7K - zazpika astekaria
PSICOLOGÍA

Maravillarse


Cuando uno piensa en qué hace que, como grupo, podamos crear un mundo diferente, tan necesario como inexistente todavía, quizá la “maravilla” puede ser un buen punto por el que empezar (como decía el poeta Mario Benedetti en su poema ‘Grietas’). El descubrimiento, el asombro por las cualidades del que convive al lado para crear conmigo un mundo en el que caber ambos. A lo largo de la evolución ha quedado demostrado que no podemos a solas. Prácticamente ni nuestra identidad se crea a solas, sino en la relación con los otros, desde los progenitores a los amigos, de los grupos sociales a la intimidad de la pareja. Incluso los bebés forman una protoimagen de su cuerpo a medida que son tocados por alguien externo. Los estímulos de la piel llegan al cerebro el número suficiente de veces como para crear una imagen que permanece de sí.

Las relaciones nos dan forma de una manera mucho más íntima e intrincada de lo que pensamos, y esa influencia moldea nuestra identidad, al punto de moldear también nuestro potencial. Solo por estar juntos nos cambiamos mutuamente; solo por mirarnos y actuar junto a otra persona, ese acto puede cambiar su percepción de sí misma, y viceversa. Una mirada externa puede depositarse dentro en forma de una conclusión sobre uno mismo, sobre una misma. Un gesto de amabilidad cambia la activación de la parte parasimpática del sistema nervioso, relajando la alerta o la tensión, generando una cadena de cambios a nivel hormonal y visceral.

En definitiva, sin siquiera abrir la boca podemos alentarnos o reprimirnos unos a otros, generando también una onda expansiva que afecta a todo un grupo, creando una cultura de potencial o represión. En una clase de secundaria, por ejemplo, se puede crear un clima de aliento o de desaliento, en función de la repetición de actitudes de bienvenida o de censura, no solo entorno a qué hace una persona, sino a quién es esa persona, esas personas.

El mundo del mañana exige incluir al otro, pero no solo eso, incluirlo nos protege más que ponernos en peligro. La diferencia entre personas es imprescindible para cubrir la diversidad de necesidades que atiendan a todos. Dejarnos impactar por dichas diferencias crea un clima de ‘esperanza potencial’, de esperanza en el potencial de que el otro, la otra, va a poder llegar donde yo no llego, y viceversa. Si abrazáramos la diversidad en el fondo podríamos aprovechar nuestra ventaja adaptativa como grupo, uno tan variado que puede poner en juego las diversas capacidades y absorber los retos. Pero para que eso tenga su efecto es imprescindible confiar en el potencial del otro para cuidar de mí, creer, en definitiva, en el ser humano.

Y creer quizá empieza por conocer, por dejarse ver y también influir, y quién sabe si un día celebrar esa influencia: «yo soy como soy porque tú eres como eres».