7K - zazpika astekaria
CINE

«Los que se quedan»

De izquierda a derecha, Dominic Sessa, Paul Giamatti y Da'Vine Joy Randolph, en un fotograma de «Los que se quedan», la película de Alexander Payne que cautivó al público en el Festival de Toronto.

Es una emoción rara, muy particular. Es la calidez que late solo en el corazón del invierno, debajo de la manta y entre la alegría universal (ligeramente vibrante) de las fiestas y la nostalgia acomodada de las noches más largas. Ese feeling se encuentra fuera del tiempo, quizás justo por ello ha podido sobrevivir intacto a través de los años. Es el ruido blanco tranquilo que buscaremos cuando en unos años rescatemos el formato VHS. Es la cartela verde póker que abre la nueva película de Alexander Payne (“Los descendientes”, “Entre copas”), que nos llama a sentarnos cerca la una de la otra para recuperar ese «nosequé» íntimo y compartido de las salas una tarde de frío.

Nos deslizamos con suavidad por los cuartos de una residencia de estudiantes durante las primeras horas de la mañana del último día de clase, antes de las vacaciones de Navidad. Todo el mundo quiere olvidarse del estrés enquistado del trimestre, hay nervios... Especialmente, para el grupo de alumnos al que el profesor Hunham (Paul Giamatti, un imprescindible), pantalón de pana gruñón y con bigotillo, suspende con unanimidad y sin reparos. Entre ellos está Angus (el debutante Dominic Bessa), uno de aquellos chicos listos y de lengua afilada que aún no ha aprendido a sopesar las sangrías de sus puñaladas verbales. Sorpresa, sorpresa, esa misma mañana la madre del chico lo deja plantado y a cargo del señor Hunham -responsable de “los que se quedan” por no tener adonde ir- durante las vacaciones de Navidad.

Un día más es un día menos, nos recuerdan las cartelas con las que Alexander Payne registra el acercamiento paulatino entre dos opuestos de inteligencia y abandono compartido. De las pullas sofisticadas del screwball al retrato amable de dos corazones más tristes e inseguros de lo que jamás les gustaría admitir: un cambio que solo pasa por la intervención de la impertérrita Mary (Da'Vine Joy Randolph, otra esencial del indie estadounidense), la encargada del comedor y tercera y única persona en quedarse en el centro durante las fiestas. Ella, quizás el alma más rota del instituto, también será quien logre unir a estos dos hombrecillos en una historia con guion de David Hemingson (“Whiskey Cavalier”) que, ya lo siento, ataca directamente al lacrimal de cualquiera con un poco de corazón. Tanto es así que en el Festival de Toronto (celebrado en el “caluroso” septiembre canadiense) fue la mejor votada por el público, solo siguiendo a “American Fiction” de Cord Jefferson.

Película confort, bañará durante el día las enormes salas del internado de un impepinable blanco frío, mientras que para las noches nos reserva jerseys de rojo teja y verdes oscuros, copas de brandy y programas de televisión antiguos, ingredientes esenciales para esa pertenencia en la que buscamos refugio cuando el frío aprieta.