George Harrison, el Beatle de clase turística
Considerado el más humilde y tímido del influyente cuarteto británico, George Harrison acabó siendo el más exitoso en solitario. En tiempos jipis, fue responsable principal de la influencia hindú en el pop. Tras la muerte de John Lennon, fue el segundo en morir, con cincuenta y ocho años. Una rigurosa biografía ahonda en su vida y obra.
En 1967 los Beatles tenían una media de edad de 25 años y publicaron “When I’M Sixty-Four” (“Cuando tenga sesenta y cuatro”), romántico envejecer en pareja que hablaba de cuando “los nietos se sentarán sobre tus rodillas”. Los cuatro de Liverpool se disolvieron como grupo en 1970 y George Harrison insistiría en la canción “You”, dedicada a su segunda esposa Olivia, “¿seguirás conmigo hasta que tenga ochenta años?”.
Pero en 1980, John Lennon murió tiroteado a los 40 años, y en 2001 falleció Harrison, con 58 años y tras cuatro padeciendo cáncer. Así que la mitad de los llamados Fab Four no llegó a saborear sus sueños de abuelos y nietos. Sí lo han conseguido sus otros dos colegas: Paul McCartney debe tener una decena de nietos y hace años que Ringo Starkey “Starr” tiene algún bisnieto.
El revolucionario conjunto musical sigue generando interés artístico y comercial, y el director Sam Mendes ha anunciado que para 2027 les retratará en cuatro biografías individuales. La última novedad es “George Harrison. Beatle a su pesar” (“The Reluctant Beatle”), detallista estudio del especialista británico Philip Norman. Lo edita en castellano Cúpula y se presenta como «la biografía definitiva» del guitarra al que retrataría en «su forma más multifacética: hijo leal, amigo devoto, maestro guitarrista, brillante compositor, adicto a la cocaína, mujeriego en serie, filántropo global, estudioso del misticismo indio».
Harrison tenía ya bastantes obras sobre su existencia. Libros de los especialistas John Blaney o Marc Shapiro; los ejemplares “De Beatle a jardinero” y “La luz interior de George Harrison”; o aportaciones familiares como las memorias “Wonderful Tonight: George Harrison, Eric Clapton, and Me”, de su primera mujer Pattie Boyd, en comandita con la periodista Penny Junor y “Living in the Material World”, de su hermana, Olivia Harrison.
EL RETRETE TRASERO
Del llamado “Beatle tranquilo”, considerado el más guapo, pero “el subalterno”, y que llegó a autosubestimarse como «un músico aceptable» y «Beatle de clase turística», se ha dicho que fue «acomplejado a los 21, estrella a los 29 y antigualla a los 33». El prolífico y best seller Norman, biógrafo de grandes del pop, había ya estudiado a la agrupación de Liverpool en su polémico “Shout!: The Beatles in Their Generation”, de 1981. Ensalzaba a Lennon contra Paul y esquinaba en exceso a Harrison y Ringo, pero rebajó el tono en otra biografía sobre McCartney. Ahora parece hacer lo propio resucitando a George y disculpándose en el epílogo por lo mal que lo trató antes.
Su texto relata que, tras casarse, los padres del futuro guitarrista, Harold y Louise, se mudaron en 1931 a una humilde vivienda liverpoolina donde nacieron Louise, Harry, Peter y George (25 de febrero de 1943), en la misma habitación y misma cama. El retrete se situaba fuera, en el patio trasero, junto a un gallinero, y había una bañera de hojalata colgada de la pared para asear a la prole. Pero consiguieron ser realojados en una de las casas construidas por el municipio tras la Segunda Guerra Mundial y desde 1950 tuvieron tres dormitorios y baño interior. Según su biógrafo, el Beatle de origen más humilde nunca se sintió pobre o desfavorecido.
PUÑETERO CRÍO
En 1954, con once años, George ganó una beca para el Liverpool Institute High School for Boys. Lo dirigía J. R. Edwards, “the Baz” (diminutivo de bastardo) o “the Stump” (imbécil, en argot). Harrison definió la experiencia como «la peor época de mi vida». El chico de carácter alegre y despreocupado se volvió callado y resentido. Prefería lo creativo a lo académico y se interesó por la arquitectura. Pero la música rondaba su cabeza, quería ser guitarrista y sus progenitores compraron primero una acústica Egmond de baja gama y después una Höfner President alemana. Aprendió sobre todo en modo autodidacta, escuchando discos y practicando por las noches. También su colega Arthur Kelly tuvo su guitarra y entre ambos y el hermano del amigo montaron The Rebels.
