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OSASUNA

Fármacos para perder peso


Nuevamente Elon Musk está jugando a ser Dios, y no es el único. Y es que, además del hombre más rico del mundo, otros tantos famosos de Hollywood le han seguido los pasos en el uso de un “mágico” fármaco para perder peso. Se trata de un medicamento inyectado, recetado e ideado en primer lugar, para tratar la diabetes tipo 2, del que, además, se ha descubierto también sus efectos en la pérdida de peso.

Para este segundo objetivo fue aprobado el pasado verano por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) y se prevé que posiblemente el tratamiento pueda estar disponible en dos o tres años en el Estado español. Tal ha sido el furor de este fármaco para tratar los problemas con el peso corporal al otro lado del charco, que se ha disparado su demanda provocando su escasez y un problema para los diabéticos que están teniendo dificultades para acceder al medicamento que controla su azúcar en la sangre.

Concretamente, según refiere la FDA y el propio prospecto del fármaco, el medicamento está indicado para el control de peso crónico en pacientes con un índice de masa corporal (IMC) de 27 kg/m2 o mayor, que tengan al menos un padecimiento relacionado con el peso (como hipertensión arterial, diabetes tipo 2 o colesterol elevado), o en pacientes con un IMC de 30 kg/m2 o mayor.

La forma de administración es inyectándolo una vez a la semana y, tal y como especifican, ha de usarse junto con una dieta baja en calorías y un aumento en la actividad física para lograr los objetivos prometidos. El medicamento en cuestión actúa equilibrando las hormonas responsables del hambre y retrasando también la digestión. Nada es tan ideal como parece.

En primer lugar, se han buscado estudios cuya metodología permita extrapolar después esos resultados a la población. En uno de ellos, los autores hacen referencia a la muestra utilizada en dicho estudio así como las características de la misma y explican lo siguiente: El peso corporal promedio fue de 231 libras (105 kg) y el IMC promedio fue de 38 kg/m2. Curioso cuando después este fármaco se indica a personas con IMC de 27 kg/m2. Si bien, el IMC por sí solo no es un parámetro de gran objetividad, un IMC de 27 kg/m2 hace referencia a un sobrepeso y uno de 38 kg/m2 a obesidad de grado II o severa. Es decir, ¿se está recomendando pincharse un fármaco cada día a gente con un leve sobrepeso?

En segundo lugar, los efectos secundarios más comunes del medicamento incluyen náuseas, diarrea, vómitos, estreñimiento, dolor abdominal (de estómago), dolor de cabeza, fatiga, dispepsia (indigestión), mareos, distensión abdominal, hipoglucemia (nivel bajo de azúcar en sangre) en pacientes con diabetes tipo 2, flatulencia, gastroenteritis y enfermedad por reflujo gastroesofágico (un tipo de trastorno digestivo). Según estos estudios, se informaron eventos gastrointestinales en el 49,1 % de los participantes que continuaron inyectándose el fármaco y proporciones similares interrumpieron el tratamiento debido a eventos adversos con su administración continuada. O sea, esto puede hacer pensar que te quita el hambre y te sacia, porque casi a la mitad de las personas les provoca sintomatología digestiva ante la cual a ninguno nos apetecería comer.

Tercero, hoy en día existen varias alternativas “exitosas” para perder peso, pero las dificultades intrínsecas en el manejo de la obesidad están asociadas con el problema que supone el mantenimiento de los cambios en el estilo de vida y que contribuyen a los resultados insatisfactorios a largo plazo. Es decir, lo difícil no es perder peso, sino mantener dicha pérdida a largo plazo. En este contexto, cuando se buscan artículos científicos sobre el mantenimiento de la pérdida de peso a largo plazo con este medicamento, no se encuentran artículos o estudios donde los autores no tengan conflicto de interés en relación al fármaco en cuestión, lo cual huele. Y, además, la pérdida de peso continúa solo si se sigue utilizando el fármaco.

En cuarto lugar, tanto el efecto en sí como el mantenimiento, dependen de realizar dieta hipocalórica y ejercicio habitualmente, según indican tanto los estudios como las indicaciones de la FDA. Por lo tanto, ¿qué hace pensar que en personas que ya han intentado ese “cambio” no han podido mantenerlo y en esta ocasión sí? Quizá sea porque la manida frase de “menos plato y más zapato” plantea una alternativa de tratamiento que no tiene sentido.

Y es que a pesar de que este fármaco realmente favorece la pérdida de peso, debemos recordar que la obesidad es una condición compleja de origen multifactorial con factores internos y externos clave. Este origen multifactorial explica también la variación individual, así, la susceptibilidad biológica combinada con factores psicológicos y sociales/situacionales promueven el aumento de peso. Por todo ello, el control de la obesidad ya no debe centrarse únicamente en la reducción del peso corporal (y el IMC), según declararon ya en 2014 la EASO (European Association for the Study of Obesity) a través de la declaración de posicionamiento sobre el uso de fármacos contra la obesidad. Dejemos de medicalizarlo todo y enfoquémonos en información, prevención e individualización de los tratamientos.