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2023, un año precocinado


Ya llegó 2023, cargado de emoción, rebajas y buen comer. No sé vosotros cómo planteáis el año que se presenta. Ya os digo yo que este año paso de apuntarme al gimnasio, de decirme a mí mismo “este año sí que sí” o de hacer ninguna promesa de esas que no pasan de la primera semana del año. Este año voy a pasar directo a los hechos. Concretamente a los hechos prácticos, a los bien cocinados. Platos cocinados, familia.

No es un tema nuevo y tampoco os voy a descubrir la penicilina, pero toca actualizar opiniones acerca de esta cocina, que aparte de práctica, cada vez es más interesante. Lo primero de todo es aclarar que no estoy tirando piedras a mi tejado. Muchos pensáis que defender la cocina “tradicional elaborada desde cero”, como la que hacemos en el restaurante y defender a su vez el desarrollo de los precocinados no es compatible. En mi humilde opinión, sí que lo es. Una cosa no quita la otra. La defensa, cada vez más histórica, de la manera tradicional de cocinar desde cero, desde la compra del producto en el mercado o al pequeño productor, es cada vez más anecdótica y escasa y por eso cada vez tiene más valor. Por otro lado, la velocidad a la que vivimos y el desequilibrio de preferencias de nuestras agendas nos llevan a consumir cada vez más productos ya cocinados. Calentar y listo.

Frente a estas dos realidades, este 2023 se presenta como una oportunidad para dar un paso más en el compromiso que tengamos con nuestra propia alimentación. No hablo solo de la calidad de producto que queramos o podamos consumir, sino de la parte intangible de esta (localidad de producto y manera de elaborar). Cada vez se preparan mejores precocinados y ya se empiezan a ver algunos platos con denominaciones, guiños “locales” o atributos fácilmente reconocibles y relacionables a la cocina más pura y tradicional. Algunos precocinados están, por tanto, muy cerca de ser el tuper de cada día en todos los aspectos. Os confieso que este año he probado algunos platos precocinados de quitarse la txapela. Esto me alegra y me llena de esperanza. Y ¡ojo! Que lo digo en serio. Puede sonar a comentario ñoño post-navideño, pero no. De verdad estoy contento con lo que me estoy encontrando en el mercado.

Pensad que los atributos que encontrábamos hasta ahora en el cocinado diario, en los restaurantes de menú o carta, en el tuper de la ama, el aita, la amona o el aitona, de manera relativamente fácil, poco a poco están desapareciendo. Hablo de los guisos largos, de sabores profundos, de los platos hechos con nuestros productos, de los sabores que reconocemos como de “casa”. Este tipo de cocina está poco a poco mudándose a nuevos formatos, entre los que se encuentran los precocinados. No todos los precocinados son, ahora, las lentejas de vuestra abuela, pero sí que están más cerca que hace dos años, de serlo. Antes de seguir, cuando hablo de precocinados, para los recién iniciados en esto de comprar comida ya cocinada, hablo de platos listos para consumir, ya sean fríos o teniéndolos que calentar.

Pues nada, amigos, que el 2023 se presenta como el año en el que podemos seleccionar mejores platos “pre” para el día a día. Solo tenemos que buscar bien. Las claves radican en que el producto, la marca o la elaboración pase por ser lo más local posible, que no tenga aditivos que no tiene que tener y que su regeneración (calentado) no lo destruya por completo. De esta manera, estaremos consumiendo práctico, local y “saludable”. Las comillas del saludable son porque la salud en el plato depende de muchos otros factores. Como por ejemplo, con qué más acompañamos este plato o lo que comemos el resto del día. Ya os suelo decir que la vida va de comer lo más local posible, rico y equilibrado.

Recomendaciones. Os voy a dejar aquí algunos aspectos / trucos a tener en cuenta para cuando consumáis productos precocinados.

Leed bien las indicaciones: Muchos de los envases son microondables. En el caso de los envases que queráis calentar, con pinchar la tapa superior por dos o tres puntos con la punta de un cuchillo suele ser suficiente. Esto provoca que mucha de la humedad del producto se quede dentro, manteniendo jugoso el producto y calentándolo más rápido sin pasar de punto el plato.

Analizad el tiempo: Si nos da tiempo, siempre es mejor calentar un plato precocinado en una cazuela a fuego lento que en el microondas. Por lo que calculad bien el tiempo que tenéis para preparar la comida. En este caso, siempre podréis además añadir algún ingrediente extra con el que dar un punto al plato. Por ejemplo, rehogad una cebolla a fuego vivo y añadir unos chipis en tinta ya preparados. O calentad por un lado un poco de pasta y terminad mezclándola con un sukalki de ternera (guiso de ternera).

Lavad las legumbres: Aunque no se trate de un plato precocinado, las legumbres cocidas son un buen complemento de armario. Tras leer la etiqueta, siempre recomiendo lavar las legumbres cocidas con agua. Esto “limpia” de alguna manera las impurezas que pueda haber en el bote (prácticamente nulas) y baja un pelín la cantidad de sal. Tras este proceso, podéis calentarlas con un poco de verdura recién picada o, por ejemplo, calentándolas en una cazuela con unas albóndigas en salsa. Lentejas con albóndigas = amor infinito.

Con salsa mejor: Pensad que los procesos a los que se someten estos platos para tener una mayor vida útil, a la vez que se cocinan, tratan de manera menos delicada a la que lo haríais vosotros en vuestra casa al producto, por lo que la salsa se convierte en un buen aliado para mantener la jugosidad en el plato y los puntos de cocción adecuados.

Potencia de sabor y sal: ¡Cuidado! El proceso de pasteurizado al que se someten estos platos hace que la sal, aun estando ahí, no se perciba de igual manera. Por lo que la percepción de sal baja. Leed las etiquetas y, si creéis que al plato le falta potencia, probad con añadir diferentes especias en lugar de añadir sal.

Estos son solo algunos aspectos a tener en cuenta. Lo que no hace falta decir, que ya os he dicho, es que, si es local, infinitamente mejor. Podéis comer bien, local y saludable sin prácticamente tocar la cocina. Esta afirmación me da vértigo, pero esta realidad está cada vez más presente.

Ahora, pensad en el trabajo que os estáis ahorrando e intentad calcular el valor de la cocina que parte desde cero. Esa cocina de “abuela” que cada vez escasea más. Para mí el valor de esta cocina es, sin duda, infinito.

Porque todos tengamos un 2023 pre, o no, cocinado, rico, local y saludable. On egin familia!