Rearme… de ilusiones

Últimamente, al ver el estado de las cosas, dan ganas de meterse en casa, echarse al monte o replegarse en general, como cuando cae una tromba de agua sobre nosotros, sobre nosotras; de vivir a la defensiva. Sin embargo, este repliegue, que parece una vivencia privada, tiene el potencial de darle forma a la realidad.
Si lo que oímos o vemos nos asusta, empezamos a extremar las precauciones ante el otro, así en general, ante los retos que propone el futuro (bien sea de nuestra pareja o de nuestra profesión, por ejemplo); replegarse frente a los intereses de ese que no soy yo, o mostrar una oposición preventiva ante tales o cuales intenciones que intuimos -y las intenciones de los demás siempre nos son desconocidas, hay que imaginarlas para anticiparse a ellas y la imaginación es siempre una proyección de nuestros miedos y deseos, de nuestra historia-.
Sin embargo, vivir a la defensiva también se puede aplicar hacia nuestro interior. Empezamos a volvernos más conservadores, a no arriesgarnos; nos asustamos a nosotras mismas para no vivir desprevenidas, y la obsesión con escenarios catastróficos aumenta. Nos detenemos internamente.
Y lo más arriesgado de mirar al mundo desde ahí es que encontraremos una y otra vez lo que tememos. Nuestro miedo tiene el potencial de convertir una realidad neutral justo en eso que tememos, al estar mirando ahí todo el tiempo. Y, entonces, nuestra reacción deja de ser neutra, y se convierte en el estímulo primero y ‘real’ para quien nos observa por primera vez, sin saber en qué estamos pensando. Nos convertimos entonces nosotros, nosotras, que solo creíamos estar defendiéndonos y ser receptores, en agentes con una reacción brusca que, a su vez, asusta al otro, en un ciclo sin fin…
Necesitamos con urgencia una alternativa. En lugar de vivir ‘en contra de’, esperando recibir un supuesto golpe y preparándonos con tensión para ello, es preciso tanto como individuos como como grupos vivir ‘a favor de’, hacia; encontrar un proyecto hacia al que desear ir, un deseo privado y compartido. Y este es un verbo importante para nuestra salud mental en momentos de incertidumbre o miedo: desear.
Sacudirse el miedo y la obsesión no es tarea fácil, ni se consigue nunca por completo, pero es una forma innegable de ganar la ansiada libertad, la ansiada independencia, la que sea posible. Y es que, la autonomía personal quizá no tiene enfrente al otro, sino al propio miedo.
Parecería más fácil afrontar el miedo como se hacía en los pueblos primitivos, con un ‘chivo expiatorio’ -y se sigue haciendo-, pero ese es un alivio momentáneo. Enfrentar el miedo, vivir a favor, requiere un cambio de perspectiva o de mirada: quizá de lo que se trate a partir de entonces sea de compartir con los propios y ajenos los deseos de ser mejores, los sueños, a riesgo de ponernos idealistas, de no alcanzarlos nunca.
Pero, de camino, quizá encontremos el antídoto del miedo, la fuerza realmente defensiva que construir: la ilusión por algo.




