Una vida para la danza
«En las clases de danza era el único chico, el único negro y el único pobre», confiesa Dylan Cardoso, un brasileño de 19 años que ha visto cumplir su sueño: dedicar su vida a la danza. Este joven bailarín creció en la favela Aglomerado da Serra, en la ciudad de Belo Horizonte. Su relación con la danza comenzó cuando solo tenía seis años, y fue casi por casualidad. «Mi hermana frecuentaba unos cursos que impartía un proyecto social y yo me sentaba en una esquina de aquella habitación para observar, hasta que un día pedí que me dejaran participar. Fue así como di mis primeros pasos como bailarín», afirma. La danza se convirtió en algo serio en su vida hace unos diez años, cuando ganó una beca en una escuela situada «en un barrio rico», tras hacer una audición por invitación de un cliente que acudía al restaurante donde su madre trabajaba como cocinera. Dedicó muchísimas horas a la danza y el poco tiempo que le quedaba lo dedicaba a ayudar a sus padres en el bar que regentaban en la propia favela. «Cocinaba, servía a los clientes, les llevaba la cuenta», recuerda Cardoso.
Pero tan largas horas de esfuerzo tuvieron su recompensa, cuando ahora ha conseguido una beca como profesional en el Ballet de Atlanta, en Estados Unidos. Una vida dedicada a la danza, sin dejar de pisar la tierra que le vio crecer como persona y bailarín.