Renuncias, principios y sentido común
Casi todo apunta a que habrá fumata blanca y las «Instituciones» y el Gobierno griego lograrán un acuerdo in extremis para siquiera prolongar durante seis meses más su desacuerdo. Casi todo, porque conviene mantener hasta el último momento prudencia ante una negociación tan asimétrica como la que ocupa a ambas partes desde la llegada hace cinco meses de Syriza al poder.
Pero tan importante como el acuerdo es saber venderlo. Y los medios occidentales oficiales se han apresurado a asegurar que Syriza habría tragado con todas sus líneas rojas. Es evidente que ha tenido que recular en varias cuestiones. Antes incluso de su última propuesta formalizada el pasado lunes. Entre ellas destaca su compromiso de no dar marcha atrás en las privatizaciones, a lo que se ha sumado estos días su apuesta por retrasar la edad de jubilación y a la asunción de un superávit primario (1% este año, 2% en 2016), como exige Bruselas.
Pero, además de en los detalles, el diablo está en cómo hacerlo. Y Syriza ha anunciado su disposición a estudiar una posible reducción del gasto militar (proporcionalmente alto en el país balcánico), acometerá una reforma del clientelar y socialmente absurdo sistema de prejubilaciones vigente en los últimos años en Grecia (nada solidario ni de izquierdas) y financiará el superávit con un incremento de impuestos como el de sociedades y los que gravan la riqueza y el lujo. Todo esto, unido a la decisión de Syriza de limitar la subida del IVA y no aplicarla a electricidad y alimentos, no es del gusto de Bruselas, que preferiría que Grecia saneara sus cuentas reduciendo gastos sociales, no subiendo impuestos a los ricos.
Syriza tiene razones para vender su propuesta de acuerdo. Pero, sin duda, la más importante es el compromiso que busca arrancar a la UE para que acceda, de aquí a fin de año, a una reestructuración de la deuda, que supone el 180% del PIB griego y sigue subiendo. Acceder a ello debería ser una cuestión de sentido común sobre todo para los «acreedores», en primer lugar para Alemania. Si no lo hiciera estaríamos ante una cuestión política. Y que nadie olvide que en política todo es posible. Hasta para los griegos.