Procés, ¿punto y final?

Las líneas gramscianas que apuntan a que lo viejo no termina de morir, lo nuevo no termina de nacer y en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados, se han convertido en una de las frases del siglo XXI, aplicable, con o sin fundamento, a las múltiples crisis, y son unas cuantas las que acechan a estos tiempos tan críticos. Catalunya no ha sido una excepción en un año en el que la investidura de Salvador Illa abrió un nuevo ciclo político sin cerrar del todo otro, con ERC sellando un pacto de financiación y con Junts echado al monte.
Su presidente, Carles Puigdemont, protagonizó en la investidura del entonces candidato del PSC un fugaz retorno a Barcelona con el que denunció la anomalía democrática que supone la rebelión a la cúpula judicial española contra la Ley de Amnistía, sin evitar la tentación de utilizar lo ocurrido para cargar contra Illa y ERC y, de paso, intentar apropiarse de la hegemonía en un movimiento por el independentismo desgastado por la represión y la división entre sus diversas fuerzas y líderes.
En un contexto de incertidumbre y descontento, Puigdemont ha permanecido en el epicentro mediático debido a la dinámica electoral que ha convertido los votos de Junts en cruciales para Pedro Sánchez. El expresident catalán ha puesto en jaque al presidente del Gobierno español, forzándolo a adoptar posturas más a la derecha e incluso pidiendo, para cerrar el año, que se sometiese a una cuestión de confianza.
En Catalunya, el trabajo de hormiga del secretario general Jordi Turull para hacer virar a Junts a posiciones más pragmáticas ha sido eclipsado por el relato épico de Puigdemont, pero ahí está la reconciliación con el PNV como prueba. Un camino que ya recorrió ERC con su negociación en la famosa Mesa de Diálogo, cuyo rédito se llevó sobre todo Illa, al tiempo que los republicanos sufrían una debacle electoral que propició un congreso y una pugna interna.
Ante este panorama, con la CUP en busca de una nueva estrategia, fue Sánchez el que dio por «pacificada» Calalunya y por muerto el procés, si es que seguía vivo. Con todo, pensar que los miles de catalanes que dieron el salto del autonomismo al independentismo van a volver al redil resulta cuanto menos incierto, y más en estos tiempos donde todo cambia a toda velocidad.