Iñaki Zaratiegi
EDICIÓN DEL LIBRO MUSICAL “BERA”

Microclima sónico bajo el Larrun

Refugiada bajo montes y a caballo entre mugas, Bera acumula una particular historia musical y ha sido fértil cuna de jóvenes rockeros. El especialista Pablo Salgado Méndez lo cuenta en un libro con más de 50 entrevistas y más de un centenar de referencias discográficas con participación de creadores del lugar. Lo publica en su editorial Banizu Nizuke, afirmando que es «el pueblo más interesante de toda Euskal Herria a nivel musical».

 Petti & Etxeko Uzta en Zumarraga. Fotografía: Juxe Areta
Petti & Etxeko Uzta en Zumarraga. Fotografía: Juxe Areta

Xabier Lete pedía al personaje de Pío Baroja, Altzateko Jaun, que protegiera a las gentes vascas, desde el barrio de Bera del mismo nombre donde el popular escritor tuvo su caserón Itzea. Y el favor del guerrero barojiano o la imaginada magia de las brujas que danzaban en la cumbre del Larrun parecen haber influido creativamente en la villa navarra y su entorno, allá por las mugas de Ibardin y Lizuniaga o las cuestas hacia Azkaine y las cuevas de Sara.

¿Serán esos encantamientos? ¿O el cruce de culturas entre el humilde euskara y los gigantes francés y castellano? ¿También la cercanía a dinámicas urbes contemporáneas a ambos lados del Bidasoa? ¿O la particular idiosincrasia de una gente muy comunitaria que practica y disfruta desde antaño con todo tipo de músicas?

El resultado de esas conjunciones ha dado un legado musical que se remonta a la presencia en el siglo XVII de un órgano parroquial y después orquestas, bandas, txarangas, coral, otxote, escuelas y clases particulares de voz e instrumentos, excelentes músicos, personajes peculiares y mucha implicación socio-institucional. De esa argamasa surgió un ambiente creativo que desde hace años convirtió a la villa en destacado centro rockero.

Lo ha querido contar Pablo Salgado Méndez (Portugalete, 1980), creador de la asociación Banizu Nizuke, que gestiona una editorial de libros musicales y la anual BALA (Bilboko Arte Liburu Azoka). Contaba con biografías de los grupos Dut y La Secta, y el análisis “Portusound” (sobre la escena de su pueblo) y decidió analizar por qué un lugar de unos 3.700 habitantes puede albergar tan alto número de músicos y grupos. El resultado es el minucioso estudio “Bera / La música de Bera”, que la misma editorial publica en sendas versiones de euskara y castellano. A través de más de 50 entrevistas y con más de un centenar de referencias discográficas en las que han participado creadores locales, explica la multirealidad melómana beratarra y sus posibles causas y razones.

 

Sexty Sexers. Fotografía: Juxe Areta

Buen tempero. Frondoso suelo musical debía albergar la tierra junto a Sastrako Erreka para que brotara tanta abundancia sónica. Según narra Pablo Salgado, el lugar contaba en 1651 con un órgano en la iglesia de San Esteban. El instrumento, «muy pequeño y de mala calidad», fue sustituido en 1714 por uno nuevo encargado al organero de Lerin. En 1838 un grupo de carlistas se refugió allí y los liberales incendiaron la iglesia, incluido el órgano. Se encargó otro a Barcelona, inaugurado en 1896, que fue restaurado para su centenario en 1995.

En el campo vocal, la localidad enclavada en Bortziriak contó con el tenor y escritor Isidoro Fagoaga Larrache (1893-1976). El novelista Eladio Esparza lo definió como «intérprete afamadísimo de Wagner, tan ignorado en su patria como celebérrimo en el extranjero». En el libro sobre Bera destaca también el compositor José María Goicoechea Aizkorbe (1924-2017).

Un nombre clave en la historia más reciente fue Matías Irazoqui Berasain (1926-2016), padre y abuelo de destacados músicos actuales. Adquirió un tocadiscos en su estancia en Bélgica y compraba discos de pizarra al otro lado de la muga. Responsable de la orquestina Lagun Artea, de principios de 1950, su hijo Mikel recuerda que «contó que la primera batería que hubo en Navarra, fue la suya». Colaboró con la Banda de Música, la coral Berako Abesbatza, el otxote o como atabal de la banda de txistularis y fue fundador de la txaranga Larhun, una de las cinco con las que ha contado el pueblo. La villa llegó a tener dos bandas de música a la vez (la primera de 1885).

