Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Radicalizar la mirada

La cultura está compuesta por múltiples capas. En ella se encuentran los códigos mediante los cuales, como sociedad, interpretamos la realidad. Es por eso que es también el medio desde donde se vuelcan los mecanismos de poder. Los discursos hegemónicos inundan el día a día de nuestras vidas y se filtran a través de nuestros gestos, costumbres y prejuicios. El arte, al igual que otras disciplinas, es capaz de hablar desde otros lugares. Propone descentrar y reubicar nuestra sensibilidad para desafiar todo aquello que damos por hecho.

Es el espacio donde cavar las trincheras para reivindicar otras maneras de representar. En definitiva, la creación de nuevas visibilidades. La verdadera potencia reside entonces en apostar por un cambio de mirada. Radicalizar el acto de ver como una construcción política en la que las múltiples subjetividades que componen el mundo encuentran un lugar para enunciarse.

En este sentido, reseñamos hoy la exposición “Les corps incorruptibles” a cargo de la artista Emilie Hallard (Estado Francés, 1979). Como resultado de una colaboración entre el Instituto Francés y el Servicio de Cultura de la UPV-EHU, la inauguración tuvo lugar el 15 de febrero en la Sala Axular del Bizkaia Aretoa situada en el centro de Bilbo. La muestra se centra en la producción fotográfica de Hallard y podrá visitarse hasta el 10 de marzo. La fotografía, nacida en origen para la representación de una realidad sin mediación, es utilizada por Hallard para interpelar al público en torno al cuerpo y a nociones satelitales que planean sobre él como lo femenino, lo normativo, lo aceptable o lo canónico. Para eso, reúne una serie de retratos en los que la desnudez actúa como la condición que hermana cada una de las piezas. En ellas encontramos instantáneas a color, en las que sus protagonistas miran fijamente al objetivo y posan mostrando sus cuerpos sin ropa. Posturas y escenarios naturales, inundados por una luz neutra que parece hablar desde la cotidianidad, el hogar o lo íntimo. En un gesto tan sencillo como componer esta colección de cuerpos, tiene lugar un alegato por la destrucción de estándares que constriñen la aceptación de nuestra propia naturaleza. La representación se torna reivindicación y las fotografías actúan como ventanas a habitaciones, estancias y terrazas en las que cuerpos tan diferentes como los nuestros nos invitan a formar parte de una vida en la que lo diverso nos enriquece.

El Palacio Condestable de Iruñea acoge una retrospectiva del dibujante navarro Luis Martorell (Bera, 1952), en la que se repasa medio siglo de trayectoria dedicada a la creación gráfica. “Cómic, dibujo, ilustración. 2022-1972” se inauguró a finales de enero y podrá visitarse hasta el 19 de este mes. La muestra realiza un repaso por las diferentes disciplinas en las que Martorell ha profundizado. El cómic, la ilustración y el dibujo aparecen de forma destacable para llegar incluso al uso de las tecnologías digitales y la inteligencia artificial. Para dar buena cuenta de un legado tan extenso como variado, la exposición ha sido planificada en tres espacios que ordenan cronológicamente su producción, comenzando por lo más actual para poco a poco ir desgranando su dedicación hasta los orígenes de su práctica. La exposición de Martorell nos permite, de alguna manera, acercarnos a la historia de la evolución de la gráfica y de sus aplicaciones. Desde sus trabajos más independientes, pasando por su trabajo con publicaciones como en la editorial Pamiela o la revista “TMEO”, hasta sus colaboraciones institucionales y sus creaciones propias. A medio camino entre el arte, la publicidad o el diseño es, sin lugar a dudas, uno de los ámbitos que más ha sabido adaptar sus posibilidades y el trabajo de Martorell es un claro ejemplo de ello.