7K - zazpika astekaria
PSICOLOGÍA

Compuertas


Por qué ante una situación estresante determinada unas personas desarrollan un trastorno y otras no? ¿Por qué entonces aumentan las dificultades psicológicas para unas personas más que para otras? Como todo lo que tiene que ver con las personas, intentar responder a estas preguntas de una forma unívoca es arriesgado y a menudo soberbio, pero la experiencia y la experimentación dan algunas respuestas posibles.

Y es que, una situación estresante actual tiene el potencial, por desafiante, de abrir los caminos a otras similares –y sus maneras de afrontar– de otros momentos de la vida. Por ejemplo, la muerte de un familiar querido tiene el potencial de detonar una depresión persistente más allá de la tristeza lógica; o una crianza desafiante puede hacer que el progenitor se vuelva más intolerante y agresivo más allá del trato incómodo con su hijo adolescente.

Podríamos intentar darle una explicación lineal a estos ‘cambios’ de carácter más duraderos por la dureza de la situación que los detona, sin embargo, esta lógica no es útil para explicar por qué otras personas que pasan por algo así no desarrollan dichos cambios. De hecho, a cualquiera que observe y se dé una explicación del tipo causa-efecto habitualmente le queda el regusto de que algo no queda suficientemente explicado, que la reacción es desproporcionada o demasiado duradera a pesar de todo, si bien, es preferible tener una explicación incompleta que ninguna.

Para los profesionales de la salud en general y la salud mental en particular es evidente que estas situaciones suelen impactar, en algunas personas, en aspectos vulnerables previamente establecidos como tales. Es decir, la tristeza se convierte en depresión cuando –y permítaseme la imagen para condensar algo que sería más extenso y complejo– esta tristeza desborda el vaso de las tristezas pasadas que no fueron resueltas, que no fueron integradas. O el enfado se convierte en amargura cuando la confrontación de los hijos incide y reverbera en el cúmulo de las reivindicaciones no hechas a lo largo del tiempo. Por decirlo de algún modo, ciertas situaciones provocan una reacción en cadena que coloca a la persona de nuevo ante encrucijadas no resueltas en otros momentos de la vida por similitud, pero también por falta de otros recursos actuales. En este sentido parece que es más importante fijarse en la presencia o ausencia de elementos protectores actuales que abran la puerta o no a aquellos aspectos no resueltos y con potencial de desestabilizar.

Principalmente podemos hablar de recursos personales como la mentalización o capacidad para pensar en cómo uno mismo piensa y así relativizar y dirigir los procesos automáticos que se dan en esas situaciones estresantes, o los recursos sociales como las relaciones de intimidad que permiten afrontar el impacto de la vivencia actual y diluirlo en la seguridad que da el grupo. Estos elementos facilitan para estas personas, el no abrir la compuerta que igualará las presiones de dos tanques previamente estancos que se comunican por fin: el estrés de este momento con la tensión contenida de los conflictos no resueltos.

A veces, lo que se ansía en estos casos desafiantes es mantener las compuertas cerradas, volver a encontrar la estabilidad hoy y digerir lo sucedido con ayuda, toma de conciencia, distracción, etc. En otra ocasiones es precisamente esa apertura incontrolada de las compuertas la que permite resolver la dificultad de hoy y comprender qué ha removido de ayer eso que está costando tanto hoy. Siguiendo los ejemplos iniciales, quizá la muerte de esta persona nos deja sin un rol que ha sido importante tener toda la vida, lo cual nos desestabiliza más allá del dolor, o quizá esa adolescente que nos desprecia cínicamente nos recuerda al cinismo de un padre o una madre hace mucho. Sea como fuere, el llamado trastorno se establece cuando no hay noción ni se cuidan estas vinculaciones con lo inconcluso que viene acompañándonos.