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Fútbol internacional

Epitafio al «fúbol a todo gas»

El Chelsea de Mourinho gana con un juego rácano mientras Jurgen Klopp anuncia su adiós del Dortmund tras siete años en el club.


Charlie Austin no es un futbolista al uso. Hace apenas cinco años trabajaba como albañil en la empresa de su padre. «Recuerdo un día, cuando tenía 17 años, que estaba trabajando en un sitio que se llama Overton. A las dos de la tarde estábamos empapados y me sentía como si tuviera la espalda de cristal. No me podía ni doblar y estaba cubierto de barro. Si alguna vez me canso del fútbol, me acordaré de ese día», rememoraba no hace mucho. A sus 25 años es uno de los goleadores de la Premier inglesa, 17 tantos este curso, aunque este fin de semana no le pudo hacer ni uno solo a Thibaut Courtois, el joven exguardameta colchonero propiedad del Chelsea, que debutara con 16 años y eso que era ¡el sexto portero por orden jerárquico del Genk belga! Uno y otro se vieron las caras en Loftus Road, uno de esos campos británicos que todavía atesoran todo su misticismo e historia entre sus cuatro gradas, donde el verde huele a fútbol, donde, como diría Eduardo Galeano, «suena todavía el griterío» aun estando vació.

Estamos al oeste de Londres, cuna del Queens Park Rangers pero también del Chelsea. Los Hoopers del QPR, fundado en 1886 como fusión de los conjuntos de dos escuelas religiosas, St. Jude’s y Christchurch Rangers, son un club con una enorme masa social y su ruidosa afición está plagada de gente que vive en la popular área de White City. Nada que ver con la moderna y exclusiva zona donde se alza, majestuoso, Stamford Brigde, actual cuna de los Blues, curiosamente asentado en el barrio del otro equipo del oeste de la city londinense, Fulham, y no en el de Chelsea.

El QPR siempre ha sido el ‘pupas’ del fútbol inglés. Y esta jornada vovió a dar fe de ello. Se la jugaban los locales, antepenúltimos en la tabla, y necesitaban los puntos los visitantes, líderes pero con el Arsenal –octava victoria consecutiva– pisándole los talones. Lo intentó el QPR todo el partido, tuvo sus opciones Charlie Austin pero las desvarató Thibaut Courtois. Quizá al ariete inglés le faltó el estímulo que sí tiene el jugador ruso Alexander Kokorin, del Dinamo de Moscú, al que la actriz porno Alina Henessy le ha tentado con que «si antes de que acabe el campeonato ruso marca cinco goles, le prometo un maratón de 16 horas de sexo conmigo como agradecimiento». Si George Best levantara la cabeza...

Pero ni por esas. Hasta que el cronómetro marcó el fatídico minuto 88 de partido, el Chelsea no había chutado aún entre los tres palos, y fue el últimamente cuestionado Cesc Fábregas, con un protector nasal tras el golpe sufrido una semana antes ante –¡cómo no!– el Stoke City, quien la enchufaba a la red, gol, «un do de pecho capaz de dejar a Caruso mudo para siempre», volviendo a Galeano.

Un «¡gol!» por lo bajito. Loftus Road enmudeció. Primer disparo del rival al arco y en la diana. Celebración desmedida de los de José Mourinho, su segundo de abordo, Rui Faria, provocando delante del banquillo rival, huelga decir que llovió de todo sobre los jugadores del Chelsea, incluido un botellín que impactó en el lateral Ivanovic, que había tenido sus más y sus menos en el encuentro cada vez que sacaba de banda, con el público a un metro de la línea de cal, como en los viejos campos.

Al Chelsea le bastará con ganar cuatro de los siete partidos que restan para ser campeón. Es más, incluso perdiendo sus dos próximos compromisos, ante el Manchester United, tercero, y Arsenal, segundo, tendría serias opciones. «Tengo un problema, cada vez soy mejor y mejor. He evolucionado en muchas áreas diferentes, en la manera en que leo el juego, la manera cómo preparo los partidos, la forma en la que entreno, la metodología de trabajo... Me siento mejor», ha confesado el humilde técnico portugués en declaraciones al ‘‘Daily Telegraph’’.

