Nico, un oscuro icono pop
Nacida en la Alemania nazi, Christa Päffgen sobrevivió en Berlín a la derrota germana. Su físico la aupó a la moda y el cine y el grupo neoyorquino The Velvet Underground fue el trampolín a una particular trayectoria de compositora y cantante. Su misterioso mundo creativo convivió con largas drogadicciones y tuvo un trágico final al sol de Ibiza. Una minuciosa biografía, traducida al castellano, reivindica su legado e influencias.
El mediodía del 17 de julio de 1988, la alemana Christa Päffgen, de 49 años, comentó a su hijo Ari, de 25, que salía en bicicleta a comprar algo de hachís que le aliviara una fuerte jaqueca. Eran huéspedes del músico y escritor británico James Edward Young en una casita de campo cerca de Eivissa. Según Ari, su madre se cubrió la cabeza con una gran tela negra que aligerara su malestar y la protegiera de los 32 grados que recalentaban la isla balear. Infló la rueda delantera, cogió unas gafas de sol y un ejemplar de la novela de viajes “Pasando fatigas”, de Mark Twain, y pedaleó cuesta abajo.
Al día siguiente no había regresado y el hijo y algún amigo salieron en su búsqueda. La hallaron cadáver en un hospital. Se había caído de la bici, golpeado en la cabeza y fue encontrada por una pareja que llamó a una ambulancia. Tres centros le negaron el ingreso por extranjera indocumentada con pintas de “vieja hippy” y “yonqui vagabunda”. La aceptó por fin Can Misses, el mayor hospital de Ibiza.
Le diagnosticaron insolación, la encamaron y fue perdiendo la consciencia. A la mañana siguiente la examinó por fin un médico que descubrió una hemorragia cerebral. Trataron de reanimarla con inyecciones, pero no había una vena viable en sus brazos de heroinómana. Fue agonizando, sola, y falleció a última hora de la tarde.
Realidad y mito. Nadie supo que aquella anónima mujer (nacida en Colonia el 16-10-1938), era conocida internacionalmente bajo el seudónimo artístico de Nico. Catapultada en los años sesenta por su particular físico y estilismo, brilló en la moda, el cine y la música. Fue precoz modelo para destacados fotógrafos y revistas, actriz con Federico Fellini o Philippe Garrel, icónica musa del creador Andy Warhol y el grupo de rock The Velvet Underground y autora de seis discos propios.
Su atractivo, la pose distante y misteriosa, el exótico acento germano y su árida voz de contralto habrían inspirado, entre otros, al pintor Salvador Dalí o el ensayista Jean Baudrillard. Estrella mediática y posterior cantante de culto, el juego con lo oscuro, el misterio y la decadencia se tornó real con el peso, primero de las anfetaminas para estar activa y delgada, y después del alcohol, hachís, tabaquismo, heroína y metadona.
Sus memorias se reflejaron en el diario “Nico. Cible mouvante. Chansons, poèmes, journal”, publicado en 2001. Han biografiado también su trayectoria el musicólogo británico Richard Witts o el citado James Young, teclista que la acompañó en directo y estudio. En cine, Bernd Gaul realizó “Nico. In Memoriam” y Susanne Ofteringer, “Nico Icon”. La italiana Susanna Nicchiarelli dirigió el biopic “Nico, 1988”.
En 2022, la editorial barcelonesa Contra ha publicado la traducción al castellano de “You Are Beautiful & You Are Alone. La biografía de Nico”, escrita por la especialista californiana Otter Bickerdike, tras años de investigación y más de cien entrevistas.
La autora relata que se trata de «una vida hecha a retales de medias verdades e invenciones» y, al mismo tiempo, denuncia: «Nico se ha vuelto legendaria para muchos no como artista y poetisa, sino por su apariencia (…), por los hombres con los que salía y sus problemas de adicción (…). Es vergonzoso que los hombres no sean juzgados de la misma manera (…). Algo anda mal (…), la misoginia, la discriminación por edad y la terrible realidad de que en 40 años no ha cambiado la forma en que los medios y la cultura popular tratan a las mujeres».
