El Barça se enfrenta a la UEFA en defensa de la «estelada» perseguida
Los socios del Barcelona, con el aval del club, recurrirán a la justicia ordinaria las sanciones de la UEFA contra la exhibición de «esteladas». La UEFA prohíbe tal cosa y puede tomar represalias contra el Barça. Pero este ataque a un sentimiento, al proceso independentista y a la libertad de expresión ha llevado al club a implicarse.
La Confederación Mundial de Peñas del F.C. Barcelona ha activado una iniciativa ante la justicia ordinaria para recurrir la nueva sanción de la UEFA por mostrar en las gradas «esteladas» –bandera independentista catalana que data de 1915–. A ella se podrán unir todos los socios y se pretende llevar el caso hasta el Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo si fuera necesario.
Con este paso, no exento de riesgos porque los estatutos de la UEFA prohíben a los clubes recurrir las sanciones a los tribunales de justicia ordinaria, la poderosa institución culé muestra su implicación con una causa que considera como «defensa de la libertad».
Los últimos hechos juzgados por la Comisión Disciplinaria de la UEFA ocurrieron en el partido ante el Bayern Leverkusen del pasado 29 de setiembre, día en que el Camp Nou dedicó una monumental pitada al himno de la Liga de Campeones. Esta sanción se suma a las que recibió el club catalán en las finales de la Champions y de la Supercopa de Europa y se equipara a las que han recibido otros clubes europeos por mostrar banderas nazis o por cánticos homófobos o racistas.
A nadie se le escapa que esta lluvia de sanciones contra el Barça, contra un sentimiento de libertad nacional y un derecho tan básico como el de la libre expresión llega en un momento de alta conflictividad política entre Madrid y Catalunya. En su afán de hacer frente al movimiento independentista catalán y consciente de la enorme significación simbólica y de una proyección planetaria del Barça, resulta demasiado obvio que el Gobierno español ha ejercido presiones a la UEFA para que actúe ahora, y con tanta obstinación. El secretario de Estado para el Deporte, Miguel Cardenal, con numerosos contactos en la UEFA, se ha destacado por sus reiteradas amenazas y airear con reiteración las drásticas consecuencias que tendría la independencia de Catalunya para el Barça.
En arena política
Cierto es también que las relaciones entre la UEFA y el F.C. Barcelona no pasan un buen momento. Son varios los frentes abiertos y las sanciones a los que el club catalán hace frente en otros temas como la formación de menores y litigios judiciales por contratos. Pero este último frente, el conflicto de las «esteladas», adquiere otra dimensión al entrar de plano en la política y en el mundo de los sentimientos nacionales.
De hecho, siendo la «estelada» una bandera que ha cumplido un siglo y habiendo sido mostrada por aficionados, jugadores y cuerpo técnico en diferentes momentos –muchos en finales de competiciones europeas–, resulta llamativo que hasta ahora nunca hubiera sido sancionada, ni considerada como una bandera «portadora de un mensaje ofensivo de naturaleza provocadora». ¿Por qué ahora? La coincidencia temporal entre la decisión de la UEFA y el momento político que vive Catalunya resulta demasiado sospechosa.
Para remarcar su disposición a decir «basta ya» a esta imposición, en la asamblea ordinaria celebrada ayer por el Barcelona, su presidente, Josep María Bartomeu, dio paso a un vídeo de tres minutos de duración en el que se reproducían imágenes históricas de celebraciones de triunfos del equipo con la «estelada». En él también aparecían representantes destacados de la centenaria trayectoria del Barça con la enseña.
Banalizar banderas fascistas
Hace unos días, el Govern de Catalunya también se sumó a la indignación por esta campaña. Su vicepresidenta, Neus Munté, mostró su repulsa a la sanción al considerar que las «esteladas» son un «símbolo de libertad de expresión de personas que concurren a un acontecimiento deportivo».
A su vez, mostró su perplejidad por el «celo» con el que se persigue a la bandera independentista catalana y la banalidad con la que se trata la exhibición de banderas «predemocráticas» y símbolos fascistas.