Catorce años tenía el futuro Beatle cuando empezó a salir con su primera novia, Iris Caldwell, de doce. «Paseábamos por Lily Lane, que era como el camino de los enamorados, y nos besábamos y abrazábamos. Los besos de George eran los mejores. Todavía los puedo sentir en mi estómago», recuerda. También ella fue aventurera: huyó de casa y se hizo trapecista en un circo.
El inquieto chaval compartía autobús mañanero con Paul McCartney, un poco mayor y otro colgado por la música que se había unido al gamberro John Lennon en The Quarrymen. Al ver a George rondarlos, el rudo Lennon soltó: «¿Quién es ese puñetero crío que siempre anda por aquí?». Pero lo aceptaron de guitarrista un mes antes de cumplir quince años, se fogearon en el cutre club The Casbah, después llamado The Cavern, y grabaron un single.
Para devolver a la familia lo que había costado su guitarra, George trabajaba los sábados repartiendo material de carnicería. Y soñaba: «siempre pensé que la vida consistía en recorrerla, en crecer y aprovechar las oportunidades, en hacer que las cosas sucedieran. Nunca pensé que, por ser de Liverpool, no viviría algún día en una gran mansión».
No le vino mal soñar porque su periplo escolar fue un desastre y acabó de aprendiz de electricista en unos grandes almacenes y confesó que, «cuando llegase el invierno, sería agradable estar en una tienda grande y cálida. Y por lo menos no era como ir a la escuela». No parece que tuviera mucho interés profesional: «A veces forzábamos una avería en los ascensores para escaquearnos un rato. Aprendí a jugar a los dardos [...] y a beberme catorce pintas de cerveza y tres copas de ron con licor de grosellas [...] de una sentada». En la última muestra de su impericia se cargó la instalación del local en plena iluminación navideña.
LOS ESCARABAJOS
Contra la moda de llamar a los grupos con nombres compuestos, The Quarrymen no parecía muy sonoro. Alguna vez actuaron como The Rainbows y también como Johnny and The Moondogs. El grupo contó brevemente con la participación del “intelectual” Stuart Sutcliffe, que moriría de un ataque cerebral. Y fue Stu, con su amigo Lennon, quienes propusieron The Beetles (escarabajos), por influencia de The Crickets (grillos), del gran Buddy Holly. Llegaron a aparecer como Beatals, Silver Beetles y finalmente Beatles, juego entre lo musical y la poesía beat.
Imberbes, fueron fichados como apoyo del cantante Johnny Gentle en una gira escocesa y George tuvo que tomar una decisión: «Dejé mi trabajo y me uní a la banda a tiempo completo. Desde aquel día no se me volvió a pasar por la cabeza la idea de trabajar de nueve a cinco».
La aventura norteña no fue rosa y Harrison recordaría que «tocábamos en pequeñas salas prácticamente vacías y en pubs a los que solo acudían unos cinco teddy boys escoceses que nos miraban. Era triste porque éramos como huérfanos. Teníamos los zapatos con agujeros y los pantalones eran un desastre, mientras que Johnny Gentle llevaba un traje elegante».
Pero la suerte estaba echada y fueron fichados para emigrar a Alemania y actuar en los bajos fondos de San Pauli, Hamburgo, con Peter Best en la batería. Entraron sin papeles y con la agravante de que George era aún menor. Protagonizaron estajanovistas sesiones en todo tipo de estilos en clubs de striptease y se albergaron amontonados en un oscuro cuarto trastero. Finalmente, la Policía devolvió a George a Liverpool y poco después al resto del grupo.
BEATLEMANÍA
Tras su breve escapada germana, consiguieron notoriedad local en el infame Cavern Club, pudieron regresar a la aventura alemana, grabaron un single con Tony Sheridan y descubrieron las anfetaminas. De vuelta a casa contaron con el entusiasmo de su convecino Brian Epstein, que se iba a convertir en su brillante representante. Les negoció un fichaje con la casa EMI, en la que debutaron con el single “Love Me Do” y en otoño de 1963, con Ringo como batería definitivo, se mudaron a Londres, cuando “She Loves You” y su “yeah yeah yeah!” era casi la canción de moda en Inglaterra. Estallaba la beatlemanía.