Una imagen de Mugaldekoak. Fotografía: Juxe Areta

Cosecha local. El rockero Petti, uno de los protagonistas de esa efervescencia musiquera, llamó a su grupo y tituló un disco con el apropiado nombre artístico de Etxeko Uzta, que retrataba la actividad rockera local. Las nuevas generaciones tuvieron como “influencer” al polifacético Josu Goia Etxeberria (fallecido en 2018), organista en la iglesia, capaz de interpretar diez instrumentos, musicólogo, director de la Banda de Música, miembro de Mugarik Gabeko Txuntxuneroak, escultor y… nudista, según lo testifica su disco “Filosofia larrugorritan”. Fue además miembro del Consejo de Administración de “Egin” y GARA, de la primera Mesa Nacional de HB y del primer Parlamento de Nafarroa, y concejal y alcalde de la localidad.

El estudio del devenir musical beratarra destaca que la mayoría de los instrumentistas profesionales o semi profesionales, hoy en activo, se formó primero en la Escuela de Música o en clases particulares con herramientas más escolares: Mikel Artieda, Xabier Erkizia, Anxel Iraola, Mikel Irazoki, Estitxu Pinatxo, Aitor Lasaga o Igor Telletxea con el acordeón; Joseba B. Lenoir con el txistu; Ibai Gogortza o Iker Martiarena al saxo; Iñigo Telletxea o Xiker Salaberria a la trompeta. Pero se fueron pasando a las guitarras electrificadas o las baterías.

El grupo Etxeko Uzta con Petti (primero por la derecha) en Pasai Antxo. Fotografía: Jon Iraundegi

Virus y pandemia. Fernan Irazoki recuerda que su primera banda fue, hacia 1976, el seminal grupo instrumental Zizka. Él se ocupaba de la guitarra, con Inaxio Agara a los tambores, Mikel Artieda al bajo y en el teclado Begoña Rudi, una de las pocas mujeres en un entorno muy masculinizado. Ya como batero, Fernan conoció al goierritarra Kaki Arkarazo (futuro Kortatu, Negu Gorriak y productor) y montaron en 1980 el grupo de verbenas Laket. Ambas experiencias duraron poco, pero Zizka y Laket fueron un virus de entrada de los nuevos sonidos rockeros porque hacían versiones de Kinks, Pink Floyd, Police, Clash, Pretenders...

Arkarazo compadreaba con Xabier Montoia, que había creado Hertzainak pero salió del grupo antes de la edición de su primer vinilo. Mano a mano con el técnico y productor Ángel González Katarain, organizaron M-ak, propuesta bastante vanguardista en tiempos del rudo “Rock Radikal Vasco”, que grabó cinco LPs. Contaron con la base rítmica beratarra de Fernan y su hermano Mikel y esa entente fue un flujo de nuevos aires para la escena del pueblo. Con el tiempo, en la grabación del disco “Ni Ez Naiz Xabier Montoia”, músicos, productor, estudio y hasta quien salía en la foto de portada, eran de la localidad y el único no beratarra el propio Montoia.

Tras aquel primer activismo rockero surgiría un volcán de bandas: Gutariko Bat, Borrokan, Do, Onddo, On Benito, Rakia, Noise Hole, Dharma… La tienda de discos Laia, de Fernan Irazoki, abastecía de vinilos, casetes e instrumentos a la villa y se convirtió en escuela de músicos.

Joseba Baleztena (alias Joseba B. Lenoir) en acción en el año 2015. ​Fotografía: Raúl García

Individualidades. Entre la maraña de músicos hubo algunos de alcance local y otros que saltaron al mundo. Mikel Irazoki (que tras M-ak militó en Bizkar Hezurrak) ha sido director musical de Miguel Bosé o Ana Torroja y bajista con Luz Casal, Bisbal… Mikel Artieda con Duncan Dhu-Mikel Erentxun, colaborador en más de 60 discos y con algunas grabaciones propias. O el trompetista Patxi Urchegui, que comenzó con Isabel Pantoja y siguió con Juanes, Eros Ramazzotti, Ana Belén-Víctor Manuel, Sabina-Serrat, Miguel Ríos y otros.

De esa cantera han sobresalido otros nombres propios de fértil trayectoria. Joseba Irazoki tiene quizás el currículo más abigarrado. Desde el inicio a los 14 años con el experimental Zup y luego Do, Don Benito, Onddo, múltiples colaboraciones y casi una veintena de grabaciones, su expansiva guitarra es un destacado valor de la música popular vasca.

