Megaurbes sin bebés
El continente asiático afronta un futuro incierto por el alarmante rápido declive del número de nacimientos en los principales países orientales.
La población de Asia ya supera los 4.500 millones de habitantes, siendo el continente más poblado concentrando casi tres de cada cinco habitantes de la tierra. Las mayores concentraciones humanas también se sitúan en el continente asiático, siendo la capital de Bangladesh, Daca, la que tiene una mayor densidad poblacional del mundo con 44.500 personas por kilómetro cuadrado, seguida de muy lejos por Bombay, en India, con casi 32.000 personas por kilómetro cuadrado. El caso de Bangladesh sorprende por la cantidad de personas que se concentran en el país: en 2020 tenía una población de 165 millones de personas en solo 148.460 kilómetros cuadrados –una superficie ligeramente mayor que la de Grecia– , lo que da una densidad de población de más de 1.100 habitantes por kilómetro cuadrado.
Nueve de las diez grandes urbes del mundo también se sitúan en Asia: Tokio, con casi 40 millones de habitantes, Cantón con 32,6 y Shanghái con casi 30 lideran las ciudades más habitadas del planeta. De los 7.000 millones de seres humanos que viven actualmente en el planeta según Naciones Unidas, 450 millones de personas viven en tan solo 28 ciudades. Conocidas como “megaurbes”, se espera que en el año 2050 el 66% de la población habite en ellas. Pero a pesar de estos datos, el continente asiático se enfrenta a uno de los mayores retos de su historia reciente: el descenso acusado del número de nacimientos de sus principales países y el vertiginoso crecimiento de la población de 65 años o más. Actualmente, China, con una población de más de 1.4000 millones de habitantes, es el país con mayor población de ancianos del mundo, con más de 160 millones de personas mayores. India, con casi 85 millones, y Japón, con más de 35, le siguen en la lista.
La cuestión que más preocupa en los países del extremo oriente es el súbito y alarmante declive del número de nacimientos, especialmente en el Extremo Oriente. En las principales economías del este del continente se observa desde inicios de siglo un lento pero constante avance de la disminución de la natalidad, siendo Japón el paradigma y modelo de este fenómeno en la región. Al comienzo de la pandemia circularon algunas bromas asegurando que los confinamientos provocarían un baby boom en estos países pero nada más lejos de la realidad: la inseguridad política y económica y la incertidumbre social del inicio de esta década tuvo el efecto contrario en las tasas de natalidad.
Japón como modelo. El número de nacimientos en Japón registra una tendencia a la baja desde mediados de la década de los setenta, la época en que los hijos del baby boom posterior a la guerra estaban en edad fértil. La caída del nacimiento de bebés agrava las cosas en una sociedad que lidia con un gasto creciente en seguridad social para cubrir las pensiones y la atención médica de unos ancianos que cada día son más numerosos. Entre enero y junio de 2022 nacieron 384.942 bebés en Japón, un 5 % menos que el año pasado, que ya fue la cifra más baja desde 1899, cuando las autoridades japonesas comenzaron a recopilar estadísticas al respecto.
Según el Ministerio de Salud nipón, en 2021 nacieron 811.604 bebés y si el ritmo del primer semestre de este año no aumenta, el número de bebés no llegará a los 770.000, un descenso de más de 40.000 nacimientos respecto el año anterior. Este declive no es una sorpresa pero lo que sí ha hecho sonar las alarmas en el Ejecutivo japonés ha sido que la caída es más rápida de lo que habían anticipado estudios poblacionales previos. En 2017, el Instituto Nacional de Investigaciones sobre Población y Seguridad Social estimó que en 2022 habría alrededor de 850.000 nacimientos y que sería inferior a 800.000 en 2030. Sin embargo, a la luz de las recientes cifras, la caída por debajo de los 800.000 se adelantaría ocho años.
Estos datos son consecuencia de la reducción del número de matrimonios en un 4,6%, situándose en 501.116, la cifra más baja de la posguerra. Además de los que pospusieron matrimonios debido a la pandemia, un número cada vez mayor de personas son reacias a casarse debido a las incertidumbres futuras, por lo que hay pocas señales de que se pueda revertir la disminución en el número de nacimientos. Y al contrario de lo que pudiera parecer, el número de muertes en general disminuyó por primera vez en 11 años: el cáncer fue la mayor causa de muerte con un 26,5 %, seguido de las enfermedades cardíacas, con un 14,9 %, y 16.756 personas murieron por covid-19, apenas el 1,16%.
Corea del Sur, el más envejecido del mundo. También Corea del Sur ha visto cómo este mismo año el número de recién nacidos ha caído a un nuevo mínimo histórico, lo que subraya la sombría situación demográfica del país en medio de la tasa de natalidad crónicamente baja. La Oficina Nacional Estadística mostró que los últimos datos del pasado mes de noviembre indicaron un nuevo descenso del 1,3% del número de bebés a un total de 19.800, la cifra más baja para cualquier mes de noviembre desde que el país empezó a recopilar los datos relacionados en 1981. En los 11 primeros meses de 2021, nacieron en el país 244.016 bebés, lo que representa una disminución del 3,4% frente al año previo.
Corea del Sur también se encuentra lidiando con un descenso crónico de nacimientos dado que muchos jóvenes surcoreanos retrasan o renuncian al matrimonio o a tener hijos, en medio de una prolongada desaceleración económica y unos precios desorbitados de la vivienda. La tasa global de fecundidad del tigre asiático –el número medio de hijos que se espera que tenga una mujer durante su vida– alcanzó un mínimo histórico de 0,84 en 2020, registrando una cifra menor a uno por tercer año consecutivo. Pero al contrario que Japón, la cifra de muertes se elevó ostensiblemente en más de un 11%, causado principalmente por el rápido envejecimiento poblacional y el impacto de la pandemia de Covid-19.
