26 JUN. 2022 Mulu Kinfe Hailemichael pelea contra la adversidad con su bicicleta y la ayuda de Egoi Martínez Egoi Martínez, exciclista profesional del Euskaltel, ha acogido en Etxarri al corredor Mulu Kinfe Hailemichael y se ha convertido en su segundo padre. El etíope lleva más de un año sin tener noticias de su familia por la guerra de Tigray. Como muchos ha tenido que afrontar la pandemia, pero también unas graves lesiones tras una caída y la desaparición del equipo Delko Marseille. Joseba Iturria Mulu Kinfe Hailemichael (Adigrat, Etiopía, 12 de junio de 1999) ha logrado en las cuatro carreras que ha disputado en las dos primeras semanas de junio tres podios en Beasain, Berriatua y Segura y una victoria en Ataun con el Caja Rural-Alea amateur. Han sido sus primeras alegrías tras dos años muy duros en los que ha tenido que afrontar todo tipo de adversidades hasta el punto de que en la última semana de mayo, tras bloquearse en la Vuelta a Nafarroa, se mostrara dispuesto a abandonarlo todo harto de los obstáculos que se ha encontrado en su vida. El exprofesional del Euskaltel-Euskadi Egoi Martínez le ayudó a superar ese momento crítico y los que ha vivido a continuación tras acogerlo en Etxarri. Lleva más de un año con él en Nafarroa sin tener noticias de su familia por la guerra de Tigray y además ha tenido que afrontar en poco tiempo la pandemia del covid-19, unas graves lesiones tras una caída y la desaparición del equipo ciclista Delko Marseille, con el que tenía contrato para esta temporada, sin que fructificara una alternativa. Todo ha frenado una carrera deportiva muy prometedora a la que intenta dar un nuevo impulso en las carreteras vascas. Dentro de la dura vida que deben superar en el continente africano, hasta la llegada de la pandemia en marzo de 2020, todo marchaba sobre ruedas en la vida de un etíope que en su niñez fue un privilegiado por poder tener una bicicleta vieja y convencer a su madre de que le dejara desplazarse en ella a la escuela por unos caminos llenos de piedras: «Mi casa estaba a siete kilómetros del colegio. Casi todos iban corriendo, pero no me gustaba correr y prefería ir en bicicleta. Mi madre no quería, pero la convencí al decirle que si iba en bicicleta podía ayudar más tiempo en casa porque, en vez de tardar una hora en cada desplazamiento, lo hacía en diez minutos». Así la bicicleta se convirtió en su afición en el tiempo libre que le dejaba el trabajo para su familia y la escuela. Participó en carreras a nivel local y los responsables de la Federación Etíope le vieron cualidades para llevarlo a pruebas de más nivel. Le dejaron una bicicleta mejor para competir, una Orbea de las donadas por la empresa vasca a África. Sin saberlo, Mulu Kinfe Hailemichael recibió por vez primera la solidaridad desde Euskal Herria y, cuando ve en el pelotón una Orbea, siente algo especial. Recuerda esa primera bicicleta que le permitió ganarse la oportunidad de brillar con su selección con solo 18 años en 2018 en la mejor vuelta africana, el Tour de Rwanda, un lugar donde se vive el ciclismo con una pasión enorme y que acogerá los Mundiales en 2025. El primer billete hacia Europa. Mulu Kinfe Hailemichael recuerda que ante corredores de más edad «gané la montaña y acabé tercero en la general. También era campeón nacional de Etiopía y, después de esa actuación, me fichó el equipo continental del Dimension Data para el siguiente año, en 2019. En Etiopía la bicicleta es un medio de transporte, no hay una cultura de ciclismo y no sabía hasta dónde podía llegar. Con Dimension Data fui a Italia, todo era nuevo para mí, y el punto de inflexión fue el Giro del Valle de Aosta, donde vi que podía ser un gran escalador». Ganó la montaña y acabó quinto en la general en esa edición ganada por Mauri Vansevenant y solo fue superado por cuatro corredores que se vieron beneficiados de una escapada. Por detrás suyo quedaron buenos escaladores que están en el World Tour como