Cuidar el tejido
La cultura es un bien público mundial. Esto es lo que se acordó en la edición de Medinaceli de 2022, la Conferencia Mundial de la UNESCO sobre Políticas Culturales y Desarrollo Sostenible que se volvió a convocar tras su primera entrega en 1982. Esta decisión ha supuesto la redacción de una serie de objetivos que afirman que el papel de la cultura es imprescindible para el avance social. Las políticas públicas son, sin duda, uno de los grandes temas sobre los que trabajar. En este sentido, son varios los caminos que debemos seguir transitando. Por un lado, entender que el apoyo público a los programas culturales es crucial para su crecimiento, pero también su puesta en valor para que la sociedad los acepte como una necesidad básica. El cuidado de los tejidos creativos no reside solo en una lógica de financiación. Se asienta también en la creación de oportunidades para el desarrollo económico y la activación de iniciativas independientes sin anclarse desde su nacimiento a la precariedad como única subsistencia. Hoy nos centramos en dos exposiciones del Centro Cultural Montehermoso de Gasteiz. Separadas por unos metros, cada una forma parte de un programa distinto para el apoyo a proyectos artísticos. Ambas estarán disponibles hasta el 16 de abril, por lo que entran en la recta final para poder visitarlas.
El 17 de febrero se inauguró en el Depósito de Aguas del centro “Social (t)issues” a cargo de Edurne Herrán (Alemania, 1978). Con esta muestra se inicia el programa expositivo del que forman parte los proyectos premiados el pasado 2022 en la convocatoria que realiza anualmente la institución alavesa. “Social (t)issues” es un interesante planteamiento sobre el papel de la vestimenta en nuestra vida. La artista consigue crear una reflexión en la que se dan cita varias capas de desarrollo. Los diferentes elementos dispuestos en el espacio expositivo responden a cuestionamientos sobre lo personal, lo político, la dimensión social de la producción textil e incluso al papel de la imagen en la manera de entender nuestros cuerpos. Para ello, Edurne Herrán ha diseñado un recorrido que puede transitarse desde al menos tres líneas narrativas. Por un lado, una compilación de documentación y hechos concretos que proponen una lectura crítica sobre la moda. Desde publicaciones y artículos de prensa a casos como la propuesta llevada a cabo durante el Mundial de Fútbol en Rusia (2018), en el que un grupo de activistas paseaba por la Plaza Roja portando camisetas de selecciones que en conjunto formaban la bandera del arcoiris. En otro nivel, encontramos varias mesas acristaladas que contienen objetos y archivos. Estas vitrinas, nos enfrentan de un modo divulgativo con cuestiones que atraviesan nuestro mundo, como la construcción de la identidad femenina. Por último, la colección de piezas realizadas por la artista que son capaces de apelar a nuestra sensibilidad partiendo de lugares reconocibles de la cultura popular. Desde alteraciones de logotipos en los que marcas como “NIKE” se convierten en “LIKE”, a la creación de unos pantalones que siguen las proporciones de la muñeca Barbie a escala humana, mostrando la delgadez extrema de uno de los juguetes más famosos de nuestro tiempo. Trabajos muy interesantes como la serie “Growing Pains”, muestra a varias personas vestidas como una foto tomada durante su niñez y profundiza en la infantilización de una sociedad atravesada por la precariedad y la dependencia familiar. La artista aúna estas capas en un proyecto de grandes dimensiones que responde a una investigación ejercida desde la práctica artística. Un trabajo que puede dar mucho de sí.
Fruto del programa de colaboración del centro con la Facultad de Bellas Artes de la UPV-EHU, se inauguró a principios de marzo “Extranjero”, de Joan Fierro (Bogotá, 1998). La Sala Jovellanos sirve como escenario para una videoinstalación conformada por un total de seis proyecciones en diferentes formatos. En ellas encontramos el registro de varias acciones performáticas llevadas a cabo por Fierro. El artista es protagonista de una serie de situaciones en las que la velocidad del mundo contrasta con el ritmo de su cuerpo. Como un navegar a contracorriente que a través del gesto mínimo lucha contra la imposición de una sociedad acelerada.