Exponer el legado
Decir que la cultura es inherente a nuestro paso por el mundo es una afirmación que no suscita ningún tipo de duda. En este sentido, podríamos asegurar que una de sus ramas, el arte contemporáneo, también lo es. La necesidad de crear es parte de nuestra existencia. Es una pulsión que se convierte en un afán de expresión, necesidad de comunicación o bien algo tan irracional como un grito lanzado al aire. Si bien el arte actual encuentra sus modos de difusión en diversos y casi infinitos lenguajes, la exposición sigue siendo el ritual por excelencia. Debemos tener en cuenta que esta práctica no corresponde únicamente al arte.
La ciencia, la arqueología o la arquitectura son solo algunas de las áreas que utilizan sus posibilidades como una oportunidad para la divulgación. Aquellos espacios del S.XVI, conocidos como cuartos de maravillas o gabinetes de curiosidades en los que los aristócratas y burgueses europeos mostraban sus reliquias y las colecciones de objetos exóticos traídos de diferentes puntos del mundo, son el primer paso hacia un lenguaje aún vigente. Con todo, es habitual relacionar la creación artística con el formato expositivo. El lugar de encuentros donde obra y público contactan y se relacionan. Las dos propuestas que reseñamos en el artículo de hoy tienen en común la responsabilidad de dar forma a la manera de mostrar un legado. Ambas, cada una desde su especificidad, proponen unos códigos propios que nos permiten iniciar un viaje del que, si queremos, podemos ser parte imprescindible.
El 16 de febrero, la Sala de Armas de la Ciudadela de Iruñea inauguró “Basado en historias reales”. Hasta el 16 de abril podremos acercarnos a esta muestra colectiva organizada desde los fondos de la Colección Foto Colectania. La fundación se formó en el año 2001 por el empresario y coleccionista Mario Rotllant. Cuenta con más de tres mil obras realizadas desde la mitad del S.XX y sirve como depósito para otras colecciones privadas. En esta ocasión, se han seleccionado más de un centenar de piezas que corresponden a una cincuentena de autores y autoras. La fotografía como disciplina sirve aquí como testigo del tiempo. Una manera de mirar la vida a través de la lente que capta y congela un instante concreto. La capacidad de paralizar el tiempo y convertirlo en papel. Bajo el comisariado de Irene de Mendoza, son cuatro los ejes temáticos que rigen la composición de la muestra. “Álbum personal”, “La otra historia de las fotografías”, “Paisajes reales-Paisajes imaginados” e “Historias construidas” sirven como hilos conductores que tratan cuestiones tan amplias como lo íntimo, el entorno o los procesos de creadores y creadoras sobre la obra. Para todo esto conviven diferentes formatos y tamaños preservando las necesidades propias de cada uno de los trabajos. Nombres como Manuel Castro Pietro, Joan Fontcuberta, Cristina García Rodero, Alberto García-Alix, Cristina de Middel, Isabel Muñoz, o Ramón Masats, componen el elenco.
A principios del pasado febrero, la galería Arteko de Donostia inauguró una nueva exposición con Mari Puri Herrero (Bilbo, 1942) como protagonista. La artista, conocida por el gran público por realizar el diseño de Marijaia en 1978, recibió el premio Gure Artea el pasado 2022, uno de los reconocimientos con más renombre de nuestro territorio. Su amplia trayectoria le ha servido para erigirse como una de las artistas más relevantes de su época. Su obra se ha desarrollado principalmente desde la pintura y las técnicas gráficas, destacando por el dominio de lo cromático y la presencia de las figuras. “Del color de los días” podrá visitarse hasta principios de mayo. El soporte principal es el papel y supone la puesta en escena de algunos de sus trabajos más recientes. Además de esto, Herrero expone algunos de sus trabajos previos que nos sirven para entender la evolución de su producción.