Mercenarios de la guerra sucia
Durante las campañas de guerra sucia llevadas a cabo en Ipar Euskal Herria contra los exiliados vascos, dos mercenarios murieron víctimas de sus propias bombas. Fueron Marcel Cardona, al que en 1975 le explotó la bomba-lapa que estaba colocando en el auto de Josu Urrutikoetxea, en Biarritz, y Jean-Pierre Chérid, el más célebre de los mercenarios de la guerra sucia, que pereció también en la misma ciudad, en 1984, cuando manipulaba un coche-bomba para atentar contra varios exiliados.
Tanto Marcel Cardona como Jean-Pierre Chérid eran exmiembros de la OAS, una organización terrorista de extrema derecha creada en Madrid en 1961 para oponerse a muerte a la independencia argelina y que, además de causar miles de víctimas, atentó varias veces contra el presidente francés Charles de Gaulle. Las drásticas medidas que tomó de Gaulle hicieron que en muy pocos años la OAS dejara de ser un grave problema. Entonces, el presidente les concedió una primera amnistía, en diciembre de 1964, que fue ampliando en años posteriores, y sus antiguos enemigos mortales de la OAS pasaron a ser sus aliados y a colaborar con los servicios secretos franceses.
No pocos de aquellos antiguos miembros de la OAS también trabajaron para los servicios españoles, y está demostrado que al menos uno, André-Noël Chérid, hermano de Jean-Pierre, lo hizo para ambos servicios. Encima, simultáneamente. Cometió al mismo tiempo atentados contra exiliados vascos en Iparralde y París, a sueldo de los servicios secretos españoles, y contra intereses argelinos, a sueldo de los franceses.
Así lo confesó cuando fue detenido en Argelia el 4 de enero de 1976, tras haber atentado contra el diario oficial del FLN, “El Moudjahid”. Y otro tanto confesó un mercenario estadounidense detenido junto a él que tenía un amplio historial a sus espaldas. Fue Jay Salby, un mercenario vinculado a la CIA por el que se interesaron mucho las autoridades de los EEUU cuando fue detenido en Argelia, tal y como se puede comprobar en numerosos cables con referencias al mismo filtrados por WikiLeaks.
Según las declaraciones de Salby a la Policía argelina, para cometer los atentados contra los exiliados vascos se sirvieron como cobertura de una empresa llamada Telma, ubicada en Iruñea. Una empresa dirigida por un antiguo oficial del Ejército francés, Jean Rogue, que era la base desde la que operaban Salby y otros mercenarios a los que identificó. Entre ellos, Jean-Pierre Chérid y su hermano André-Noël.
Muy significativamente, ni la Justicia española ni la francesa se interesaron nunca por aquellas declaraciones, pese a que ambos estados estaban directamente concernidos. En cambio, la Justicia italiana, pese a no estar ni mucho menos tan concernida, sí que intentó tirar del hilo de aquellas comprometedoras declaraciones.
Cabe remarcar, además, que la Policía francesa dispuso de pruebas materiales flagrantes sobre la participación de Jay Salby en dos atentados en Iparralde, el 27 de agosto y el 16 de noviembre de 1975. El segundo de ellos, contra el carismático dirigente de ETA Txomin Iturbe, que no resultó afectado, pero sí sus dos hijos pequeños, heridos a causa de la bomba-lapa colocada bajo su coche. Txomin volvió a sufrir varios atentados en años posteriores.
En el atentado del 27 de agosto de 1975, ametrallaron desde un vehículo una furgoneta en la que exiliados vascos y familiares de estos volvían de una manifestación contra las penas de muerte que acabaría ejecutando Franco justo un mes después. Dos de ellos resultaron gravemente heridos.
Una vez localizado cerca de la muga el vehículo utilizado en el atentado, la Policía francesa pudo saber que había sido alquilado en Barcelona por un supuesto ciudadano paraguayo llamado Gregorio Villagrán Anderson. Esa era precisamente la falsa identidad que utilizaba Jay Salby, y quedó al descubierto al ser detenido cuatro meses después en Argelia.
Por su parte, la Policía británica pudo probar que, nueve días antes de ametrallar a los refugiados vascos y sus familiares, Salby había atentado contra la embajada argelina en Londres. El 18 de agosto de 1975, dicho mercenario colocó en la embajada un potente explosivo que no detonó debido a un fallo. La huella dactilar de Salby que encontraron en el mismo no dejaba lugar a dudas sobre el autor. Ese mismo día se cometieron otros dos atentados contra las embajadas argelinas en Bonn y Roma.
La seguridad argelina probó que tras aquellos tres atentados estaban los servicios secretos franceses, y otro tanto pudo probar en el caso del atentado cometido por Chérid y Salby contra “El Moudjahid”. Por eso, las autoridades de dicho país elevaron una protesta oficial a las francesas. Semanas después de ese último atentado, el Ministerio de Exteriores argelino dirigió una enérgica nota a París en la que llamó «solemnemente la atención del Gobierno francés sobre las graves consecuencias que podrían derivarse de las turbias acciones de los servicios especiales franceses».
No cabe duda alguna de que André-Noël Chérid y Jay Salby actuaron, al mismo tiempo, a sueldo de los servicios secretos españoles franquistas y de los franceses republicanos; en ambos casos, realizando acciones de guerra sucia. Y también es obvio que, bien significativamente, las justicias francesa y española ni quisieron ni quieren saber nada de nada al respecto. He ahí un caso flagrante de terrorismo de Estado. Otro más.