Buitrago, Conca, Schelling y Juan Pedro López, tras ser tercero en una etapa y segundo en otra por detrás del sevillano y por delante del colombiano, dos de los protagonistas del último Giro. Ese buen 2019, con una victoria en la Bassano-Monte Grappa, le permitió firmar un contrato profesional de tres años con el Delko Marseille de la categoría UCI Pro Team, donde coincidió con su amigo Biniam Girmay, que ha hecho historia esta primavera al convertirse en el primer corredor de la África Negra en ganar una clásica del World Tour en la Gent Wevelgem y una etapa en una grande en el Giro. Mulu Kinfe Hailemichael se alegra por los éxitos de su amigo y por las repercusiones para su continente: «Hablamos casi a diario por videoconferencia. Biniam es del sur de Eritrea y yo del norte de Etiopía, vivíamos a 50 kilómetros a ambos lados de la frontera. Hablamos el mismo idioma y estoy muy contento por él porque somos amigos y por lo que supone para África. Estamos muy identificados con nuestro continente. Tenemos problemas de material, nos gustaría que estuviera más desarrollado, que las academias de ciclismo fueran mejores, y espero que lo que hace Biniam sea un empuje para el continente y para que nuestros niños, que lo tienen difícil, puedan tener bicicletas y mejores oportunidades». «En África hay muchísimo talento sin medios». Porque Biniam Girmay ha dejado en evidencia la teoría que existía hace años en el ciclismo de que genéticamente los africanos no podían competir en el ciclismo como sí lo hacían en el atletismo. Su apoyo en Nafarroa, Egoi Martínez, destaca que «en África hay muchísimo talento, lo que no hay son medios. No tienen bicicletas, no se organizan carreras, no tienen posibilidades, pero Mulu me dice que como Biniam hay muchos. En mi época se pensaba eso porque no había ciclistas negros en el pelotón, pero genéticamente son muy buenos, viven en altura y si no hay más es porque no pueden probarlo». Egoi Martínez empezó a ayudar a Mulu Kinfe Hailemichael tras firmar con el Delko Marseille a través de la agencia de representación en la que trabaja desde que cerró en 2013 con la desaparición del Euskaltel-Euskadi una carrera profesional que inició en 2002. Vistió diez años el maillot naranja, con el que ganó el Tour del Porvenir en 2003, con un paréntesis de dos campañas en el Discovery Channel. Con el equipo americano se impuso en una etapa en la Vuelta en 2006 y ayudó a ganar su primer Tour a Alberto Contador en 2007, antes de volver al Euskaltel en 2008, cuando fue líder de la Vuelta. Su labor como corredor se centró en ayudar a los líderes, como la de agente en apoyar a todos los corredores que representa, pero la relación con Mulu supera por mucho lo profesional. Egoi Martínez se ha convertido en su segundo padre para ayudarlo porque desde la llegada de la pandemia empezaron a acumularse las adversidades en el camino del etíope, después de ganar en sus primeros meses con el Delko en marzo de 2020 una etapa en el Tour de Rwanda y acabar octavo en una general en la que se impuso otro participante en el último Giro, el eritreo Natnael Tesfatsion. El coronavirus paró el mundo y el etíope empezó la escalada más dura y larga de su vida. Por si fueran pocos los perjuicios que le provocaron los confinamientos y la suspensión de las carreras, en noviembre de 2020 comenzó la guerra de Tigray, que sigue vigente en el norte de Etiopía entre las autoridades locales y el gobierno federal del país. Egoi Martínez recuerda que, después de la pandemia, en la reanudación limitada de la temporada en 2020, solo tuvo trece días de competición, con un decimoquinto puesto en Getxo: «Tuvo problemas de visado, casi no pudo correr. El invierno de ese año estalló la guerra en Etiopía y, tras dos meses escapando de las bombas sin entrenarse, consiguió un avión en febrero para venir a Francia. Cuando llegó, en marzo, se cayó en la segunda carrera que corría, se rompió dos vértebras y se hizo una avería