Hija de la guerra. Christa provenía del linaje cervecero Päffgen. Su padre, que se había divorciado de una primera relación y fue rechazado por su conservadora familia, fue reclutado por el ejército nazi y murió en la II Guerra Mundial. Madre e hija vivieron con los abuelos, huyeron a Berlín y sobrevivieron en el sector estadounidense. Pobre, tímida y sin vida social, la niña llegó a pasar siete meses en el orfanato Kinderheim Sülz, entonces el mayor de Europa.
A los trece años abandonó la escuela para trabajar de costurera con su madre y siempre aseguró que a esa edad fue violada por un sargento americano, juzgado en consejo de guerra y ahorcado. Quiso ser bailarina, pero a su edad era ya tarde para intentarlo, y frecuentó la zona de tiendas de moda hasta conseguir ser fichada en 1953 como “maniquí” en el gran establecimiento berlinés KaDeWe.
Conoció al fotógrafo Herbert Tobias, quien le habría inventado el nombre artístico de Nico. La puerta de la moda se abrió para la adolescente, que saltó a París y trabajó en revistas de altura como “Vogue” o“Elle” o para el modisto Dior y realizó todo tipo de promociones, incluido el brandy Terry de Jerez. Comenzó también la supuesta cadena de “seducciones”: con la modista Coco Chanel, la actriz Jeanne Moreau o el escritor Ernest Hemingway. Su biógrafa cree que son fantasías y subraya que «Nico se había vuelto tan buena interpretando a Nico que casi nunca mostraba a nadie su verdadero yo».
La dolce vita. La bien pagada modelo apostó como actriz estudiando interpretación en Nueva York, donde dijo haber coincidido con Marylin Monroe. Desde 1958 obtuvo pequeños papeles en la película “La tempesta”, el filme musical “For The First Time” con el tenor Mario Lanza, o en “La dolce vita”, de Federico Fellini, junto a Marcello Mastroianni, lo que le dio un cierto eco internacional.
En su carrusel amoroso hubo una “obsesión” por Alain Delon, con quien tuvo un hijo: Ari. El actor negó su paternidad y el pequeño nació apátrida de una madre con un “ohne festen Wohnsitz” (“sin dirección fija”) en su pasaporte. Acabó “adoptado” (según Nico, “robado”) por la madre de Delon, Edith Boulogne, quien lo registró como Christian Aaron Boulogne. De evidente parecido físico a Alain, se especializó como fotógrafo y compartió vida con su madre en la última etapa vital de Nico. En 2001 se publicaron sus recuerdos en “L'amour n'oublie jamais”.
Christa dio en 1963 el salto definitivo a Nueva York para debutar como cantante de clubs. Quería dejar de ser reconocida por su físico y que se valorara su capacidad creativa, que fue su gran batalla vital. Las “seducciones” afectivas continuaron con Serge Gainsbourg o Bob Dylan, de quien dijo que le regaló la canción “I’ll Keep It With Mine”, que el cantautor habría escrito «pensando en mí y en mi pequeño». Pero Dylan la había grabado un año antes, Judy Collins lo haría en 1965 y Nico en 1967. El futuro Premio Nobel de Literatura tuvo una gran importancia para la entonces debutante intérprete.
Conoció también a los Rolling Stones y fue pareja de su fundador Brian Jones. Su manager, Andrew Long Oldham, promotor del sello Inmediate, firmó su debut discográfico en 1965 con la versión en single de “I’m Not Saying”. Una canción pop extrañamente alegre para lo que sería su posterior trayectoria.
New York-New York. En las correrías londinenses con Brian Jones, Nico se mezcló con intelectuales alternativos yanquis que le abrieron la puerta de la neoyorquina Factory, espacio creativo del pintor-realizador Andy Warhol, quien la introdujo en su mundo con el filme “Chelsea Girls” y de vocalista en el grupo The Velvet Underground, que encabezaban Lou Reed y John Cale. La artista alemana cantó tres temas (“Femme Fatale”, “All Tomorrow’s Parties” y “I’ll Be Your Mirror”) para el LP “The Velvet Underground & Nico”, con la icónica portada de un plátano, diseñada por Warhol. Un vinilo que encabeza la lista de los discos más influyentes del rock.
