08 OCT. 2023 PANORAMIKA Memoria de un instante Últimos días para visitar la exposición de Sorolla en el Museo de San Telmo, que reúne algunas de las obras que el artista valenciano pintó en Gipuzkoa. (Jagoba Manterola | FOKU) Iker Fidalgo El arte tiene la capacidad de enfocar nuestra mirada hacia algo concreto. Desde su posición nos señala cuestiones que en nuestro día a día puede que no consideremos relevantes y que, gracias a él, acaban cobrando un protagonismo especial. Nos muestra lo invisible, lo que se sitúa en los márgenes y lo que está condenado a desaparecer. Como testigo de su tiempo, se fija en todo aquello que acontece para subrayar desde su propia interpretación la relevancia de su existencia. La creación artística, al igual que muchos otros ámbitos de la cultura, se ha preocupado por la fugacidad de la vida y la rapidez con la que discurre. La imposibilidad de permanecer en un instante es lo que nos ha llevado en numerosas ocasiones a buscar la representación de un momento concreto, como si a través de eso pudiéramos detener el tiempo. La fotografía, el cine o el vídeo han ocupado tradicionalmente este espacio que antes regentó la pintura. De hecho, podríamos pensar que el impresionismo, aquel estilo pictórico que se inició a mediados del S.XIX en contra de un academicismo que no lo aceptaba y que tiene entre sus principales características la captación de la luz, en cierto modo intentaba capturar la imagen de un instante marcado por una condición lumínica concreta. Sobre esto precisamente, trata la exposición que reseñamos a continuación. La posibilidad de ver cómo desde el arte fue captado parte del paisaje de nuestro territorio y cómo nos llega para que podamos disfrutarlo desde la época actual. El Museo San Telmo de Donostia inauguró el pasado junio una muestra en torno a la figura de uno de los pintores más relevantes. “Viajar para pintar. Sorolla en San Sebastián” nos acerca a la producción de Joaquín Sorolla (Valencia, 1863 - Cercedilla , 1923). La muestra entra de lleno en su última semana, pues cierra el próximo domingo, y con ella un capítulo del proyecto llevado a cabo por motivo del centenario de su fallecimiento en el que diferentes piezas del autor viajan a aquellos lugares donde fueron realizadas. Donostia se une así a un listado compartido con ciudades como Sevilla, Toledo, Mallorca o Valladolid. En Donostia, la exposición se divide en cuatro bloques que llevan como título “La luz del Cantábrico”, “Veraneante sin descanso”, “Interiores vascos” y “Últimos veranos”. Cada uno de ellos, responde a una serie de lienzos que el pintor valenciano realizó en sus viajes a Gipuzkoa. Comparado con sus luminosas pinturas mediterráneas, plagadas de amarillos y naranjas, la luz del norte le propone acercarse a una paleta con violetas, grises y luces blanquecinas. A través de once piezas de diferentes formatos, nos encontramos ante unas imágenes que se nos hacen familiares y conocidas pero vistas desde la perspectiva de quien los visita y queda cautivado por ellas.