Txema Berro
Colectivo Malatextos
KOLABORAZIOA

Se monta el escenario y empieza la función

Subirse al escenario es la práctica habitual de la clase política. Unas veces se montan los suyos propios y particulares habitualmente pobres y rutinarios. Otras les salen al encuentro en forma de éxito deportivo o catástrofe humanitaria. Son ocasiones en las que nunca desaprovechan el papel estelar que se les brinda.

Sin asegurar que mis datos sean ciertos, creo que en España murieron en accidentes de tráfico vial 1.131 personas durante 2014, 28.000 en la UE y una cifra enormemente mayor en el mundo. Pero estas muertes una a una, por muchas que sean, son poco utilizables, se les aplica la ecuación seguridad/inversión y se cambia de tema.

Otra cosa es un accidente de aviación, más si es internacional y más si se produce en un paraje de no fácil acceso, esto hace que se alargue en el tiempo. Es el caso del reciente accidente de la compañía de bajo coste de Luftansa. Cimentado en la tragedia de las víctimas y en el muy respetable dolor de sus allegados se monta el escenario y empieza la función.

El primer espectáculo es mediático. Cadenas de televisión y medios de comunicación caen en el escenario, buscando el directo aunque no haya nada que decir, nada que añadir. Todos los noticiarios de todas las cadenas abren con el trágico accidente; abren y rellenan y cierran sin añadir nada sustancial. Ocupa todas las primeras páginas y ya nos lo anuncian: va para largo, es un filón.

El segundo es el derroche de medios: helicópteros de última generación, equipos de rescate multicolores y altamente especializados… Junto a los restos de las víctimas las cajas negras son el principal objetivo, ellas nos darán una explicación de lo que pasó, lo sabremos todo. Está también la atención a los familiares: alojamientos en cualquiera de los sitios, desplazamientos, acogidas y, por supuesto, atención psicológica. En escena la capacidad de nuestras sociedades para poner en marcha en breve tiempo una maquinaria total, eficaz y delicadamente humanitaria. Cada uno de los países implicados hacen alarde de sus poderosos medios, todo bajo la dirección de los diversos Gabinetes de Crisis perfectamente coordinados.

Esa concentración de medios de comunicación y esa muestra de la alta capacidad de respuesta no se las puede perder un mandatario político. Por más que estorben, que estorban, en el lugar de los hechos, un primer plano, una declaración aunque diga menos que nada, una foto con cara mezcla de dolor compasivo y de responsable entereza valen mucho, valor que se multiplica si la imagen es con otros mandatarios y la declaración conjunta.

Lo público invade lo privado, cuando es colectivo y publicable. No poder llorar fuera de escena, particularmente, sin un fotógrafo, un cámara, un periodista, un mandatario o un psicólogo al atisbo, debe convertirse en un sufrimiento añadido. O estamos locos sin solución.