Laura Díez
PANORAMIKA

Retazos

«Conchita» da nombre a a la exposición del artista mexicano Rodrigo Hernández. Está inspirada en su abuela, nacida en Durango, y se puede ver en la galería Carreras Mugica de Bilbo.
«Conchita» da nombre a a la exposición del artista mexicano Rodrigo Hernández. Está inspirada en su abuela, nacida en Durango, y se puede ver en la galería Carreras Mugica de Bilbo. (Laura Díez)

Una conversación inacabada, memorias en permanente transformación, unos recuerdos incompletos que intentamos conectar para construir una imagen. La sensación de discontinuidad que podemos tener al tratar de recordar un sueño inconexo es la manera en la cual Rodrigo Hernández (Ciudad de México, 1983) aborda su exposición “Conchita” en la galería Carreras Mugica de Bilbo, la cual se puede visitar hasta el próximo domingo 30 de junio. La obra de Rodrigo Hernández se nutre de vocabularios surgidos de la cultura visual e investiga el mundo de las imágenes a partir de referencias estéticas provenientes de múltiples períodos históricos y de campos creativos como la moda, el diseño, el arte, la artesanía y el ornamento. En esta ocasión, aprovechando la proximidad geográfica, el artista aborda la figura de su abuela Conchita, nacida en Durango, y de la cual conoce historias sueltas que intenta hilar en esta muestra.

Nada más entrar nos encontramos con una serie de fotografías personales de Conchita que nos permiten ir construyendo un posible relato de su vida. Al adentrarnos en la sala aparece un nuevo universo cargado de simbolismos que nos generan curiosidad; moldes de máscaras, tanto de seres humanos como de lo que parece ser la cabeza de un lobo, aparecen dispuestos sobre el suelo y sobre un par de pedestales que, a su vez, se sujetan con unos anclajes a las vigas de hormigón que confieren la singularidad a este espacio. Una de estas cabezas fundidas en bronce se enfrenta a un espejo que rodea una de las columnas, lo cual permite multiplicar las perspectivas y generar nuevos ángulos de visión. A su vez, dos falsos bajorrelieves parecen mostrar un flash de una eventual historia. Rodrigo Hernández suele proponer conexiones inesperadas a partir de las experiencias que tiene con objetos o imágenes provenientes de diversos universos como la literatura y, en este caso, su propia historia familiar.

Por otro lado, en la sala contigua podemos ver el trabajo de Mar de Dios (Barakaldo, 1992) “Kore”, que se puede visitar hasta el 30 de julio. La artista aboga por la puesta en valor de la fisicidad de lo escultórico y el trabajo manual de la cerámica, una serie de sugerentes “jarrones" se presentan en la galería. El texto que acompaña su propuesta es un cuento ligado a la mitología griega que, a su vez, funciona como una especie de manifiesto donde se apuesta por el ensimismamiento en el proceso del hacer y por el deseo de trabajar el barro como una forma de refugio. Mar de Dios huye de descripciones y justificaciones que acompañen las piezas y usurpen el lugar de las cosas mismas. La artista recurre a la historia de Perséfone, usada por los griegos para otorgar una explicación a los procesos naturales, como un arquetipo para nombrar lo innombrable, como ella misma explica. Sus obras se encuentran entre lo funcional y lo contemplativo y resultan inmensamente atractivas a la vista y al tacto.