Contra lo estático de su presencia y lo monocorde de su manera de cantar, la idea de incorporar a la espigada rubia europea, vestida de blanco, entre los oscuros Velvet, fue perfecta como gancho estético. Pero su forzada inclusión en la banda chocó sobre todo con el ego de Lou Reed, con quien vivió una relación de amor/odio.
Reanudó su papel de intérprete solista en clubs (con guitarristas como Jackson Browne y Leonard Cohen de enamorado espectador), tuvo una relación con el Doors Jim Morrison, que fue un influyente apoyo creativo, y debutó en disco largo con “Chelsea Girl”, guiño al título de Warhol. Lo produjo John Cale, que se convirtió en mano derecha de su discografía posterior. Prácticamente todas las canciones eran ajenas, el LP tenía una lógica folk con arreglos de cuerda clásica y la desmadejada voz, lejana, en un tono de letanía, estuvo arropada por una alta lista de colaboradores. Pero fue un fracaso comercial.
La reválida “The Marble Index” supuso un cambio estilístico. Lo compuso enteramente la propia cantante y era más conceptual, atrevido y árido. La multi efectista producción se alejó del tono folk en una especie de proto rock gótico con influencias tecno, secuenciales o clásicas. Nico usó por primera vez el harmonium portátil a fuelle, anacrónico instrumento en el mundo rock que se convirtió en su señal identitaria.
El álbum volvió a ser imposible de vender, pero Nico había dado un gran paso como creadora. Como relató Cale, «vino a la Factory siendo una diosa rubia y se fue para convertirse en una música/compositora, teñida de gena, morena, vestida de negro. Era una mujer que no se gustaba a sí misma. Había mucho miedo y odio. Todo lo que hizo trataba de mostrar que era ya otra persona».
Cicatrices interiores. La llamada Greta Garbo gótica o Marlene Dietrich punk añadió la joven promesa Iggy Pop a su lista de amistades íntimas y protagonizó con el rockero un corto experimental para la canción “Evening of Light”. Inauguró los años setenta con “Desertshore”, LP nuevamente arriesgado y vanguardista, con más seguridad en la voz y momentos particulares como los mantras de despedida a su madre y el rolling Brian Jones y la breve inclusión de su hijo cantando “Le petit chevalier”.
La portada la mostraba sobre un caballo blanco tirado por su pequeño hijo. Recordaba el anuncio ecuestre para el brandy Terry y pertenecía a la extraña película “La cicatrice intérieure”, de Philippe Garrel, con quien mantuvo una larga y complicada relación afectiva, artística y de complicidad heroinómana. Realizaron hasta siete filmaciones sui géneris.
Tras perder a su madre en 1970, su amigo Jim Morrison murió un año después. Giró por Europa con su armonio a cuestas, teloneó a Pink Floyd o se reencontró con The Velvet Underground en la sala parisina Bataclán. El LP “The End”, con mucho experimentalismo sonoro, ahondó su personal mundo poético y musical. Pero la cantante conoció un notable bajón vital en los años siguientes a causa de sus adicciones y al final de década giró por Gran Bretaña y actuó en Estados Unidos en conciertos a veces bastante desastrosos.
Penúltima escapada. Reencontrada con su hijo, con quien compartía la adicción a la heroína, y asentada en círculos rockeros londinenses, vivió un caos para sacar el álbum “Drama of Exile” (1981). Sin la producción de Cale, el LP estuvo dominado por un ampuloso ambiente rock y tecno-rock, con experimentos orientalistas.
En 1985, el bastante experimental y tecno “Camera Obscura” fue su sexto y último disco de estudio, de nuevo con músicos británicos y John Cale en la producción. Según la última biografía, el ex Velvet fue quizás la persona más fiel y comprensiva que encontró en toda su vida. Además de los seis discos de estudio, sumó más de una docena de grabaciones en directo y recopilaciones.
