Parar la ansiedad del mundo
Cuando nos dejamos llevar por el grupo en un tema candente nos encontramos a menudo polarizados. Y si el grupo es grande suele empujar a sus individuos en direcciones opuestas, poco sujetas a matices o medias tintas. A menudo, además se nos pide que reaccionemos rápidamente, aunque las cuestiones complejas estén llenas precisamente de matices, contradicciones, dilemas, pérdidas, etc. Los aspectos complejos suelen tener resoluciones complejas, que para compensar la limitación de nuestra atención, emoción y percepción, requieren tiempo. Y en un mundo crecientemente complejo en el que el tiempo se acorta cada vez más, tomar decisiones sin saltar de reacción en reacción, se vuelve cada vez más extraño. En particular cuando lo hacemos a un ritmo diferente al que elegiríamos, tenemos que aceptar condiciones que no hemos elegido o censurar lo que no conocemos.
Pero ¿cómo tomar una decisión o tener una postura con sentido ante un bombardeo cambiante de estímulos, un tiempo cada vez más breve para responder y ante informaciones cada vez menos fiables? ¿Ante un mundo cada vez más ansioso? Y es que, la ansiedad que sentimos quizá no sea solo nuestra, sino parte de una oleada que nos llega de los otros y que pasamos al siguiente como una patata caliente de malestar, aunque solo sea por quitárnoslo de encima. Sin embargo tenemos una posibilidad de frenar esa ola si convertimos lo automático en algo de lo que participar, tanto en lo individual como en lo grupal. Por ejemplo, tomándonos un tiempo antes de tener que emitir un juicio o absorber la ansiedad de alguien, con frases como ‘espera un momento’, ‘¿a qué te refieres?’, ‘tendría que pensarlo un poco más antes de decirte algo’, o directamente ‘no lo sé todavía’.
Defender ese lapso puede cambiar muchas cosas: para empezar, sentir que uno, que una, se baja de la rueda, no se deja invadir por la ansiedad del otro; después, recuperar el control del ritmo de la comunicación -que no es poca cosa-, transmitir al otro que también puede hacerlo, también puede tomarse su tiempo; remarcar que aquí y ahora podemos entre ambos pensar y crear algo diferente, y que eso tiene un potencial enorme hacia los que vienen después. Por ejemplo, si tú y yo decidimos que nos vamos a tomar un tiempo para pensar en lugar de indignarnos por esto o lo otro, lo que les llegue a los siguientes quizá sea una duda, una pregunta difícil de responder, y no una emoción que coger; y sentir que nuestro freno tiene un efecto tanto fuera como dentro, entre otros beneficios.
Apoderarnos de nuestro tiempo para pensar, sentir y finalmente actuar, es muy distinto a reaccionar, y es que, en la reacción nunca sucede nada nuevo, solo avanza la ola. Y probablemente nadie va a poner ese freno por nosotros, por nosotras, más bien todo indica a que habrá que aplicar a esa fuerza otra de signo contrario para frenarla.