Banda de acordeones de Bera –1978–. (Fotografías cedidas para el libro “Bera” por Tere Abril e Isabel Ferrero).

Juan Luis Pérez Mitxelena (“Petti”, por la broma infantil “Juan Luis, petit suisse”), es otro de los apellidos destacados. Colaboró en Zup y debutó en disco con el significativo título “Amets bat” (1999). Sus personales vozarrón y guitarra han sonado en docenas de escenarios y ha colaborado con iniciativas dispares como Anari, Barrence Whitfield o Balerdi Balerdi. El año pasado se atrevió con la obra del teórico Noam Chomsky (al que había ya cantado M-ak) en “Manipulazio estrategiak”.

Aunque nacido en Lesaka, un creador destacado de la movida beratarra ha sido también Xabier Erkizia, primero activista en experiencias rockeras y después especialista en investigaciones sonoras y variantes vanguardistas. Entre 2000 y 2017 dirigió en Bera la propuesta alternativa internacional Ertz: Festival de otras músicas.

Los hermanos Fermin y Anxel Iraola se iniciaron también de críos con Begoña Rudi y al acordeón para acabar electrificados. Fermin estuvo con otros conocidos apellidos de la localidad en ADN (Alcohólicos del Norte), su amor por el rock de guitarras lo llevó a la escena zarauztarra con OK Korral y Labanak, que grabaron varios discos, y formó parte de Noise Hole. Montó una academia de guitarra en Irun y falleció en 2010. Anxel pasó como bajista por Noise Hole, Dharma o Why Not y está ahora en Balerdi Balerdi y Volaverunt.

El veterano Beñardo Goietxe pasó por Noise Hole, colabora con el hernaniarra Morau y milita en Mugaldekoak, “contrabandistas de poemas y sonidos” que han llevado al euskara a Dylan, Cohen, Johnny Cash y canciones del amplio mundo. Más joven es el multi instrumentista Joseba Baleztena, alias Joseba B. Lenoir en honor del artista de blues del mismo apellido, que inició su andadura como rockero, evolucionó a lo experimental, cuenta con una amplia discografía, ha sido profesor y hoy es productor en Gasteiz.

El cartel de Ertz Festibala 2015.

Auzolana. Desde aquellos días en los que el segundo órgano parroquial se compró con colecta popular y apoyo municipal, ha existido una constante social y colectiva en los devenires culturales, y en especial musicales, del burgo navarro. La oferta central ha estado muy focalizada desde 1979 en la itinerante Escuela de Música Isidoro Fagoaga.

Las primeras clases de solfeo las dio Begoña Rudi en lo que ahora es la ikastola Labiaga, «casi sin mesas y sin calefacción». De allí pasó al espacio que ocupa hoy la Casa de Cultura y después a la escuela Ricardo Baroja. Fijó más tarde asiento en el primer piso del Ayuntamiento, pero un incendio la destruyó y en 1991 se inauguró la definitiva Escuela Municipal de Música en el antiguo cuartel de la Guardia Civil.

La implicación institucional ha seguido siendo activa con la Casa de Cultura inaugurada en 1991, las facilidades para uso de diferentes locales públicos y en particular la cesión de la antigua aduana de Lizuniaga como lugar de ensayo y estudio de grabación, el apoyo al festival Ertz… También el libro “Bera” ha contado con apoyo municipal. Y han existido siempre activos bares musiqueros: Zizka-Kataku, Puy-Ekaitza, Ikuilu o el gaztetxe Kaxerna.

Petti grabando en el estudio de Elkar en Donostia. ​Fotografías: Juxe Areta

Nuevos contrabandos. Ya en el siglo XXI, uno de los nombres que más se ha oído desde el municipio han sido los stoners Sexty Sexers, que cantaron al ambiente sónico local en su ruidoso himno “Bera Rock City”. La cantante y concejal Estitxu Pinatxo vivió el mundo de los plaza taldeak (Egan, Iratxo, Triki Take), estuvo en la banda Damba, ha colaborado en ETB, participó en “La Voz” de Telecinco y en iniciativas como la gira colectiva “Sortuko dira besteak”. Tiene un par de CDs, ha colaborado con su primo Petti y practica el soul femenino con su colección de versiones “Dama beltzak”.