Pellegrini, «good bye»

La otra cara de la moneda es el chileno Manuel Pellegrini. Su aventura en el Manchester City tiene los días contados a la espera de que acabe la temporada. No solo ha perdido cuatro de sus últimos seis partidos, no solo ha dejado con ello reengancharse en la lucha por la cuarta plaza a Liverpool y Southampton, sino que esta jornada fue vapuleado 4-2 por su máximo rival, el United de un Louis van Gaal que saca pecho y saca cuatro puntos de ventaja a los Citizens. Por cierto, según la NBC, el derbi de Manchester fue el partido de Premier más visto en la tv por cable estadounidense.

La media de edad del once del City en Old Trafford era de 29,18 años. En su plantilla hay hasta 14 jugadores con 29 años o más. En un club que ha decidido apostar por la cantera, con una fortísima inversión en instalaciones y jugadores de medio mundo, urge una reconversión. Sobre todo porque el fútbol inglés es cada vez menos inglés y más foráneo. Y el paradigma lo tenemos en el propio Chelsea: su equipo juvenil acaba de proclamarse campeón de la Champions League y de todos sus componentes, con suerte su prometedor delantero de nombre Solanke –apunten este nombre– llegue a jugar en el club o la Premier. Basta mirar a la actual plantilla blue para ver que solo tiene un canterano, el veterano John Terry, que fue arrebatado a la prolífica factoría hammer del West Ham.

El chileno Pellegrini será historia en el City. Suena el inolvidable Patrick Vieira como sustituto a corto plazo. ¿A largo? Quizá un Jurgen Klopp que ayer anunció deja el Borussia Dortmund a final de campaña, a pesar de tener contrato hasta 2018. Adiós de un hombre cuyo catecismo reza «amar el fútbol por encima de todas las cosas». Un jugador con «un talento de tercera división y una cabeza de primera, así que me quedé en segunda», y un entrenador que solo quiere ofrecer a sus espectadores algo cada vez tan difícil de hallar como el «orgasmo del gol» de Galeano... la pasión. O como él lo llama «fútbol a todos gas». Su barba, su miopía, sus gafas, su gorra, su risa, sus gestos... «a veces yo mismo me doy miedo cuando veo las imágenes por televisión». Kloppo dice adiós a un proyecto en amarillo y negro, y no le faltarán novias.

El que busca pareja de baile, o mejor, comprador, es Silvio Berlusconi para su Milan. Los Rossoneri empataron en casa y en la grada de San Siro, protestas contra la presidencia, a la que piden claridad sobre sus intenciones de vender el club. Y en plena crisis institucional –por cierto, el Parma, ¡que ganó a la Juventus!, no desaparecerá– y de juego, llega esta jornada –con permiso del Juve-Lazio, primero contra segundo– el derbi de la Madonnina, de Lombardía, Inter-Milan, más de un siglo de rivalidad futbolística con ambos atrapados en la zona media de la tabla.

Atrapado por las malas decisiones arbitrales se siente el Marsella de Bielsa. Le volvió a suceder ante el Girondins y perdió. «Es grave. No se respeta nuestro trabajo. La clasificación no está conforme a nuestras prestaciones. Es una falta de respeto para los socios, el club, el staff y los jugadores», se ha quejado su presidente. Llueve sobre mojado. Pero «no busquen excusas», que dice el Loco. El Mónaco le ha adelantado por la derecha. Bielsa y Klopp. «Hinchas en el manicomio», que diría Galeano. «Preferíamos dar cinco veces en el larguero que quedarnos cuatro veces sin tirar a la portería. Mejor perder. Ese es el comienzo». Lo dijo Jurgen. Lo firmaría Marcelo. Lo disfrutaría Eduardo. ¡Cuánto ateo junto!