importante. Estuvo tres meses sin moverse y tardó cinco en volver a competir». Dos pasos atrás para coger impulso. Es en ese momento, en junio del año pasado, cuando Egoi Martínez acogió en Etxarri al etíope y le ayudó en su momento más difícil. Tras despedir 2021 con solo quince días de competición, el Delko desapareció cuando tenía firmado contrato para este año 2022 y tampoco fructificó la opción acordada con el Global Cycling continental inglés, lo que les llevó a fichar por el Caja Rural amateur con la temporada ya comenzada en mayo: «Tuvimos que encontrar una solución porque no pudo lograr un visado para correr en Inglaterra y se le quedó un calendario muy limitado. Nos dejaron marchar y decidimos dar dos pasos atrás y volver a la categoría amateur para demostrar que merece un hueco en el ciclismo y que quiere tirar para adelante», explica Egoi Martínez. En ese camino de vuelta a la élite, el navarro destaca que «lleva una mochila muy grande, muy pesada. La principal razón es que no sabe nada de su familia desde hace más de un año y no puede ir a su país porque están en guerra. De tener un buen contrato profesional con todos los medios, con tres bicicletas, de tenerlo todo, pasa a estar en Etxarri intentando reubicarse para volver a competir. Ha sido muy duro mentalmente y a esa mochila en la Vuelta a Navarra se le sumó la piedra de la presión de querer ganarla para justificar su fichaje por Caja Rural. Eso le colapsó. Estuvo a punto de abandonar al pensar que ya valía de luchar, que no podía con más. Es muy joven, está cansado de tantos problemas». Egoi Martínez explica que «nos dijo que lo dejaba y ahí nos tocó a la familia que tiene en Etxarri explicarle que no hay que abandonar, que hay que seguir luchando hasta el final, que la bicicleta seguía siendo la que le ha dado tantas cosas positivas y que, si se lo tomaba de una forma más tranquila, podía disfrutar. Fue una semana dura para todos, pero por suerte ese colapso ha servido para quitarle piedras de su mochila. De su familia sigue sin tener noticias, pero hemos intentado liberarlo de esa presión. El siguiente fin de semana, el primero después de la Vuelta a Navarra, queríamos que volviera a disfrutar, sin hablar de resultados, solo de correr más tranquilo, y así ha demostrado que es un gran corredor». Correr con menos estrés. Sin presión han llegado una victoria y tres terceros puestos en las cuatro siguientes carreras que ha disputado. De sus buenos resultados tras superar un momento crítico, Mulu Kinfe Hailemichael destaca que «el rendimiento es el mismo. Llevo un año entrenándome igual, pero a la Vuelta a Navarra fui angustiado con mis problemas, con mi responsabilidad. Pensaba que el Caja Rural me había fichado para intentar ganarla y la presión fue demasiada y me bloqueé. Cuando te colapsas o lo haces para siempre o tocas el fondo del mar y coges el impulso para arriba y, de las dos opciones, he encontrado la fuerza para correr con menos estrés, de otra manera y la diferencia está en los resultados». No tiene asegurada la vuelta al profesionalismo con el Caja Rural-RGA. Egoi Martínez explica que «solo ha firmado hasta final de temporada. Quiere ser ciclista, pero ahora se lo plantea de una manera diferente. Se lo tiene que ganar en las carreras, es muy orgulloso. Si no, ya habría claudicado. Ese orgullo le hace ser temperamental y bloquearse en Navarra, pero ahora mismo quiere volver a ser profesional. Está en un momento en el que quiere ganárselo, que nadie le haga favores. Me encantaría que pudiera volver al profesionalismo, regresar orgulloso a su casa y poder ayudar a su familia. Sería una satisfacción enorme». El etíope asiente: «He tenido muchos problemas, pero ahora solo pienso en correr y demostrar que quiero ser ciclista de una manera más tranquila, queriendo disfrutar del camino». Por eso no se marcan grandes objetivos, solo piensan en las próximas carreras. Egoi Martínez dice que «su sueño es ganar una etapa en