La mayor parte de los temas del prolífico cuarteto eran obra de Lennon y McCartney. Durante toda la trayectoria Beatle, George Harrison consiguió firmar veintidós composiciones, con dos en “Help!” y “Rubber Soul”, tres en “Revolver”, una en la obra cumbre “St. Pepper’s Hearts Club Band”, que se le atragantó por rebuscada y complicada, otra en “The Beatles” (“el álbum blanco”) y dos en “Let It Be”.
Sus fans defienden que cortes como “While My Guitar Gently Weeps”, “Here Comes The Sun” o “Something”, todas del “crío”, son la cumbre de los de Liverpool. Pero, sin quitar mérito a esas preciosas canciones, el primer guitarrista Beatle componía a un ritmo mucho más lento que sus dos colegas, convertidos en fantástica máquina de elaborar tonadas originales.
La gente más entusiasta del “tercer Beatle” se resarce analizando quién fue el guitarra principal del cuarteto y el resultado es que George fue el protagonista en 189 pistas, el 88% de la producción oficial del grupo, superando a Lennon por 50 canciones, mientras que McCartney no llegó ni a la mitad de los títulos interpretados por George porque se dedicó al bajo.
Harrison fue también el responsable de la introducción del sitar los sonidos hindús que aparecieron en temas como “Norwegian Wood”. Tomó lecciones del maestro Ravi Shankar y arrastró a sus colegas a viajar a la India en busca del controvertido gurú Maharashi Mahesh Yogui. El misticismo no hizo mella mayor en sus compañeros de grupo, pero él lo abrazó con entusiasmo y fue una gran influencia en la ola orientalista de los tiempos hippies.
TODO PASA
La banda sonora instrumental de la película “Wonderwall Music” (1968) fue el primer álbum de estudio de Harrison, el primer LP en solitario de un Beatle y el primer lanzamiento de la discográfica Apple, montada por el grupo. Un año después intentó ser moderno con “Electronic Sound”, también instrumental, que resultó el más controvertido y menos vendido de su andadura.
Pero, para justicia poética entre sus entusiastas, el Beatle menor («estaba tan en segundo plano que era como el hombre invisible», cuentan al biógrafo) acabó siendo el más exitoso del grupo tras su disolución. Se vació en el triple álbum “All Things Must Pass”, de 1970, compuesto en gran parte por canciones que John y Paul habían rechazado o que ni siquiera les había enseñado por miedo a no ser tenidas en cuenta. El pop beatleano envuelto en influencias hindúes ganó de calle a los debuts en solitario de sus colegas, con el beato “My Sweet Lord” convertido en himno universal.
Su continuación exitosa fue en 1973 “Living in the Material World”, con otro himno positivista: “Give Me Love (Give Me Peace on Earth)”. Grabaría después álbumes interesantes, pero sin superar la brillantez de su debut en solitario, como su reválida “Living in the Material World”, “Dark Horse”, “Extra Texture”, “Thirty Three & 1⁄3”… El edulcorado “Cloud Nine” (1987) fue su último disco publicado en vida.
La última vez que pisó un estudio fue para grabar “Horse To The Water”, conjuntamente con su hijo Dhani, para el álbum “Brainwashed”. Quedaban ocho semanas para su fallecimiento y solo pudo intervenir en los coros. Editado un año después, el LP póstumo fue el duodécimo de su lista autónoma y pareció bastante más fresco que mucho de su trabajo anterior.
En esa década de los ochenta, la unión con otros clásicos (Bob Dylan, Roy Orbison, Jeff Lynne y Tom Petty) en los Traveling Wilburys, revitalizó su lado rockero. A la vez, pareció enderezar su vida privada. Tras el abandono del suntuoso hogar familiar por parte de su mujer Pattie Boyd, el guitarrista encontraría la paz sentimental con la más discreta y también amante de la meditación Olivia Trinidad Arias, de ascendencia mexicana, madre de su único hijo y con quien compartió veintisiete años de matrimonio, hasta su muerte.
En 1997 sobrevoló sobre su existencia la negra novedad de un cáncer de garganta. Dos años después un violento ataque nocturno en su casa se saldó con su mujer herida leve y el ex Beatle con hasta cuarenta puñaladas. Sorpresivamente, consiguió sobrevivir. Pero el cáncer siguió dominando su vida hasta morir en noviembre de 2001.
