Igor Fernández
Psicólogo
PSICOLOGÍA

Libertad y salud

Si lo pensamos detenidamente, elementos como nuestra elección de alternativas al tratar de adaptarnos a situaciones nuevas, nuestra presencia en el aquí y ahora, nuestra toma de decisiones, nuestro crecimiento y creatividad o el cuidado de nosotros mismos, de nosotras mismas, están muy relacionados con la disponibilidad de un espacio interno para moverse entre posibilidades, recursos y alternativas. Y el primer lugar para actuar en libertad es un lugar interno. La metáfora de dicho ‘espacio’ pretende ilustrar un vacío, o mejor dicho, un escenario; un espacio que necesita estar despejado para planificarlo a nuestro gusto o según nuestra necesidad para cada situación.

Vamos a tener que despejar suficientemente el escenario de las cajas, los muebles, los cuadros acumulados de escenas anteriores que se han quedado llenando ese espacio porque nadie las recogió, si es que queremos imprimirle un nuevo aire más acorde a nuestras necesidades de uso y deseos hoy. Es decir, para elegir libremente la nueva decoración, el espacio tendrá que estar lo más vacío posible de elementos que entorpezcan el movimiento, el paso, el uso. En el caso de nuestra salud, esta está íntimamente relacionada con la percepción y satisfacción de nuestras necesidades, las cuales a su vez están ligadas a nuestra biología. Nuestra supervivencia depende de nuestra capacidad para cubrir nuestras necesidades. Así que, para adaptarnos y actuar de la forma más ajustada a dicha satisfacción con las coordenadas actuales, necesitaremos caminar con flexibilidad, y para ello será imprescindible hacerlo ligeros, vaciando el escenario de algunas creencias antiguas, de experiencias y patrones que han servido para algunos propósitos en el pasado pero los cuales han ido cambiando.

Ese espacio interno necesita entonces pasar de ser un espacio de pasado a un ‘espacio de posibilidades’, lo que implica llenarse poco a poco de potencial, de seguridad, de flexibilidad y de recursos que permitan una nueva forma de uso de ese espacio, en el que sea posible la vida que queremos. La libertad a la que hago referencia aquí es precisamente ese potencial de uso de lo conocido, de la creatividad y la flexibilidad, la autonomía, la espontaneidad y la intimidad que en cada momento nos va a permitir movernos hacia lo que queremos y necesitamos, de forma única, propia. Así que la creación, preservación y cuidado de ese “Espacio de Posibilidades” es, al mismo tiempo un espacio en sintonía con nosotros, con nosotras, lo que afectará directamente a la salud. Esta sintonía empieza por la mera percepción, la detección de lo que funciona y también de lo que necesita ser cambiado a medida que avanzamos por la vida.

Como un pescador con el dedo constantemente en la pita para detectar el más mínimo movimiento bajo el agua, la libertad interna nos permite no perder el pulso a lo que sale de las entrañas en cada momento, aunque esté oculto al principio, nos permite dar valor a las señales y ‘jugar’ con las opciones, confiando en que lo que empezamos a proyectar en ese escenario nuevo puede ser una respuesta satisfactoria a lo que notamos. Dicha confianza puede verse influenciada por otros estímulos de fuera, como las opiniones de otros, o sus expectativas, pero estos no nos invadirán si mantenemos ese espacio como algo ‘sagrado’, como un lugar en el que somos los máximos regentes.

Desde ahí, nuestra libertad interna nos permitirá invitarlos un rato a nuestro ‘juego de búsqueda de respuestas’, los podremos considerar entonces, y después ejercer la hegemonía interna para aceptarlos como elementos de nuestra escena o descartarlos y devolverlos a su lugar, que es los otros. Nuestro cuerpo no tendrá que tensarse ante la invasión o el vacío, nuestra emoción no estará gritando para que la hagamos caso, nuestro pasado no nos atosigará con un destino, nuestra mente no se llenará de dudas, si estamos abiertos a nuevas experiencias, lo cual es lo mismo que decir que preservaremos nuestra salud.