Un fichaje para la zona ha sido el ipartarra Felix Buff, que encabeza la banda Rüdiger. Otro apellido activo es Jones Agara, que pasó por Himen (2022-2007), el thrash metal de Dama (con tres discos) y debutó el año pasado con un single homónimo. Ibai Gogortza ha presentado su primer proyecto en solitario “Harat”. El grupo acústico Satelitik tiene un CD y existen más bandas de las últimas hornadas como Marranta o Volaverunt.

Un buen reflejo de ese ambiente ha sido el encuentro invernal Zotal Total, en la veterana taberna Kataku; jam sessions que en los últimos años han reunido a diferentes generaciones. Bera ha acreditado su tradición musical, desde el entusiasmo amateur al profesionalismo más reconocido y el libro que lo cuenta refleja que ahora mismo la antigua Aduana está «más llena y viva que nunca. Las viejas generaciones comparten espacio con los nuevos grupos y proyectos emergentes y el lugar parece estar viviendo su mejor momento. Nunca ha habido tantas bandas ensayando».

Joseba Irazoki, Josu Goia y Xabier Erkizia​ ​Fotografías: Jon Usual, Asier Gogortza, Donostiako Zinemaldia

En el valle vecino, la asociación Baztango Musikazaleen Elkartea, con una docena de grupos y solistas, ha recuperado el local de la antigua Zapatillera de Elbete y acordado un convenio de colaboración con el Ayuntamiento con la intención de ir adquiriendo un equipo de sonido e instalar un pequeño estudio de grabación. Buena ocasión para desarrollar colaboraciones con sus colegas de Bortziriak.

Llegados a estas alturas de la fiesta y tras el balance, ¿cuáles son las perspectivas? Algunas opiniones subrayan el carácter activo y la inquietud creativa y hasta experimental habidos en la población, pero señalan que quizás se ha comenzado a romper la cadena generacional y existen menos jóvenes que antaño con inquietudes musicales. Pablo Salgado apunta que «hay mucho músico joven, en el local de la Aduana hay un montón de grupos ensayando, pero sí hay un cierto parón en el relevo en cuanto a grupos nuevos con fuerza como pudieron ser Gutariko Bat o Sexty Sexers».

Banda de Música de Bera –1978–. (Fotografías cedidas para el libro “Bera” por Tere Abril e Isabel Ferrero).

Apoyo mutuo. Para Salgado, la elaboración de su libro ha sido una labor «laberíntica porque son familia, se mezclan, tocan en siete bandas a la vez, tienen ese toque de comunidad que viene de lejos». ¿Y qué tiene Bera de especial cuando se la compara con otros núcleos musiqueros? «Es el pueblo más interesante de toda Euskal Herria a nivel musical. Se suele hablar de lugares relacionados con un estilo, con un fenómeno musical concreto, pero en Bera no hay un estilo o un periodo temporal concretos, sino más bien una escuela integral e integradora que sigue sumando gente. Y en medio de la pluralidad de estilos se relacionan y ayudan de forma comunitaria».

El cronista subraya además que «al ser gente de pueblo marcan una diferencia con lo urbano, digamos que son más sanos en las relaciones, más naturales, sin egos, acogedores y generosos. Creo que el entorno rural y pequeño les da esos valores como personas. La pareja Félix Buff y Nerea Garrido (Rüdiger, Jupiter Jon) me dijeron que se trasladaron de Iparralde-Irun a Bera por el tema musical, porque buscaban un espacio común así y sienten que cuando dices a la gente que eres músico no lo entienden como un hobby respecto a tu ocupación laboral real sino que respetan y valoran tu profesión en la música».

En la apertura del libro, Bernardo Goietxe escribe el poema “El misterio de Bera”: «Y preguntan: ¿Qué pasa en Bera? Tantos pájaros cantores, creadores de sonidos y melodías voladoras, en ese pequeño pueblo a orillas del Bidasoa... ¿Qué tendrá el rocío, o el agua, o el viento del lugar? Y yo me pregunto: ¿Y qué pasó en Mosku de Irun, en Hondarribia, en Getxo, en el Buenavista de Donosti, en Madrid, en Granada, en Manchester, Seattle o Chicago? ¿Sería un misterio similar? ¿El embrujo y el encanto de la música en diferentes tiempos y lugares?... Aprender, gozar y crear con curiosidad... Insaciables y ebrios de música. Pluralidad de acordes, colores y formas… Cuidándonos y ayudándonos en nuestros vuelos. Desde la humildad, compartimos el orgullo de habernos conocido y de que la música nos haya hechizado juntos».