04 FEB. 2024 SALUD Una mirada moderna hacia la obesidad Muchas de las personas con obesidad saben perfectamente qué es el estigma del peso. Esta forma de discriminación social es perjudicial para la salud, atenta contra los derechos de las personas y nunca debería pasarse por alto. Xandra Romero Cuando vemos a alguien con lo que nos parece un exceso de peso, inmediatamente e internamente (pero también externamente muchas veces) juzgamos lo que creemos que pasa: esa persona no se cuida, come en exceso y es un/a vago/a. Pero, ¿y si fuese precisamente ese juicio gratuito tuyo, mío, del médico, enfermera, nutricionista de turno etc. el responsable del peso de esa persona? Me refiero al estigma de peso sobre el que hemos hablado mucho en esta sección, pero que sigue bien presente en nuestro discurso interno, en la sociedad y en la práctica clínica, y es una de las cuestiones más importantes de las que, como personas y como profesionales, deberíamos desprendernos de una vez. ¿Las razones? Pues, por ejemplo, que las personas con obesidad suelen enfrentarse a una forma generalizada y resistente de estigma social, siendo a menudo objeto de discriminación en su lugar de trabajo, así como en entornos educativos y sanitarios y, por ejemplo, estudios representativos muestran que algunas formas de discriminación por peso son más frecuentes incluso que la discriminación por motivos de raza o etnia. Por estas razones, el estigma del peso daña la salud, socava los derechos humanos y sociales y es inaceptable en las sociedades modernas. Pero, ¿qué más? Pues que las investigaciones indican que el estigma del peso puede causar daños físicos y psicológicos, está relacionado con una mayor mortalidad y otras enfermedades y afecciones crónicas y que las personas afectadas tienen menos probabilidades de recibir atención sanitaria adecuada. De hecho, existe una gran evidencia de la presencia de vínculos entre las experiencias de estigma de peso y los comportamientos y la salud relacionados con el peso, por ejemplo, las conductas alimentarias desadaptativas, como son los atracones y mayor consumo de alimentos, la actividad física, el estrés, la obesidad y la pérdida de peso. La literatura científica señala además que el estigma del peso es un factor psicosocial que contribuye a las conductas obesogénicas, es decir, que genera un mayor riesgo de obesidad a través de múltiples vías. De este modo, podemos determinar que el estigma sobre el peso impulsa el aumento del mismo y una mala salud. Pero, a pesar de ser un problema ampliamente reconocido, este estigma es particularmente prevalente y perjudicial en entornos de atención médica, con altos niveles documentados de sesgo “anti-grasa” en los sanitarios, lo que repercute en que los pacientes con obesidad reciben peor atención y tienen peores resultados en los tratamientos. De modo que dejemos de buscar soluciones para la obesidad fuera y cambiemos la narrativa interna y pública sobre la obesidad para que sea coherente con el conocimiento científico actual.