehistoria local, incluida una cuenta de cristal rojo procedente del Mediterráneo, que demuestran estas amplias conexiones europeas.

El monumento prehistórico Stonehenge cerca de Amesbury, en el sur de Inglaterra, un lugar mágico y mundialmente famoso.

 

«Muchos» Stonehenge. Para poner Stonehenge en perspectiva, el British Museum reunirá 430 objetos prestados por 35 colecciones. «Es una oportunidad única de ver todo este material junto», afirma Adrian Green, director del Museo de Salisbury, que colabora con la muestra.

De hecho, toda esta zona del suroeste está salpicada de monumentos neolíticos, como Woodhenge –restos de una estructura circular formada por troncos–, West Kennet Long Barrow –cinco cámaras funerarias de piedra– o Avebury Stone Circle –tres veces más grande que Stonehenge– con piedras de hasta 100 toneladas y un foso de nueve metros de profundidad.

La región espera aprovechar el impulso mediático de la exposición para atraer de nuevo a los visitantes –un millón recibía anualmente Stonehenge antes de la pandemia– con una ruta turística bautizada Great West Way.

Porque, si solo 100 años después de su construcción Stonehenge perdió su uso original, con la llegada de pueblos que trajeron del continente el dominio de los metales y con él un revolucionario cambio cultural, el lugar nunca dejó de fascinar y cada generación le ha dado su uso místico. Por lo tanto, «no hay un Stonehenge, sino muchos», afirma Wilkin.

Llegados muchos siglos después, los druidas celtas siguen ahora reuniendo aquí a miles de personas en cada solsticio de invierno y verano.