el Giro, cada vez que ve el Mortirolo y el Stelvio son puertos que le emocionan, pero llevamos año y medio hablando de todo eso y genera mucha presión y ansiedad porque lleguen las cosas. Vamos a ir día a día. En las últimas semanas no hemos hablado de futuro ni de carreras. Irá donde quiera el Caja Rural para ayudar a los compañeros o a intentar ganar». Un año en Nafarroa. El etíope lleva desde el 3 de junio del año pasado en Etxarri en un apartamento junto a la vivienda de Egoi Martínez que ahora puede pagarse él porque «ha cobrado los tres años del Delko y eso le permite tirar adelante. Ha sido una cosa difícil, con abogados. Hasta que cobramos hace un mes el contrato del 2022, tras muchos problemas, todo han sido pegas y eso ha hecho que el colapso llegara, pero ahora le quitamos piedras de la mochila». Por ese mismo motivo decidieron dejar de hablar de la guerra: «Tuvo una crisis con eso porque empieza a tener miedo de que le den malas noticias. Él está en la distancia rezando para que un día haya algún acuerdo de alto al fuego que le permita enfrentarse a la situación y ver si su familia está allí. Antes hablábamos, pero veo que no le gusta, le genera tensión». Egoi Martínez destaca que en sus años como representante «no he tenido nunca una relación como esta con un corredor. Es una situación tan especial de un chico que está solo en el mundo... Mi mujer Raquel y yo hablamos de adoptar un tercero y me daba miedo, pero se presentó Mulu en nuestra vida por medio de un conocido y vi la oportunidad de hacer algo en el mundo más allá del interés personal. Trabajo como representante para traer un sueldo a casa y porque me gusta seguir vinculado al ciclismo, pero se quedaba solo en Europa, no podía ir a Etiopía y sentía una llamada desde dentro de echarle una mano al chico. Está siendo más complicado de lo que pensaba, pero ahora nos queremos y, una vez que estamos en el mismo barco, iremos juntos hasta el final». Mulu también transmite que Egoi Martínez «más que un amigo es mi padre, mi segundo padre. El mío falleció antes de que viniera a Europa y estoy muy agradecido porque me tratan como si fuera su hijo». «Somos como padre e hijo». Egoi Martínez también lo ve así: «Somos muy cabezones y no solo intentamos ayudarle para que el rendimiento ciclista sea bueno. Intentamos dejarle las cosas que podamos tener. Le hablo como a un hermano, pero es que tiene 24 años. Somos como padre e hijo. Me llama la atención cómo le mira a mi hijo Iker cuando tenemos una conversación y le viene a la mente la relación con sus padres, que hace poco se peleaba con ellos para explorar nuevos horizontes. No deja de ser un chaval». Por eso hace vida como uno más de la familia y Mulu se siente en Nafarroa como en su país: «He vivido en Italia y Francia, que son diferentes a Etiopía, y aquí estoy bien porque es de todos los sitios el que más se parece a mi casa, es muy familiar». Egoi Martínez explica que «ellos en Etiopía están muy unidos a su familia, lo mismo que nosotros aquí. Yo voy todos los días a casa de mis padres a la mañana y a la noche, o vamos a la de los padres de mi mujer. Nos juntamos mucho, nos reunimos para comer todos los domingos, y él recibe un cariño familiar diferente a lo que vivía en Francia e Italia, donde convivía con compañeros con una vida más independiente. Aquí vivimos un ambiente de amistad, cuadrilla y familia que le recuerda a su casa y está muy contento». Pero Mulu no olvida la inquietud por no tener noticias de su familia y recuerda que «África es un continente olvidado. Ahora todo el mundo se vuelca con Biniam Girmay, pero me da pena que no haya un mayor esfuerzo por intentar ayudarnos. Echo de menos una voluntad mayor. Hay mucho talento en África, pero los padres no pueden comprar bicicletas a sus hijos y por eso pediría que se enviara material a África, bicicletas usadas para ayudarles», lanza un último mensaje antes de despedirse en euskara: «¡Eskerrik asko, oso ongi!».