Así, los datos demográficos vaticinan un futuro sombrío para Corea del Sur al estimar que en apenas tres años el país pasará a ser considerado una sociedad “súper envejecida”, es decir, un Estado donde más del 20% de la población tiene más de 65 años, solo siete años después de haber alcanzado el estatus de ‘sociedad envejecida’. Actualmente, el 65% de la población con esta edad o más se mantiene por sus propios medios pero el futuro no parece ser muy halagüeño; hay inquietud a causa de la inestabilidad laboral y la elevada tasa de pobreza subjetiva en dicho grupo de edad. Los expertos afirman que el cambio de estatus poblacional de Corea es muy acelerado, considerando que el Gran Bretaña tardó 50 años, Estados Unidos 15 y Japón 10 años en pasar de ‘sociedad envejecida’ a ‘súper envejecida’. Esta rapidez, según el informe de perspectivas de población de la ONU de 2022, hará que el país se convierta en el país más envejecido del mundo en 2044, superando incluso las cifras estimadas para Japón.
China, del control estricto al incentivo. Estos últimos años China ha modificado y relajado su archiconocida política estricta del hijo único, permitiendo –ahora sí– a los matrimonios tener dos e incluso tres hijos ante la evidencia de una desaceleración poblacional acelerada. Los datos más recientes publicados en los medios oficiales durante el pasado verano aseguraban que el número de nacimientos ya era el más bajo en décadas y los expertos auguran que antes del 2025 la población china empezará un inexorable retroceso.
Aunque la Comisión Nacional de Salud de China asegura que la pandemia de covid-19 ha contribuido decisivamente a la disminución del número de matrimonios y natalidad del país, así como los altos costos de la educación y la crianza de los hijos, lo cierto es que la factura de décadas de políticas de hijo único y el deseo de las familias de tener un descendiente varón ha dado como resultado que las últimas generaciones tengan la proporción de género más desequilibrada de la historia. La generación entre 18 y 35 años, con más de 220 millones de personas, cuenta con casi 20 millones más de hombres que de mujeres dejando la tasa de fertilidad a 1,16 en 2021, una de las tasas más bajas del mundo y por debajo de la tasa de 2,1 que la OCDE considera necesaria para una población estable.
El Gobierno chino ha intentado hacer un propósito de enmienda y mejorar el acceso a los servicios prenatales y posnatales para alentar a la población a tener más hijos en un intento de revertir una tasa de natalidad extraordinariamente preocupante para las autoridades. Las medidas que anunció la Comisión Nacional de la Salud incluyen el compromiso de hacer que los tratamientos de fertilidad sean más accesibles, pero solo para aquellas que están legalmente casadas. La solteras no tendrán, de momento, acceso a este servicio público.
Las otras medidas anunciadas, más que facilitar y ayudar a las familias a tener hijos, tiene como principal objetivo “desalentar” los abortos, después de muchos años de política de hijo único en que ha sido de fácil acceso. A pesar de que también se llevarán a cabo campañas de educación sobre salud reproductiva para mejorar la conciencia pública, se pretende principalmente prevenir «embarazos no deseados y reducir los abortos que no sean médicamente necesarios». Las medidas fueron descritas como cruciales para promover el desarrollo equilibrado a largo plazo de la población.
La revolución silenciosa de la Generación Z. Entre las muchas razones que se podrían esgrimir de este cambio –inestabilidad laboral, crisis mundiales, la pandemia de covid-19, etc.– uno de los motivos que es –y será– significativo es la revolución silenciosa de las mujeres de la Generación Z, especialmente en China. Las jóvenes asiáticas, sobre todo las nacidas aproximadamente entre 1995 y 2010, buscan cada vez más la diversidad y la individualidad en sus vidas y tener hijos ya no está entre sus prioridades. Muchas de estas mujeres, con trabajos y salarios bien remunerados, saben que su perspectiva inconformista es compartida por otras jóvenes, como lo demuestran las publicaciones en las redes sociales y las tendencias publicitarias.
Los expertos aseguran que el interés por tener hijos «es menor que nunca» entre las mujeres jóvenes y esto es bien visible en un cambio reciente en el mundo de la comunicación de masas: una marca o un ídolo pueden verse sometidos a una presión pública considerable si sus mensajes o acciones no defienden los derechos de las mujeres. Las campañas publicitarias dirigidas a las mujeres de menos de 35 años tienen como referencia el “live for yourself” (vive para ti misma), ya que una gran mayoría de mujeres solo desea complacerse en términos de consumo y estilo de vida, y en esta ecuación para algunas la maternidad no entra en juego.
En el extremo oriental de Asia, y especialmente en China, la disposición de las mujeres a casarse es significativamente menor que la de los hombres. Una encuesta realizada por la Liga de la Juventud Comunista en octubre del año pasado reveló que de 2.905 residentes urbanos solteros de 18 a 26 años, un total del 43,9% de las mujeres dijeron que no tenían intención de casarse o que no estaban seguras de si sucedería, un 19,3% más que sus homólogos masculinos solteros. En Corea del Sur y en Japón las jóvenes también priorizan sus carreras profesionales y sus deseos personales antes que constituir una familia. Una revolución silenciosa de toda una generación de mujeres que, con ello, no solo cuestionan los valores tradicionales del matrimonio y la maternidad sino que también desafían la brecha de género y las perpetuas desigualdades que han sufrido las generaciones precedentes.