7K - zazpika astekaria
CINE

«Triangle of Sadness»


Cuando sientes gran admiración por un determinado cineasta, y ves que no todo el mundo la comparte, tiendes a buscar una explicación a esa disparidad de criterios, pero en el fondo siempre se trata de algo tan subjetivo e irracional que acabas por relajarte y disfrutar de sus películas sin que te importen otras opiniones. Esto me pasa con Ruben Östlund, al que sigo desde sus comienzos por ser el discípulo y heredero del maestro sueco Roy Andersson, al igual que en su día Bille August lo fue de Ingmar Bergman. Dicha escuela nórdica se nota sobre todo en sus dos primeros largometrajes “The Guitar Mongoloid” (2004) e “Involuntarid” (2008), en los que se observa el surrealismo de escenas en planos fijos a modo de retablos vivientes con grupos humanos a punto de ser retratados por la cámara, y siempre con un carácter episódico. Ya en “Play” (2011), con la que ganó los premios a la Mejor Dirección en los Guldbagge del cine sueco y en los festivales de Tokio y Xixón, hay una evolución a la búsqueda de un cine propio basado en el planteamiento de dilemas morales que dan qué pensar al espectador. En este caso presentaba a unos menores inmigrantes que se aprovechaban de la discriminación positiva para cometer robos impunemente. Claro que para dilema moral el que presentaba en “Fuerza mayor” (2014), película de su consagración internacional con seis premios Guldbagge, el Gran Premio del Jurado en Cannes y el Giraldillo de Oro en Sevilla. Ante una avalancha de nieve, durante unas vacaciones en una estación de ski, un padre y marido dejaba atrás a su familia para salvarse él primero. Y con la genial “The Square” (2017) se llevaba su primera Palma de Oro en Cannes, desarrollando su cine coral cada vez más a la manera de Robert Altman, que tampoco gustaba a un sector de la crítica. Es, sin duda, la mejor sátira que se ha hecho del vacío de ideas que domina el mercantilizado y subvencionado arte moderno.

Y puede que “Triangle of Sadness” (2022), ganadora de su segunda Palma de Oro en Cannes, sea todavía más Altman en su coralidad de farsa mundana. Por su formulación argumental es un poco lo que intentó Paul Mazursky al adaptar a Shakespeare en “La tempestad” (1982), con nada menos que John Cassavetes y Gena Rowlands en el reparto. Y por ahí van los tiros, a nada que nos fijemos en el esfuerzo por reunir un casting internacional, algo que se traduce en que esta es la película más cara rodada por Östlund, con un presupuesto de diez millones de euros que amortizó nada más estrenarse. De lo que cabe alegrarse relativamente, porque el éxito a menudo le sienta mal al cine de autor, tanto el de público como el que aporta el reconocimiento en los grandes festivales.

El sector detractor de Östlund afirma que “Triangle of Sadness” (2022) es una sátira de la lucha de clases de trazo grueso, y que utiliza un humor de brocha gorda. Supongo que lo dicen por las secuencias de la tormenta en el barco, pero ver a tanto ricachón vomitando constituye un cuadro dantesco de la degradación humana que el mismísimo Buñuel, azote de la burguesía, habría aplaudido.

Östlund ridiculiza a los nuevos ricos y demás clases emergentes del capitalismo tecnológico, a las que les gusta tanto viajar, más aún en cruceros de lujo. Por eso, junto a millonarios de países del Este, sitúa a una joven pareja de influencers y modelos, cuyo modo de vida es descrito en la primera parte, que recuerda a Altman y sus burlas del mundo de la moda en “Prêt-à-porter” (1994).

Y, tras la parte intermedia de la marejada en alta mar, llega un tercer acto relativo al naufragio en una isla desierta. Escenario que Östlund transforma en una metáfora revolucionaria, mediante el vuelco de los roles sociales y las relaciones de poder. Lejos de las estructuras económicas y sus privilegios, la clase alta se revela inútil, mientras que la tripulación asalariada demuestra más preparación para la supervivencia, y la que era jefa de personal se reconvierte en enlace sindical.