Christa pasó una inusualmente larga temporada en Manchester y siguió girando. En uno de los numerosos conciertos (su biógrafa habla de 1.200 en la década de los años ochenta, lo que parece exagerado), actuó en la sala gasteiztarra The End, en abril de 1987. De aspecto crepuscular y poco comunicativa, cantó escorada a la derecha del escenario tras su eclesial órgano. Cerró recital con su habitual versión de “The End”, terminal canción de Morrison y los Doors. Intervino también en la sala madrileña Astoria y, en declaraciones a la prensa, y a propósito del reciente fallecimiento de Andy Warhol, afirmó no temer a la muerte.
El británico Marc Almond fue una de las voces del nuevo pop que reivindicó su legado y juntos grabaron en 1988 “Your Kisses Burn”, última sesión de estudio de Nico. Y el destino quiso que su última aparición en público fuera en Berlín, un 6 de junio en el Planetario. La creadora germana, que se relacionó con Marianne Faithfull y fue amiga de Patti Smith, dejó un reguero de influencias sobre todo en el post punk: Siousxie Sioux, Joy Division, The Cure, Bauhaus, The Birthday Party de Nick Cave, Björk... Los alternativos Throbbing Gristle reinterpretaron en 2017 el LP “Desertshore” en sesiones de varios días. John Cale ha seguido actualizando su legado y la recuerda en su nuevo disco (“Moonstruck, Nico’s Song”). Y músicos más jóvenes han recuperado piezas suyas.
Superviviente. El prolífico escritor británico Victor Bockris, asiduo del centro The Factory y biógrafo de la Velvet, Lou Reed y John Cale, comentó a la autora Bickerdike: «El consumo de caballo de Nico era como el de muchos mú́sicos, una manera de superar el dolor que surge al estar en esa profesión, que o bien te premia de una manera absurda o te castiga también de una manera absurda si no triunfas».
La biógrafa Bickerdike opina que muchos de los particulares rasgos de su carácter tenían que ver con esos abusos químicos. Y subraya que a los hombres famosos se les suelen aceptar sus dependencias, pero con las mujeres hay una mirada misógina. Una Baines, teclista de los manchesterianos The Fall y Blue Orchids, grupo de apoyo de Nico durante una época, opina que Nico «encaja en ese miedo que tienen los hombres a las mujeres que se salen de la norma».
Dicen las crónicas que, tras quince años enganchada, Christa había dejado la heroína tras pasar por la metadona. Que su reclusión en Ibiza era curativa, en paralelo a la de su hijo (“había hallado un hogar espiritual y emocional”, escribe su biógrafa, que cita a la propia cantante: «es mi sitio favorito, creo que moriré allí»). Que deseaba dejar los escenarios y la nocturnidad y centrarse en redactar su biografía.
«He estado en lo más alto y en lo más bajo y los dos sitios están vacíos (…). Soy una superviviente, pero me siento mejor que hace dos décadas. Estoy en paz conmigo; no necesito buscar nada desesperadamente. Tengo más paciencia y no me aburro nunca. Pero mis ideas no han cambiado desde los años sesenta. Mi filosofía es no cambiar. No hay por qué hacerlo: la cultura actual es para perros y sigue viviendo de aquellos años. Por eso me gustaría ir a Mongolia, al desierto de Gobi, y vivir en una tienda de campaña escribiendo mi música».
Su colaborador y anfitrión James Young, que fue entrevistado por la escritora Helen Dolon en el libro “Shadows Across the Moon” sobre la escena ibicenca, reveló en todo caso que «hablé con Ari y piensa que ella sabía que se moría. Así que ahora, al final, supongo que había otra intención oculta. Fue a Ibiza a morir. No quería morir en Manchester, Berlín, París o Nueva York. Quería morir en la cuna de la vida. De niña vio Berlín ardiendo, observó cómo pasaban los trenes de la muerte a los campos, vivió literalmente su vida de ensueño en un cementerio. El Mediterráneo bañaría su cuerpo hasta limpiarlo, le blanquearía los huesos, la devolvería al origen (...). Ibiza representaba la liberación: del mundo y en última instancia de sí misma. Fue un lugar que escogió para vivir, para reinventarse (...) y para morir siendo una mujer libre».
«Es el sol. Sé que eso la mató. Seguro», diría su hijo.