CONTRADICCIONES
Como se desprende del minucioso nuevo estudio, Harrison no fue el ángel místico contrapuesto a los malvados Lennon y McCartney que vende su leyenda, sino un humano igual de contradictorio. Predicaba espiritualidad y pureza vegetariana y era tabaquista empedernido y le daba duramente a la cocaína o el coñac. En su disco cumbre aparecía vestido de humilde hortelano bajo el leve lema “Todo pasa”, pero la foto era en su multimillonaria y multi caprichosa mansión que costó más de cuatro años acondicionar. Su soñada “gran mansión”.
El supuesto Beatle modesto fue el primero en publicar una autobiografía, “I Me Mine”, que se comercializó como obra de arte en edición limitada de 2.000 copias numeradas «al asombroso precio de 150 libras». Proclamaba calma y naturaleza, pero viajaba en avión privado con el símbolo budista Om en las alas y era un adicto a los coches veloces y privilegiado seguidor del circuito mundial de Fórmula 1, que glorificó en su LP homónimo de 1979. Cuanto más profundizó en la meditación, pareció más enfadado con la vida.
De muy joven firmó la canción “Taxman” contra el cobro de impuestos. Protagonizaría después incontables litigios millonarios y fue monumentalmente estafado por sus responsables financieros. Cortó raudo las tarjetas de crédito a su mujer Pattie, cuando esta se cansó de la tormentosa relación, y le negoció un divorcio nada generoso. Pero la cara B de su vida es que también pareció desprendido.
Ayudó a la secta hinduista Hari Krishna. Hipotecó su casoplón para que sus amigos cinematográficos Monty Python pudieran sacar adelante la “blasfemamente” polémica, y luego muy exitosa “La vida de Brian”. Y se involucró de lleno en el benéfico Concert for Bangladesh, que marcó una pauta para los festivales solidarios.
El apacible yogui resultó sobre todo problemático en lo afectivo-sexual. Casado desde 1996 con la brillante Pattie, a quien le dedicó el hermoso “Something”, le engañó con su hermana Paula, de 18 años, mientras su compinche Eric Clapton (otro excursionista del amor) se colgaba de Pattie Boyd, a quien dedicó la gimiente “Layla”. Ella recuerda que en una ocasión en que su marido la vio con Clapton, «preguntó qué estábamos haciendo y, para mi horror, Eric dijo: ‘estoy enamorado de tu mujer’». En sus declaraciones para esta nueva biografía, recuerda: «Eran amiguísimos y yo solo estaba en el medio».
George tuvo otros líos clandestinos con mujeres de sus colegas: Maureen, de Ringo Starr, o Krissy, del futuro Rolling Ronnie Wood, con quien montó un trío añadiendo a la novia de otro gran guitarrista, Alvin Lee. Ronnie confesó que se intercambiaron las parejas. Harrison repitió con Ringo la actitud de Clapton y le soltó en grupo: «Estoy enamorado de tu mujer». A lo que el relajado batería respondió: «Mejor tú que alguien a quien no conocemos». Lo de “sex & drugs & r&r” lo practicaba la vieja guardia antes de que lo cantara Ian Dury.
UN IMÁN
Pero se supone que su final fue reconciliador y falleció en paz con su pasado. McCartney contribuyó prestándole una casa secreta en Los Ángeles para que muriera a resguardo de la prensa y seguidores. El primer aniversario de su fallecimiento se conmemoró con un concierto organizado por su mujer e hijo, apoyado por grandes del pop, y cuya recaudación fue para la fundación benéfica Material World, que había fundado en 1974. En 2011, Martin Scorsese le dedicó el documental “Living in the Material World”.
Philip Norman señala que mientras las casas de Lennon y McCartney son casi templos de peregrinaje en Liverpool, la más humilde de Harrison no tiene ni una placa que la reconozca. El biógrafo concluye que «no ha habido persona más celosa de su privacidad que se haya visto tan expuesta y de manera tan despiadada frente al público». El siempre diplomático McCartney dice que «era un tipo encantador y un hombre muy valiente, en realidad era mi hermano pequeño».
Su colega guitarrista Brian May, de Queen, considera que «hace falta valor para ser amable. Él fue toda una inspiración». Su mujer Olivia lo resume como «Piscis, dual, esquivo, maravilloso, un imán para gente interesante, talentosa y divertida». La icónica peripecia vital de aquel tímido adolescente de extracción humilde es una particular muestra de la revolución cultural acaecida en la segunda mitad del siglo pasado.