Mikel Insausti
Crítico cinematográfico
CINE

«Lamborghini: The Man Behind the Legend»

El biopic es el género de moda, y copa tanto las pantallas cinematográficas como las televisivas o las plataformas digitales. Si alguien, con nombre y apellido, no tiene su documental o su película, no es nadie en el mundo actual o ha quedado en el olvido de los tiempos. Hay muchos estudios sociológicos, psicológicos e incluso filosóficos al respecto, pero a primera vista queda claro que forma parte del creciente culto a la imagen. También tiene que ver con la potenciación del individualismo, además del hecho de que vivimos en una sociedad exhibicionista que airea la privacidad públicamente, por lo que los detalles más íntimos de las vidas de las personas salen a la luz, estén vivas o no.

Ferruccio Lamborghini murió en el año 1993, a los 76 años de edad. Se trata, por lo tanto, de un representante de la mentalidad del siglo XX, así que el título de su biopic subraya el concepto de hombre, hombre hecho a sí mismo, hoy ya en desuso a favor del ascenso social y cultural de la mujer. “Lamborghini: The Man Behind the Legend” (2022) contiene igualmente en el enunciado el concepto de leyenda, con lo que se eleva al hombre a la categoría de mito. La cual le viene de sus creaciones, y ahí el hombre conecta con la máquina que es capaz de fabricar, por no hablar de su faceta de empresario, que será seguramente lo que más interesa a las nuevas generaciones del personaje real. La masculinidad simbolizada por la potencia del coche que conduce identificaba a Lamborghini, conocido, entre otras muchas cosas, por sus conquistas amorosas. No hay que olvidar que el icono de la marca Lamborghini era un toro, característica que abunda en lo que hablamos, pero que resulta indicativa a la vez de que era un hombre de campo, perteneciente a una familia de viticultores de Emilia-Romagna.

Como ingeniero venido del medio rural, Ferruccio levantó su industria fabricando maquinaria agrícola, y fueron los tractores los que forjaron su imperio. Durante la II Guerra Mundial hizo vehículos militares, pero su gran pasión eran los automóviles deportivos. En su colección había varios Ferrari, a la postre acabaron siendo la causa de su dedicación definitiva al automovilismo.

La famosa anécdota, rigurosamente cierta, de su discusión personal con el mismísimo Enzo Ferrari se convierte en el motor, valga la expresión, de la película. Ferruccio estaba harto de tener que viajar a Maranello por los problemas mecánicos que le daban sus “cavallinos”, especialmente en el embrague, y se lo recriminó directamente a Enzo quien, ofendido, le contestó que un fabricante de tractores no le iba a dar lecciones sobre mecánica de coches de carreras. Pero Ferruccio pensaba que no iba a ser nada imposible hacer los suyos propios, y se lanzó a diseñarlos, pero negándose a entrar en el mundo de la competición, simplemente por el placer y el lujo de conducirlos en carretera.

Del casting hay que reseñar el acierto que supone la elección estelar del actor italoamericano Frank Grillo, que guarda un gran parecido físico con el verdadero Lamborghini; mientras que para el aquí antipático y engreído rol de Enzo Ferrari se ha escogido al irlandés Gabriel Byrne, quien compensa con su calidad interpretativa lo que le falta de similitud con alguien tan italiano. El trío estelar lo completa Mira Sorvino, actriz que encarna a Annita, segunda esposa del biografiado.

El reparto secundario es interminable, y rostros menos conocidos dan vida al equipo de Lamborghini, que diseñó el fundacional 350 GTV o el Miura. Está el ingeniero Giotto Bizarrini y los carroceros Gian Paolo Dallara, Bob Wallace, Paolo Stanzani o Franco Scaglione.

La ambientación opulenta de época relaciona muy bien las décadas de los años 50 y 60 con los coches de alta gama, teniendo en cuenta que Lamborghini comenzó a fabricar este tipo de bellas máquinas en 1963. El guion es todo lo funcional que cabía esperar del también director Bobby Moresco, pues no hay que olvidar que escribió “Crash” (2004).