7K - zazpika astekaria
SALUD

La falta de perspectiva de género en la ciencia

La dietista-nutricionista de 7K aborda la perspectiva de género en la ciencia, un tema fundamental porque la investigación no ha tratado igual a hombres y mujeres. Teniendo en cuenta la diferente sintomatología que se produce en muchas situaciones, el asunto es muy serio.

(Getty)

En estos artículos la mayoría de las veces hacemos, cómo no, referencia a la evidencia científica pero, ¿qué pasa cuando esta es parcial? Comúnmente podemos detectar cuándo un estudio no está bien planteado a nivel metodológico o tiene un bajo nivel de evidencia científica o, incluso, cuándo existe conflicto de intereses. Pero hasta ahora no ocurría lo mismo cuando se producía un sesgo de género en investigación, es decir, cuando se realizan planteamientos erróneos de igualdad o de diferencias entre sexos, generando un conocimiento inexacto y una conducta discriminatoria para un sexo respecto a otro.

Y esto ha tenido una consecuencia histórica y es que la medicina no haya sido neutral, especialmente para las mujeres; y que se ha caracterizado tanto por desconocer la sintomatología específica de una patología concreta en mujeres, hasta por retrasos en los diagnósticos, lo que ha impactado directamente sobre la salud femenina a lo largo de los años. A este sesgo también se le conoce como androcentrismo.

En el pasado, el androcentrismo tenía que ver con que las mujeres no estábamos incluidas en los ensayos clínicos por el riesgo fetal que podía implicar durante el embarazo y al hecho de que tenemos mucha mayor variabilidad hormonal que los hombres, y esto implicaba un desconocimiento del estudio de las enfermedades en las mujeres. Ahora, aunque ya se nos incluye en los estudios, la proporción sigue siendo insuficiente, con una proporción aproximada de 4 hombres por 1 mujer, lo que no es una muestra representativa de mujeres y, por ende, no se deberían extrapolar los resultados tan alegremente en esta población, aunque se hace.

Y el ejemplo por excelencia se empezó a poner de manifiesto en los 90, tras muchos años denunciando el atraso del diagnóstico en la descripción de infarto agudo de miocardio en mujeres ya que, en muchas ocasiones, presentamos síntomas diferentes a los considerados típicos, que son los de los hombres. En este caso, el modelo de estudio para el infarto había sido una muestra únicamente masculina, y esa información se extrapoló a las mujeres, partiendo de la presunción de igualdad entre ambos sexos cuando, en realidad, lo signos y síntomas, la respuesta terapéutica y los pronósticos pueden ser bien diferentes. De hecho la diferente sintomatología de las mujeres hace que la tasa de mortalidad en infartos sea mayor en ellas porque, como se tarda más en diagnosticar, llegan más graves al hospital.

La realidad es que la falta de perspectiva de género en la investigación científica y en la medicina siguen provocando errores y retrasos en el diagnóstico, pero también en la invisibilización de algunas enfermedades como es el síndrome de ovario poliquístico, del que hablaremos próximamente.