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GUTUNAK

Subvenciones al fútbol


Por lo que nos toca, venimos observando cómo con el inestimable apoyo de la Brunete mediática donostiarra se intenta crear un estado de opinión que no se oponga al permanente disparate de que nuestra Real, «que es de todos» según la Brunete que, por lo leído, no se entera que es una SA propiedad de su accionariado, obtenga anualmente de las instituciones públicas un trato de ONG.

Entretanto, la Unión Europea viene oponiéndose a las ayudas a empresas industriales con y sin problemas, sin enterarse de esta situación anómala de nuestras instituciones que, estas sí, son de todos.

El estadio de Anoeta, con solo 25 años y un aforo de más de 30.000 personas, construido totalmente con dinero público (Ayuntamiento y Gobierno Vasco), fue dotado de pistas de atletismo, como en otros países europeos donde participan sus mejores equipos, sin que sus aficionados se sientan tentados a prescindir de ellas porque los alejan unos metros del terreno de juego, y los jugadores y el equipo arbitral no sienten tan cercana la presión ambiental.

Aquí y ahora, donde hay problemas sociales sin resolver porque no se aplica suficiente dinero público, las empresas en apuros no obtienen ayudas para seguir funcionando, el paro es un gran problema y en la sanidad pública las operaciones se demoran vergonzantemente, es socialmente ilógico que a la Real Sociedad se le subvencione con dinero y patrimonio públicos sustraídos a las obligaciones que deben atender las instituciones. Indudablemente, estamos ante un inaceptable espejismo social que nos trasmite la Brunete mediática.

Esta SA que dispone de unos presupuestos millonarios, viene realizando diversos intentos para hacerse con un patrimonio a base de auténticos pelotazos urbanísticos, con el soporte del patrimonio público, que afortunadamente los donostiarras hemos conseguido que no hayan prosperado (torres para viviendas, para terciario). La última intentona no prosperó gracias a la alegación y contencioso administrativo de Javier Olaverri, a quien la Brunete mediática daba a entender que podía haber motivaciones perversas. Estamos llegando a un punto donde quien se opone a iniciativas contrarias al bien común parece no situarse en tiempo y lugar.