28 MAY. 2015 Entrevista ROCIO MOLINA BAILAORA, GANADORA DEL PREMIO MAX A LA MEJOR COREOGRAFÍA «Lo tradicional se debe mantener como un sentimiento, no como estética» Rocío Molina (Premio Nacional español de la Danza 2010) llega hoy a Gasteiz con «Afectos», una propuesta que ha viajado por todo el mundo con muy buena aceptación de crítica y público a pesar de lo esencial que a priori puede parecer sin más artificios que el propio baile y el cante de Rosario La Tremendita. Dos mujeres cara a cara, descubriendo sus miedos, sus pasiones. Sus afectos, al fin y al cabo. Última actualización: 19 ENE. 2016 - 10:47h Curro VELAZQUEZ GAZTELU Rocío Molina (Vélez-Málaga 1984), acaba de obtener el premio Max de las Artes Escénicas a la Mejor Coreografía por “Bosque Ardora”. Y es que Rocío ofrece su particular poesía visual que atrapa a propios y a extraños. Con ella siempre se asegura un viaje a lo inesperado, a lugares recónditos del alma, creando un particular universo, ese que llevamos implícito en algún rincón del alma. Ella es capaz de deslumbrarnos a cada paso, en cada gesto, a cada movimiento. Diez años después del estreno de «Entre Paredes» vuelve a Gasteiz. ¿Qué ve cuando echa la mirada atrás? Mucho esfuerzo y once obras en estos diez años que han marcado mucho mi vida con cierto vértigo. Eso sí, siempre haciendo lo que más me gusta, bailar. Dónde empieza el flamenco y donde termina la danza contemporánea? Esto es muy subjetivo. Hay personas a las que un movimiento les puede parecer muy extraño y a otras el mismo movimiento les puede sugerir muy flamenco. Todo depende de las barreras de cada uno y sus limitaciones. A mi modo de ver una maestra de butoh me puede parecer muy flamenco, o alguien tocando el bouzuki. ¿Cómo ve la evolución del flamenco, un arte vivo y en constante evolución? Como bien dices es un arte que está al orden del día y si no fuese así sería un arte caduco. Sí es cierto que estamos viviendo una época con muchas rupturas en cuanto a las formas, donde buscamos la parte más vanguardista y en donde la deconstrucción está al orden del día, algo imprescindible para que este arte no muera. ¿Qué ingredientes cree que está aportando Rocío Molina a la danza en general? Quitarle esa parte impuesta o envasada a la danza me parece digno de apreciar. Muestro las entrañas a cada paso, sin esconder el estado de ánimo del momento. Quitando el miedo y mostrando las cosas tal y como son. Es evidente que ha creado tu propio lenguaje dentro de la danza. ¿En qué consiste? La técnica para mi es algo vital, mezclado a la vez con ese olvido de la propia técnica para dar así carta libre a esas emociones, sin prejuicios ni miedos. Bailar en espacios ajenos a un escenario es algo que le enriquece. Precisamente estuvo bailando en una cárcel de alta seguridad en París, abriendo nuevas vías de creación. ¿Qué le aportó esa experiencia? Fue una de las improvisaciones más dura de mi carrera. Fue muy diferente la experiencia en el módulo de mujeres que en el de hombres. Hubo una complicidad muy interesante y las mujeres me ayudaron mucho a pasar ese momento de inseguridad que yo tenía en ese instante. Con los hombres fue todo como patio de colegio. Tuve que imponerme con la mirada fija ante ellos para que la cosa se calmara e imponerme yo. Después estuvimos bailando todos juntos. Aquello fue la antesala de “Bosque Ardora”. El gran bailarín y coreógrafo Mijail Barishnikov una vez que la vio en París le dijo de rodilla y con lágrimas en los ojos que era lo más bello que había visto. ¿Qué sensación le corrió por el cuerpo en ese momento? En ese momento no me di ni cuenta de lo que había ocurrido. Me sentí muy mal al ver que era él quien me alababa, cuando yo era quien quería alabarlo a él por su trayectoria. Fue un regalo. Ahora tenemos una relación muy buena y me suele invitar a su Festival en París. ¿Cree que en el futuro el baile más clásico del flamenco irá por un lugar y el contemporáneo por otro, o cree que todo en el futuro dentro del flamenco va a ser más de evolución e investigación, donde lo más clásico se vaya perdiendo? Yo no quiero que se pierda lo más antiguo, aunque yo ni viví ni nací en esa época como para hacer ese tipo de baile. Y tampoco nací en una familia de tradición flamenca donde me hayan inculcado esa forma de percibir el flamenco. Yo no quiero colaborar en que muera mi arte. Lo más tradicional tiene la importancia que tiene y es un valor único y se mantendrá de alguna forma. Creo que se tiene que mantener con la autenticidad de las personas, y sean estos los que mantengan la tradición como un sentimiento y no como una estética. Eso es lo más puro que se puede hacer. Al igual que usted, el grupo de Danza vasca Kukai también ha obtenido un premio Max. ¿Qué le sugiere esta compañía que al igual que usted va más allá del folklore? A mi me gusta mucho todo lo que sale del pueblo. La gente de hoy que recupera esas danzas y esa parte del folklore que va más allá, me encanta. Son cosas que está muy arraigada a la tierra, que tiene mucho peso. Tienes que entender el sentimiento del pueblo, de nuestros mayores. Además si se evoluciona, mucho mejor. Hoy en día la txalaparta empieza a introducirse en proyectos flamencos. ¿Qué le parece? La verdad que es muy interesante, conozco a txalapartaris que están haciendo cosas muy válidas dentro de esto que podemos llamar flamenco al encuentro de otras músicas. Es un instrumento que encaja muy bien con las fórmulas flamencas. En relación al espectáculo «Afectos», no cabe la menor duda de que hay una conexión especial entre usted y Rosario «La Tremendita». Plantean algún tipo de reivindicación encima como mujeres? Es algo que ocurre sin proponernos. La mujer sola ante el peligro, mostrando su valentía, sus capacidades. Como dos mujeres podemos llevar una obra mostrándonos tal como somos, siendo también un pilar importante el contrabajo de Martín Caminero, dándole ese volumen vital para la obra. A priori puede parecer una obra minimalista. Solo con el bajo de Pablo, la voz de Rosario y su baile… Eso es, lo más difícil es cantar o bailar, por ejemplo una Soleá sin guitarra, o una Bulería sin palmeros que te lleven el compás, cosas muy simples, pero a la vez muy complicadas. Eso era lo que nos llamaba la atención. Y también coger un instrumento ajeno al flamenco era nuestro reto. Sí, en “Afectos” buscamos la dificultad enfrentándonos a nuestros miedos cotidianos. Conozco a txalapartaris que están haciendo cosas muy válidas dentro del flamenco, al encuentro de otras músicas. Es un instrumento que encaja muy bien con las fórmulas flamencas.